Es una mañana soleada y la temperatura es agradable. En los alrededores del Odeón de Herodes Ático, en la falda sur de la Acrópolis, nos espera el director, guionista y productor de cine Aléxandros Avranás (Lárisa, 1977). El cineasta griego nos explica que nos ha dado cita en este lugar porque, durante los duros meses del confinamiento , cuando el rodaje de su última cinta ‘Vida en pausa’ se paralizó por completo, pasear por este lugar era lo único que lo reconfortaba. Sin apartar la mirada de los majestuosos muros del este edificio construido en el siglo II, Avranás me explica que fue erigido por amor, en honor de Regila, la difunta esposa del orador y político Herodes Ático, mecenas que hizo posible la obra.Noticia Relacionada estandar No La serie ‘Adolescencia’ llegará gratis a las aulas del Reino Unido tras el respaldo del primer ministro Ivannia Salazar’Vida en pausa’ aborda el amor, entre otros temas, en un drama familiar cuyo telón de fondo es el denominado síndrome de resignación infantil (SRI): un extraño fenómeno que afecta solo a niños. Los primeros casos se registraron en 1998 en Suecia, entre menores que, huyendo de conflictos bélicos o persecución política, habían llegado al país nórdico como solicitantes de asilo. Por razones que la ciencia aún no ha logrado esclarecer, algunos niños caen en un estado de coma del que muchos no han conseguido salir. En ninguno de los menores que padecen el síndrome se ha observado una causa física, como un traumatismo cerebral o una enfermedad. Sin embargo, todos tienen en común que sus familias están en el proceso de solicitud de asilo, que en Suecia se puede demorar hasta dos años. Aunque se han registrado casos de SRI en el campo de refugiados de Moria, en Grecia, en Australia y, recientemente en Ucrania – y se cree que en los campos de exterminio nazi se produjeron episodios similares–, el síndrome no fue reconocido oficialmente como patología por Suecia hasta el año 2014. Hasta ese momento, muchas voces defendían que se trataba de un intento de manipulación de las familias para conseguir el asilo. Los expertos creen que el SRI es un mecanismo de defensa postraumático ante el miedo de esos menores a ser devueltos a sus países de origen, donde sufrieron todo tipo de violencias. Además, se ha comprobado que estos niños suelen despertar del coma tras la aprobación de su solicitud y el reconocimiento de su condición de refugiados.Fotograma de ‘Vida en pausa’ La zonaGracias a reportajes publicados por varios medios internacionales, así como el documental nominado al Premio Oscar en 2019, ‘La vida me supera’, este fenómeno ha ganado una mayor visibilidad internacional en los últimos años. Avranás conoció la existencia del síndrome tras leer un reportaje publicado por ‘The New Yorker’ en el año 2018 y se «obsesionó» con llevar esta historia a la gran pantalla. «Es una contradicción que estemos en 2025, que hayamos inventado y descubierto tantas cosas, y que no seamos capaces de encontrar un tratamiento que haga que estos niños se despierten del coma. Se despiertan solo con la esperanza. La realidad supera la ficción . Uno podría pensar que esta historia es un thriller distópico. Cuando leí el artículo en 2018, me costó tiempo entender que era una historia real y no una alegoría. Es como la Bella Durmiente, pero con final trágico», explica mientras nos sentamos en un café a la sombra de la Acrópolis.La película le ha brindado a Avranás la oportunidad de reflexionar sobre temas cruciales de nuestra sociedad como la fría burocracia de los estados actuales, la violencia institucional, la importancia del amor y la humanidad, y «sobre el tipo de sociedad que les estamos dejando a nuestros menores, que no tienen culpa de nada». Durante la ardua investigación sobre los procedimientos de solicitud de asilo en Suecia, Avranás descubrió que a lo largo del proceso los solicitantes son entrevistados por diferentes agentes en cada sesión, sin que haya «ningún tipo de conexión emocional con quien tienes delante, con quien decidirá sobre tu futuro». Siempre tienes que contar tu historia desde el principio y lo peor de todo es que nunca verás a quien toma la decisión final sobre tu vida, que lo hará en función de lo que ha leído en los papeles de tu expediente. «De la noche a la mañana, tú que te has revelado contra una injusticia en tu país, llegas a Suecia y te encuentras en un limbo en el que no tienes derecho a decidir sobre tu vida ni sobre la de tus hijos porque otros lo harán por ti. Hemos aprendido a no comunicarnos, a vivir en un sistema sin compasión, en una burocracia que no te da derecho a pensar, a decidir, a hacerte responsable de tu propia familia, porque el estado lo hará por ti».Para describir este fenómeno, Avranás ha creado una distopía burocrática con escenarios fríos y asépticos que se asemejan a quirófanos, inspirándose en ‘El proceso’ de Kafka: «Es un sistema burocrático creado para ganar. No hay nada personal en el proceso. Nada te hace sentir que eres de allí. Puedes quedarte, eres un invitado pero no perteneces a allí». La película es también un canto al poder de la familia, al amor y a la esperanza. «Es una película tierna a pesar de su crudeza. Creo que el amor y la esperanza salvarán al mundo . Son cosas que hemos olvidado, aunque pueda sonar romántico».El elencoEn la película, Sergei y Natalia, recién llegados a Suecia con sus dos hijas, esperan obtener asilo político. Trabajan duro, aprenden el idioma y se someten a inspecciones regulares, pero cuando su solicitud es rechazada, la hija menor cae en coma. Para el elenco, Avranás escogió a Chulpán Jamátova (‘Goodbye, Lenin!’) para el papel de Natalia, la matriarca de la familia; Grigory Dobrygin (ganador del Oso de Plata al mejor actor en el Festival de Berlín por ‘Cómo terminé ese verano’) como Sergei. En cuanto a las dos niñas, Naomi Lamp y Miroslava Pashutina, fueron seleccionadas tras un largo proceso de casting entre decenas de niñas de origen ruso. «Todos los actores son refugiados. Chulpán ha vivido una historia similar a la de Natalia pero en Lituania y tiene que renovar su permiso de asilo cada trece meses y las dos niñas pertenecen a la comunidad minoritaria rusa de Estonia», explica Avranás. Es una mañana soleada y la temperatura es agradable. En los alrededores del Odeón de Herodes Ático, en la falda sur de la Acrópolis, nos espera el director, guionista y productor de cine Aléxandros Avranás (Lárisa, 1977). El cineasta griego nos explica que nos ha dado cita en este lugar porque, durante los duros meses del confinamiento , cuando el rodaje de su última cinta ‘Vida en pausa’ se paralizó por completo, pasear por este lugar era lo único que lo reconfortaba. Sin apartar la mirada de los majestuosos muros del este edificio construido en el siglo II, Avranás me explica que fue erigido por amor, en honor de Regila, la difunta esposa del orador y político Herodes Ático, mecenas que hizo posible la obra.Noticia Relacionada estandar No La serie ‘Adolescencia’ llegará gratis a las aulas del Reino Unido tras el respaldo del primer ministro Ivannia Salazar’Vida en pausa’ aborda el amor, entre otros temas, en un drama familiar cuyo telón de fondo es el denominado síndrome de resignación infantil (SRI): un extraño fenómeno que afecta solo a niños. Los primeros casos se registraron en 1998 en Suecia, entre menores que, huyendo de conflictos bélicos o persecución política, habían llegado al país nórdico como solicitantes de asilo. Por razones que la ciencia aún no ha logrado esclarecer, algunos niños caen en un estado de coma del que muchos no han conseguido salir. En ninguno de los menores que padecen el síndrome se ha observado una causa física, como un traumatismo cerebral o una enfermedad. Sin embargo, todos tienen en común que sus familias están en el proceso de solicitud de asilo, que en Suecia se puede demorar hasta dos años. Aunque se han registrado casos de SRI en el campo de refugiados de Moria, en Grecia, en Australia y, recientemente en Ucrania – y se cree que en los campos de exterminio nazi se produjeron episodios similares–, el síndrome no fue reconocido oficialmente como patología por Suecia hasta el año 2014. Hasta ese momento, muchas voces defendían que se trataba de un intento de manipulación de las familias para conseguir el asilo. Los expertos creen que el SRI es un mecanismo de defensa postraumático ante el miedo de esos menores a ser devueltos a sus países de origen, donde sufrieron todo tipo de violencias. Además, se ha comprobado que estos niños suelen despertar del coma tras la aprobación de su solicitud y el reconocimiento de su condición de refugiados.Fotograma de ‘Vida en pausa’ La zonaGracias a reportajes publicados por varios medios internacionales, así como el documental nominado al Premio Oscar en 2019, ‘La vida me supera’, este fenómeno ha ganado una mayor visibilidad internacional en los últimos años. Avranás conoció la existencia del síndrome tras leer un reportaje publicado por ‘The New Yorker’ en el año 2018 y se «obsesionó» con llevar esta historia a la gran pantalla. «Es una contradicción que estemos en 2025, que hayamos inventado y descubierto tantas cosas, y que no seamos capaces de encontrar un tratamiento que haga que estos niños se despierten del coma. Se despiertan solo con la esperanza. La realidad supera la ficción . Uno podría pensar que esta historia es un thriller distópico. Cuando leí el artículo en 2018, me costó tiempo entender que era una historia real y no una alegoría. Es como la Bella Durmiente, pero con final trágico», explica mientras nos sentamos en un café a la sombra de la Acrópolis.La película le ha brindado a Avranás la oportunidad de reflexionar sobre temas cruciales de nuestra sociedad como la fría burocracia de los estados actuales, la violencia institucional, la importancia del amor y la humanidad, y «sobre el tipo de sociedad que les estamos dejando a nuestros menores, que no tienen culpa de nada». Durante la ardua investigación sobre los procedimientos de solicitud de asilo en Suecia, Avranás descubrió que a lo largo del proceso los solicitantes son entrevistados por diferentes agentes en cada sesión, sin que haya «ningún tipo de conexión emocional con quien tienes delante, con quien decidirá sobre tu futuro». Siempre tienes que contar tu historia desde el principio y lo peor de todo es que nunca verás a quien toma la decisión final sobre tu vida, que lo hará en función de lo que ha leído en los papeles de tu expediente. «De la noche a la mañana, tú que te has revelado contra una injusticia en tu país, llegas a Suecia y te encuentras en un limbo en el que no tienes derecho a decidir sobre tu vida ni sobre la de tus hijos porque otros lo harán por ti. Hemos aprendido a no comunicarnos, a vivir en un sistema sin compasión, en una burocracia que no te da derecho a pensar, a decidir, a hacerte responsable de tu propia familia, porque el estado lo hará por ti».Para describir este fenómeno, Avranás ha creado una distopía burocrática con escenarios fríos y asépticos que se asemejan a quirófanos, inspirándose en ‘El proceso’ de Kafka: «Es un sistema burocrático creado para ganar. No hay nada personal en el proceso. Nada te hace sentir que eres de allí. Puedes quedarte, eres un invitado pero no perteneces a allí». La película es también un canto al poder de la familia, al amor y a la esperanza. «Es una película tierna a pesar de su crudeza. Creo que el amor y la esperanza salvarán al mundo . Son cosas que hemos olvidado, aunque pueda sonar romántico».El elencoEn la película, Sergei y Natalia, recién llegados a Suecia con sus dos hijas, esperan obtener asilo político. Trabajan duro, aprenden el idioma y se someten a inspecciones regulares, pero cuando su solicitud es rechazada, la hija menor cae en coma. Para el elenco, Avranás escogió a Chulpán Jamátova (‘Goodbye, Lenin!’) para el papel de Natalia, la matriarca de la familia; Grigory Dobrygin (ganador del Oso de Plata al mejor actor en el Festival de Berlín por ‘Cómo terminé ese verano’) como Sergei. En cuanto a las dos niñas, Naomi Lamp y Miroslava Pashutina, fueron seleccionadas tras un largo proceso de casting entre decenas de niñas de origen ruso. «Todos los actores son refugiados. Chulpán ha vivido una historia similar a la de Natalia pero en Lituania y tiene que renovar su permiso de asilo cada trece meses y las dos niñas pertenecen a la comunidad minoritaria rusa de Estonia», explica Avranás.
Es una mañana soleada y la temperatura es agradable. En los alrededores del Odeón de Herodes Ático, en la falda sur de la Acrópolis, nos espera el director, guionista y productor de cine Aléxandros Avranás (Lárisa, 1977). El cineasta griego nos explica que nos ha … dado cita en este lugar porque, durante los duros meses del confinamiento, cuando el rodaje de su última cinta ‘Vida en pausa’ se paralizó por completo, pasear por este lugar era lo único que lo reconfortaba. Sin apartar la mirada de los majestuosos muros del este edificio construido en el siglo II, Avranás me explica que fue erigido por amor, en honor de Regila, la difunta esposa del orador y político Herodes Ático, mecenas que hizo posible la obra.
‘Vida en pausa’ aborda el amor, entre otros temas, en un drama familiar cuyo telón de fondo es el denominado síndrome de resignación infantil (SRI): un extraño fenómeno que afecta solo a niños. Los primeros casos se registraron en 1998 en Suecia, entre menores que, huyendo de conflictos bélicos o persecución política, habían llegado al país nórdico como solicitantes de asilo. Por razones que la ciencia aún no ha logrado esclarecer, algunos niños caen en un estado de coma del que muchos no han conseguido salir. En ninguno de los menores que padecen el síndrome se ha observado una causa física, como un traumatismo cerebral o una enfermedad. Sin embargo, todos tienen en común que sus familias están en el proceso de solicitud de asilo, que en Suecia se puede demorar hasta dos años.
Aunque se han registrado casos de SRI en el campo de refugiados de Moria, en Grecia, en Australia y, recientemente en Ucrania – y se cree que en los campos de exterminio nazi se produjeron episodios similares–, el síndrome no fue reconocido oficialmente como patología por Suecia hasta el año 2014. Hasta ese momento, muchas voces defendían que se trataba de un intento de manipulación de las familias para conseguir el asilo. Los expertos creen que el SRI es un mecanismo de defensa postraumático ante el miedo de esos menores a ser devueltos a sus países de origen, donde sufrieron todo tipo de violencias. Además, se ha comprobado que estos niños suelen despertar del coma tras la aprobación de su solicitud y el reconocimiento de su condición de refugiados.
La zona
Gracias a reportajes publicados por varios medios internacionales, así como el documental nominado al Premio Oscar en 2019, ‘La vida me supera’, este fenómeno ha ganado una mayor visibilidad internacional en los últimos años. Avranás conoció la existencia del síndrome tras leer un reportaje publicado por ‘The New Yorker’ en el año 2018 y se «obsesionó» con llevar esta historia a la gran pantalla. «Es una contradicción que estemos en 2025, que hayamos inventado y descubierto tantas cosas, y que no seamos capaces de encontrar un tratamiento que haga que estos niños se despierten del coma. Se despiertan solo con la esperanza. La realidad supera la ficción. Uno podría pensar que esta historia es un thriller distópico. Cuando leí el artículo en 2018, me costó tiempo entender que era una historia real y no una alegoría. Es como la Bella Durmiente, pero con final trágico», explica mientras nos sentamos en un café a la sombra de la Acrópolis.
La película le ha brindado a Avranás la oportunidad de reflexionar sobre temas cruciales de nuestra sociedad como la fría burocracia de los estados actuales, la violencia institucional, la importancia del amor y la humanidad, y «sobre el tipo de sociedad que les estamos dejando a nuestros menores, que no tienen culpa de nada».
Durante la ardua investigación sobre los procedimientos de solicitud de asilo en Suecia, Avranás descubrió que a lo largo del proceso los solicitantes son entrevistados por diferentes agentes en cada sesión, sin que haya «ningún tipo de conexión emocional con quien tienes delante, con quien decidirá sobre tu futuro». Siempre tienes que contar tu historia desde el principio y lo peor de todo es que nunca verás a quien toma la decisión final sobre tu vida, que lo hará en función de lo que ha leído en los papeles de tu expediente. «De la noche a la mañana, tú que te has revelado contra una injusticia en tu país, llegas a Suecia y te encuentras en un limbo en el que no tienes derecho a decidir sobre tu vida ni sobre la de tus hijos porque otros lo harán por ti. Hemos aprendido a no comunicarnos, a vivir en un sistema sin compasión, en una burocracia que no te da derecho a pensar, a decidir, a hacerte responsable de tu propia familia, porque el estado lo hará por ti».
Para describir este fenómeno, Avranás ha creado una distopía burocrática con escenarios fríos y asépticos que se asemejan a quirófanos, inspirándose en ‘El proceso’ de Kafka: «Es un sistema burocrático creado para ganar. No hay nada personal en el proceso. Nada te hace sentir que eres de allí. Puedes quedarte, eres un invitado pero no perteneces a allí». La película es también un canto al poder de la familia, al amor y a la esperanza. «Es una película tierna a pesar de su crudeza. Creo que el amor y la esperanza salvarán al mundo. Son cosas que hemos olvidado, aunque pueda sonar romántico».
El elenco
En la película, Sergei y Natalia, recién llegados a Suecia con sus dos hijas, esperan obtener asilo político. Trabajan duro, aprenden el idioma y se someten a inspecciones regulares, pero cuando su solicitud es rechazada, la hija menor cae en coma.
Para el elenco, Avranás escogió a Chulpán Jamátova (‘Goodbye, Lenin!’) para el papel de Natalia, la matriarca de la familia; Grigory Dobrygin (ganador del Oso de Plata al mejor actor en el Festival de Berlín por ‘Cómo terminé ese verano’) como Sergei. En cuanto a las dos niñas, Naomi Lamp y Miroslava Pashutina, fueron seleccionadas tras un largo proceso de casting entre decenas de niñas de origen ruso. «Todos los actores son refugiados. Chulpán ha vivido una historia similar a la de Natalia pero en Lituania y tiene que renovar su permiso de asilo cada trece meses y las dos niñas pertenecen a la comunidad minoritaria rusa de Estonia», explica Avranás.
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