Lo real y sus miserias, lo real como exploración, lo real como averiguación inagotable es lo que está detrás del impulso de una de las patas más potentes de la literatura contemporánea, y dos de los libros recientes cuajan esa evidencia de forma magistral. Tanto la inmersión de Javier Cercas en los pasillos y estancias discretas del Vaticano en El loco de Dios en el fin del mundo como la indagación concienzuda y obsesiva de Philippe Sands en Calle Londres 38 en la impunidad del poder a través de la inmunidad ofensiva exhiben los poderes de la literatura para auscultar una realidad que nos hace explotar la cabeza: ni el Vaticano es solo un laberinto de poderes maléficos y sutiles ni rige la impunidad de dictadores como Augusto Pinochet y el exnazi perpetuo Walther Rauff, refugiado en Chile durante décadas.
Ni el Vaticano está blindado contra el bien como práctica diaria y cotidiana de abnegación y pura bondad de gran parte de sus acólitos, como sucede con los misioneros (y las impactantes misioneras) que visita y entrevista Cercas en Mongolia, ni los intereses políticos de Estado pudieron impedir la detención de Pinochet en 1998 como responsable de crímenes de lesa humanidad gracias a la tenacidad y la astucia de, en primer lugar, el juez Baltasar Garzón, y a pesar de las evidentes y flagrantes resistencias del gobierno de José María Aznar en su primera legislatura, según relata con meticulosa fidelidad a los hechos y las conversaciones Philippe Sands, discípulo poderoso de los métodos de Cercas.
Algo sucede cuando dos de los grandes libros de esta temporada se las ven y se las desean de esta manera con la realidad social, histórica e institucional cuando el empeño de conocerla se desata como se desata en ellos: ¿alienta ahí alguna forma de nostalgia de la veracidad contada como auténtica novela de intriga, con suspense, con matices, con dudas y con revelaciones impactantes? Los dos libros se parecen y a la vez no se parecen, pero les une una pulsión furiosa por penetrar en la realidad contemporánea y retirar una a una las capas de espesa hipocresía, prejuicios, mentiras y rumorología barata y fraudulenta que la ocultan.
Lo que de veras pasa con ambos libros es que sus historias son leales de forma psicopática a la textura compleja de la realidad y sin embargo el embrujo de la lectura hace de ellas grandes novelas sin ficción, donde la experiencia de la lectura se convierte en una paradoja explosiva: vivir como en la ficción la experiencia de desvelar la entidad de los hechos más allá de sí mismos, por detrás de ellos, lejos de los prejuicios de una sociedad secularizada como la occidental y lejos de los embustes y encubrimientos que permitieron a Pinochet regresar a Chile indemne tras más de un año detenido en Londres y permitieron a un nazi confeso y crónico asesorar a los centros de detención de la dictadura chilena hasta el extremo de construir una réplica de Auschwitz en tierras chilenas. Dos lujos de la nueva ficción.
Algo sucede cuando dos los grandes libros de esta temporada se las ven y se las desean de esta manera con la realidad social, histórica e institucional cuando el empeño de conocerla se desata como se desata en ellos
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos
Algo sucede cuando dos de los grandes libros de esta temporada se las ven y se las desean de esta manera con la realidad social, histórica e institucional cuando el empeño de conocerla se desata como se desata en ellos


Lo real y sus miserias, lo real como exploración, lo real como averiguación inagotable es lo que está detrás del impulso de una de las patas más potentes de la literatura contemporánea, y dos de los libros recientes cuajan esa evidencia de forma magistral. Tanto la inmersión de Javier Cercas en los pasillos y estancias discretas del Vaticano en El loco de Dios en el fin del mundocomo la indagación concienzuda y obsesiva de Philippe Sands en Calle Londres 38 en la impunidad del poder a través de la inmunidad ofensiva exhiben los poderes de la literatura para auscultar una realidad que nos hace explotar la cabeza: ni el Vaticano es solo un laberinto de poderes maléficos y sutiles ni rige la impunidad de dictadores como Augusto Pinochet y el exnazi perpetuo Walther Rauff, refugiado en Chile durante décadas.
Ni el Vaticano está blindado contra el bien como práctica diaria y cotidiana de abnegación y pura bondad de gran parte de sus acólitos, como sucede con los misioneros (y las impactantes misioneras) que visita y entrevista Cercas en Mongolia, ni los intereses políticos de Estado pudieron impedir la detención de Pinochet en 1998 como responsable de crímenes de lesa humanidad gracias a la tenacidad y la astucia de, en primer lugar, el juez Baltasar Garzón, y a pesar de las evidentes y flagrantes resistencias del gobierno de José María Aznar en su primera legislatura, según relata con meticulosa fidelidad a los hechos y las conversaciones Philippe Sands, discípulo poderoso de los métodos de Cercas.

Algo sucede cuando dos de los grandes libros de esta temporada se las ven y se las desean de esta manera con la realidad social, histórica e institucional cuando el empeño de conocerla se desata como se desata en ellos: ¿alienta ahí alguna forma de nostalgia de la veracidad contada como auténtica novela de intriga, con suspense, con matices, con dudas y con revelaciones impactantes? Los dos libros se parecen y a la vez no se parecen, pero les une una pulsión furiosa por penetrar en la realidad contemporánea y retirar una a una las capas de espesa hipocresía, prejuicios, mentiras y rumorología barata y fraudulenta que la ocultan.
Lo que de veras pasa con ambos libros es que sus historias son leales de forma psicopática a la textura compleja de la realidad y sin embargo el embrujo de la lectura hace de ellas grandes novelas sin ficción, donde la experiencia de la lectura se convierte en una paradoja explosiva: vivir como en la ficción la experiencia de desvelar la entidad de los hechos más allá de sí mismos, por detrás de ellos, lejos de los prejuicios de una sociedad secularizada como la occidental y lejos de los embustes y encubrimientos que permitieron a Pinochet regresar a Chile indemne tras más de un año detenido en Londres y permitieron a un nazi confeso y crónico asesorar a los centros de detención de la dictadura chilena hasta el extremo de construir una réplica de Auschwitz en tierras chilenas. Dos lujos de la nueva ficción.
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Sobre la firma

Es adjunto a la directora de EL PAÍS y codirector de ‘TintaLibre’. Antes fue subdirector de Opinión. Llegó a la Redacción desde la vida apacible de la universidad, donde es catedrático de literatura. Pese a haber escrito sobre Javier Pradera, nada podía hacerle imaginar que la realidad real era así: ingobernable y adictiva.
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