Vivimos una corriente de humanización en todos los ámbitos de nuestra vida. A nuestro alrededor, encontramos propuestas y negocios de todo tipo que nos enseñan a volver a comer como humanos, a aprender a movernos como humanos, a recuperar hábitos biológicos básicos como caminar descalzo o recuperar los ritmos circadianos . Volver, volver, volver. Ser humanos ya es un arte.En la otra orilla de esta fascinación por lo humanos que podemos llegar a ser, nos encontramos con la guerra, producto y proyecto humano por antonomasia. La violencia, el veneno y el sufrimiento. Tanto es así que los dos pensadores que el comisario Antón Castro escoge como referencias para esta renovada Bienal de Pontevedra son Susan Sontag y Rob Riemen. Noticias relacionadas estandar Si CRÍTICA DE: ‘El movimiento de la idea’: simétrica paradójica dinámica con Valcárcel Medina en el IVAM Juan Bautista Peiró estandar Si ARTE Fundación Miró: una cincuentona más joven que nunca Isabel LázaroLa primera escribe en 1969 ‘Contra la interpretación’, uno de sus ensayos de más rabiosa actualidad: «Cierto arte apunta directamente a despertar sentimientos, otro arte apela a sentimientos por la vía de la inteligencia. Hay arte que implica, que suscita empatía. Hay arte que separa, que provoca reflexión». Este penúltimo sería el motivo que provoca la elección de cada una de las obras seleccionadas, la reflexión acerca de la falta de empatía. Antes que respuesta, la empatía transformada en propuesta artística. La obra de arte, utilizada para que los desastres de la humanidad no caigan en el olvido. Véase la instalación ‘Paloma de guerra’ (2008), de Pilar Albarracín (Sevilla, 1968): una paloma disecada con una bala de la guerra civil en su pico. O la obra de Paloma Navares ‘Flores a Rwanda’ (2006), una cortina de amapolas y retratos dedicada a las más de 500.000 muertes de la población tutsi víctimas del genocidio de 1994.Símbola y metáforaLa ciudad de Pontevedra se encuentra moteada de proyectos de carácter fundamentalmente metafórico y simbólico. Comisariada por Antón Castro –con Agar Ledo como comisaria adjunta–, la bienal abre sus puertas con ‘Los desastres de la guerra’, de Goya. A partir de ahí, un listado de conflictos bélicos pasados y presentes se encuentran representados por artistas de diferentes nacionalidades. Un ejemplo: el paisaje desértico, la pobreza y el adoctrinamiento yihadista que caracterizan la serie de fotos de Aboubacar Traoré (Mali, 1982). Bajo el título ‘Inch’allah’ (si Dios quiere) vemos a hombres con cascos negros que cubren completamente la cabeza de los protagonistas, elemento que Traoré utiliza para denunciar el lavado de cerebro del fundamentalismo religioso. Ya no es tanto la empatía la temática principal de esta edición de la Bienal de Pontevedra, sino más bien su restauración como eje vertebral perdido. Empatía: dícese de la capacidad de identificarse con alguien, compartir sus sentimientos, ponerse en su lugar, en definitiva: salir de uno mismo. El titular que presenta la macroexposición lo resume del siguiente modo: «60 artistas de 28 nacionalidades proponen respuestas esperanzadoras a un presente en guerra en la 32ª Bienal de Arte de Pontevedra». Diseñada como un itinerario de doce puntos localizados por toda la ciudad ( Fundación RAC, Facultad de Bellas Artes, Isla de las Esculturas …), nos encontramos ante la restauración íntegra de la bienal de arte contemporáneo más antigua de España. Surge en 1969 como certamen de arte local que, edición tras edición, fue afianzando una programación expandida y transfronteriza a partir de 1990. Como tal evento artístico que despliega discursos, diálogos y reflexiones de carácter internacional, cerró sus puertas en el año 2010 y ahora regresa como acontecimiento cultural que pretende ser una referencia dentro del panorama artístico actual.En palabras del comisario: «A Palestina se le dedica un conjunto de obras ubicadas en el Edificio Castelao, presentadas por Raida Adon, Miki Kratsman, Miki Leal, Isabel Rocamora y Rosalind Nashashibi. Otros conflictos actuales estarán presentes en la Bienal, como la situación del pueblo kurdo, desde la mirada personal de Zehra Dogan, el yihadismo en el Sahel, a través de las fotos del maliense Aboubacar Traoré, o el conflicto en Ucrania tratado por el cubano Dagoberto Rodríguez, el gallego Gabriel Tizón o los ucranios Yarema Malashchuk y Roman Khimei, en una pieza de vídeo coproducida en colaboración con la 36ª Bienal de Artes Gráficas de Liubliana». El conflicto, armado o sin armar, se subraya en el ámbito del arte contemporáneo, no así la paz o los levantamientos militares, por ejemplo. Resulta curioso cómo a la hora de ensalzar una exposición colectiva con el tema de la guerra por bandera no se acercan obras de paz, en las que haya sido todo un éxito la mediación, la conciliación o la negociación. Sálvese Olafur Eliasson (Dinamarca, 1967) con su instalación ‘Colour Square Sphere’, de 2007. Espejos, bombillas y vidrios tintados a modo de caleidoscopio lumínico, figuras geométricas que se reflejan y se proyectan dentro y fuera del museo de Pontevedra. Los espacios de Eliasson siempre se adaptan a cualquier evento, de abertura a la imaginación y los sentidos, de guerra y paz… «En un mundo gobernado por psicópatas narcisistas» (Antón Castro dixit), desde el arte contemporáneo encontramos más que respuestas, propuestas. Destacamos la obra situada en la primera vivienda que se encendió en Galicia con luz eléctrica. En la fachada de la Casa de la Luz, Emily Jacir (Belén, 1972) retoma una investigación iniciada en el año 2007 alrededor de Wael Zuaiter. ‘Sin título’ (2025) es un homenaje al asesinato del traductor Zuaiter, intelectual palestino ejecutado por agentes del Mosad en 1972. La bala definitiva atravesó el libro de ‘Las mil y una noches’ que llevaba consigo. En Pontevedra expone un tapiz que muestra el libro de cuentos de Oriente Medio atravesada por una bala y un neón con una cita de Francis Thompson: «No puedes agitar una flor sin hacer temblar una estrella».Bienal de Arte de Pontevedra ‘Volver a ser humanos. Ante el dolor de los demás’. Sede principal: Museo de Pontevedra. Pontevedra. C/ Padre Amoedo, 3. Comisario: Antón Castro. Hasta el 30 de septiembre. Cuatro estrellas. De alguna manera, a lo largo de la visita a esta edición de la bienal, la figura del artista se nos acerca desde su perfil de ‘peacemaker’, hacedor de paz con los recursos de su medio, un tipo de mediación a través de la imagen para que el espectador se ubique en este avatar del mundo atravesado por aquellos psicópatas narcisistas cuyas manos mecen la cuna, y que gobiernan el mundo. Vivimos una corriente de humanización en todos los ámbitos de nuestra vida. A nuestro alrededor, encontramos propuestas y negocios de todo tipo que nos enseñan a volver a comer como humanos, a aprender a movernos como humanos, a recuperar hábitos biológicos básicos como caminar descalzo o recuperar los ritmos circadianos . Volver, volver, volver. Ser humanos ya es un arte.En la otra orilla de esta fascinación por lo humanos que podemos llegar a ser, nos encontramos con la guerra, producto y proyecto humano por antonomasia. La violencia, el veneno y el sufrimiento. Tanto es así que los dos pensadores que el comisario Antón Castro escoge como referencias para esta renovada Bienal de Pontevedra son Susan Sontag y Rob Riemen. Noticias relacionadas estandar Si CRÍTICA DE: ‘El movimiento de la idea’: simétrica paradójica dinámica con Valcárcel Medina en el IVAM Juan Bautista Peiró estandar Si ARTE Fundación Miró: una cincuentona más joven que nunca Isabel LázaroLa primera escribe en 1969 ‘Contra la interpretación’, uno de sus ensayos de más rabiosa actualidad: «Cierto arte apunta directamente a despertar sentimientos, otro arte apela a sentimientos por la vía de la inteligencia. Hay arte que implica, que suscita empatía. Hay arte que separa, que provoca reflexión». Este penúltimo sería el motivo que provoca la elección de cada una de las obras seleccionadas, la reflexión acerca de la falta de empatía. Antes que respuesta, la empatía transformada en propuesta artística. La obra de arte, utilizada para que los desastres de la humanidad no caigan en el olvido. Véase la instalación ‘Paloma de guerra’ (2008), de Pilar Albarracín (Sevilla, 1968): una paloma disecada con una bala de la guerra civil en su pico. O la obra de Paloma Navares ‘Flores a Rwanda’ (2006), una cortina de amapolas y retratos dedicada a las más de 500.000 muertes de la población tutsi víctimas del genocidio de 1994.Símbola y metáforaLa ciudad de Pontevedra se encuentra moteada de proyectos de carácter fundamentalmente metafórico y simbólico. Comisariada por Antón Castro –con Agar Ledo como comisaria adjunta–, la bienal abre sus puertas con ‘Los desastres de la guerra’, de Goya. A partir de ahí, un listado de conflictos bélicos pasados y presentes se encuentran representados por artistas de diferentes nacionalidades. Un ejemplo: el paisaje desértico, la pobreza y el adoctrinamiento yihadista que caracterizan la serie de fotos de Aboubacar Traoré (Mali, 1982). Bajo el título ‘Inch’allah’ (si Dios quiere) vemos a hombres con cascos negros que cubren completamente la cabeza de los protagonistas, elemento que Traoré utiliza para denunciar el lavado de cerebro del fundamentalismo religioso. Ya no es tanto la empatía la temática principal de esta edición de la Bienal de Pontevedra, sino más bien su restauración como eje vertebral perdido. Empatía: dícese de la capacidad de identificarse con alguien, compartir sus sentimientos, ponerse en su lugar, en definitiva: salir de uno mismo. El titular que presenta la macroexposición lo resume del siguiente modo: «60 artistas de 28 nacionalidades proponen respuestas esperanzadoras a un presente en guerra en la 32ª Bienal de Arte de Pontevedra». Diseñada como un itinerario de doce puntos localizados por toda la ciudad ( Fundación RAC, Facultad de Bellas Artes, Isla de las Esculturas …), nos encontramos ante la restauración íntegra de la bienal de arte contemporáneo más antigua de España. Surge en 1969 como certamen de arte local que, edición tras edición, fue afianzando una programación expandida y transfronteriza a partir de 1990. Como tal evento artístico que despliega discursos, diálogos y reflexiones de carácter internacional, cerró sus puertas en el año 2010 y ahora regresa como acontecimiento cultural que pretende ser una referencia dentro del panorama artístico actual.En palabras del comisario: «A Palestina se le dedica un conjunto de obras ubicadas en el Edificio Castelao, presentadas por Raida Adon, Miki Kratsman, Miki Leal, Isabel Rocamora y Rosalind Nashashibi. Otros conflictos actuales estarán presentes en la Bienal, como la situación del pueblo kurdo, desde la mirada personal de Zehra Dogan, el yihadismo en el Sahel, a través de las fotos del maliense Aboubacar Traoré, o el conflicto en Ucrania tratado por el cubano Dagoberto Rodríguez, el gallego Gabriel Tizón o los ucranios Yarema Malashchuk y Roman Khimei, en una pieza de vídeo coproducida en colaboración con la 36ª Bienal de Artes Gráficas de Liubliana». El conflicto, armado o sin armar, se subraya en el ámbito del arte contemporáneo, no así la paz o los levantamientos militares, por ejemplo. Resulta curioso cómo a la hora de ensalzar una exposición colectiva con el tema de la guerra por bandera no se acercan obras de paz, en las que haya sido todo un éxito la mediación, la conciliación o la negociación. Sálvese Olafur Eliasson (Dinamarca, 1967) con su instalación ‘Colour Square Sphere’, de 2007. Espejos, bombillas y vidrios tintados a modo de caleidoscopio lumínico, figuras geométricas que se reflejan y se proyectan dentro y fuera del museo de Pontevedra. Los espacios de Eliasson siempre se adaptan a cualquier evento, de abertura a la imaginación y los sentidos, de guerra y paz… «En un mundo gobernado por psicópatas narcisistas» (Antón Castro dixit), desde el arte contemporáneo encontramos más que respuestas, propuestas. Destacamos la obra situada en la primera vivienda que se encendió en Galicia con luz eléctrica. En la fachada de la Casa de la Luz, Emily Jacir (Belén, 1972) retoma una investigación iniciada en el año 2007 alrededor de Wael Zuaiter. ‘Sin título’ (2025) es un homenaje al asesinato del traductor Zuaiter, intelectual palestino ejecutado por agentes del Mosad en 1972. La bala definitiva atravesó el libro de ‘Las mil y una noches’ que llevaba consigo. En Pontevedra expone un tapiz que muestra el libro de cuentos de Oriente Medio atravesada por una bala y un neón con una cita de Francis Thompson: «No puedes agitar una flor sin hacer temblar una estrella».Bienal de Arte de Pontevedra ‘Volver a ser humanos. Ante el dolor de los demás’. Sede principal: Museo de Pontevedra. Pontevedra. C/ Padre Amoedo, 3. Comisario: Antón Castro. Hasta el 30 de septiembre. Cuatro estrellas. De alguna manera, a lo largo de la visita a esta edición de la bienal, la figura del artista se nos acerca desde su perfil de ‘peacemaker’, hacedor de paz con los recursos de su medio, un tipo de mediación a través de la imagen para que el espectador se ubique en este avatar del mundo atravesado por aquellos psicópatas narcisistas cuyas manos mecen la cuna, y que gobiernan el mundo.
Vivimos una corriente de humanización en todos los ámbitos de nuestra vida. A nuestro alrededor, encontramos propuestas y negocios de todo tipo que nos enseñan a volver a comer como humanos, a aprender a movernos como humanos, a recuperar hábitos biológicos básicos como caminar descalzo … o recuperar los ritmos circadianos. Volver, volver, volver. Ser humanos ya es un arte.
En la otra orilla de esta fascinación por lo humanos que podemos llegar a ser, nos encontramos con la guerra, producto y proyecto humano por antonomasia. La violencia, el veneno y el sufrimiento. Tanto es así que los dos pensadores que el comisario Antón Castro escoge como referencias para esta renovada Bienal de Pontevedra son Susan Sontag y Rob Riemen.
La primera escribe en 1969 ‘Contra la interpretación’, uno de sus ensayos de más rabiosa actualidad: «Cierto arte apunta directamente a despertar sentimientos, otro arte apela a sentimientos por la vía de la inteligencia. Hay arte que implica, que suscita empatía. Hay arte que separa, que provoca reflexión». Este penúltimo sería el motivo que provoca la elección de cada una de las obras seleccionadas, la reflexión acerca de la falta de empatía. Antes que respuesta, la empatía transformada en propuesta artística. La obra de arte, utilizada para que los desastres de la humanidad no caigan en el olvido.
Véase la instalación ‘Paloma de guerra’ (2008), de Pilar Albarracín (Sevilla, 1968): una paloma disecada con una bala de la guerra civil en su pico. O la obra de Paloma Navares ‘Flores a Rwanda’ (2006), una cortina de amapolas y retratos dedicada a las más de 500.000 muertes de la población tutsi víctimas del genocidio de 1994.
Símbola y metáfora
La ciudad de Pontevedra se encuentra moteada de proyectos de carácter fundamentalmente metafórico y simbólico. Comisariada por Antón Castro –con Agar Ledo como comisaria adjunta–, la bienal abre sus puertas con ‘Los desastres de la guerra’, de Goya. A partir de ahí, un listado de conflictos bélicos pasados y presentes se encuentran representados por artistas de diferentes nacionalidades. Un ejemplo: el paisaje desértico, la pobreza y el adoctrinamiento yihadista que caracterizan la serie de fotos de Aboubacar Traoré (Mali, 1982). Bajo el título ‘Inch’allah’ (si Dios quiere) vemos a hombres con cascos negros que cubren completamente la cabeza de los protagonistas, elemento que Traoré utiliza para denunciar el lavado de cerebro del fundamentalismo religioso.
Ya no es tanto la empatía la temática principal de esta edición de la Bienal de Pontevedra, sino más bien su restauración como eje vertebral perdido. Empatía: dícese de la capacidad de identificarse con alguien, compartir sus sentimientos, ponerse en su lugar, en definitiva: salir de uno mismo. El titular que presenta la macroexposición lo resume del siguiente modo: «60 artistas de 28 nacionalidades proponen respuestas esperanzadoras a un presente en guerra en la 32ª Bienal de Arte de Pontevedra».
Diseñada como un itinerario de doce puntos localizados por toda la ciudad (Fundación RAC,Facultad de Bellas Artes, Isla de las Esculturas…), nos encontramos ante la restauración íntegra de la bienal de arte contemporáneo más antigua de España. Surge en 1969 como certamen de arte local que, edición tras edición, fue afianzando una programación expandida y transfronteriza a partir de 1990. Como tal evento artístico que despliega discursos, diálogos y reflexiones de carácter internacional, cerró sus puertas en el año 2010 y ahora regresa como acontecimiento cultural que pretende ser una referencia dentro del panorama artístico actual.
En palabras del comisario: «A Palestina se le dedica un conjunto de obras ubicadas en el Edificio Castelao, presentadas por Raida Adon, Miki Kratsman, Miki Leal, Isabel Rocamora y Rosalind Nashashibi. Otros conflictos actuales estarán presentes en la Bienal, como la situación del pueblo kurdo, desde la mirada personal de Zehra Dogan, el yihadismo en el Sahel, a través de las fotos del maliense Aboubacar Traoré, o el conflicto en Ucrania tratado por el cubano Dagoberto Rodríguez, el gallego Gabriel Tizón o los ucranios Yarema Malashchuk y Roman Khimei, en una pieza de vídeo coproducida en colaboración con la 36ª Bienal de Artes Gráficas de Liubliana».
El conflicto, armado o sin armar, se subraya en el ámbito del arte contemporáneo, no así la paz o los levantamientos militares, por ejemplo. Resulta curioso cómo a la hora de ensalzar una exposición colectiva con el tema de la guerra por bandera no se acercan obras de paz, en las que haya sido todo un éxito la mediación, la conciliación o la negociación. Sálvese Olafur Eliasson (Dinamarca, 1967) con su instalación ‘Colour Square Sphere’, de 2007. Espejos, bombillas y vidrios tintados a modo de caleidoscopio lumínico, figuras geométricas que se reflejan y se proyectan dentro y fuera del museo de Pontevedra. Los espacios de Eliasson siempre se adaptan a cualquier evento, de abertura a la imaginación y los sentidos, de guerra y paz…
«En un mundo gobernado por psicópatas narcisistas» (Antón Castro dixit), desde el arte contemporáneo encontramos más que respuestas, propuestas. Destacamos la obra situada en la primera vivienda que se encendió en Galicia con luz eléctrica. En la fachada de la Casa de la Luz, Emily Jacir (Belén, 1972) retoma una investigación iniciada en el año 2007 alrededor de Wael Zuaiter. ‘Sin título’ (2025) es un homenaje al asesinato del traductor Zuaiter, intelectual palestino ejecutado por agentes del Mosad en 1972. La bala definitiva atravesó el libro de ‘Las mil y una noches’ que llevaba consigo. En Pontevedra expone un tapiz que muestra el libro de cuentos de Oriente Medio atravesada por una bala y un neón con una cita de Francis Thompson: «No puedes agitar una flor sin hacer temblar una estrella».
Bienal de Arte de Pontevedra
‘Volver a ser humanos. Ante el dolor de los demás’. Sede principal: Museo de Pontevedra. Pontevedra. C/ Padre Amoedo, 3. Comisario: Antón Castro. Hasta el 30 de septiembre. Cuatro estrellas.
De alguna manera, a lo largo de la visita a esta edición de la bienal, la figura del artista se nos acerca desde su perfil de ‘peacemaker’, hacedor de paz con los recursos de su medio, un tipo de mediación a través de la imagen para que el espectador se ubique en este avatar del mundo atravesado por aquellos psicópatas narcisistas cuyas manos mecen la cuna, y que gobiernan el mundo.
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