Bajo un cálido sol y cielo azul, Trafalgar Square, el corazón de Londres, latió el domingo al compás de una orquesta. Pero no fue un concierto cualquiera. En medio de un mundo cargado de incertidumbre, guerras y divisiones que parecen insalvables, la London Symphony Orchestra (LSO) ofreció algo más que música: ofreció una posibilidad de encuentro , de escucha, de comunión. Miles de personas, unas 7.000 según los organizadores, se dieron cita frente a la National Gallery para asistir al BMW Classics, el ya tradicional concierto gratuito que la LSO celebra cada año en la emblemática plaza londinense. Esta vez, con una novedad de calado: por primera vez, la batuta estuvo en manos de Antonio Pappano , el carismático director italo-británico que ha asumido recientemente la dirección titular de la orquesta.«Este es hoy el mejor recinto de conciertos del planeta», dijo Pappano sobre el podio, dirigiéndose desde el corazón a una audiencia multicultural y multigeneracional entregada. Habló con entusiasmo y sin fórmulas aprendidas, con esa mezcla de cercanía y autoridad que lo distingue dentro y fuera del escenario. Y no parecía una hipérbole. Trafalgar Square, que ha sido escenario de todo tipo de manifestaciones políticas y sociales, se transformó durante cien minutos en una especie de ágora sinfónica. «Poder darle algo así a la ciudad, a la gente, en el mismo centro de Londres, es una oportunidad maravillosa», declaró emocionado en conversación con ABC tras el concierto. «Y eso crea una atmósfera increíble, muy especial. Es una oportunidad para comunicar, y para mostrar que la música clásica no es algo a lo que temer. Es hermosa. Puedes sentir una reacción en el estómago al escucharla , ¿sabes? Es muy intensa«.Noticia Relacionada MÚSICA reportaje Si Gustavo Dudamel: «Si un país funcionara como una orquesta, las cosas nos irían mejor» Clara Molla PagánEl concierto ofreció una selección de piezas del repertorio clásico , como el «Capricco sinfonico» de Puccini o la «Juventus» de Sabata , entrelazadas con una nueva obra comisionada expresamente para la ocasión. Como cada año, la pieza fue escrita para una orquesta de habilidades mixtas, donde músicos profesionales comparten atril con jóvenes de la Discovery Orchestra , un proyecto educativo y comunitario donde muchos son participantes de varios programas que impulsan la inclusión y el talento musical para jóvenes de contextos de alta vulnerabilidad. El encargo de este año recayó en la compositora emergente Isabella Gellis , y su partitura sirvió como columna vertebral de un programa que conjugaba excelencia artística y compromiso social.En ese equilibrio entre tradición e innovación, entre la autoridad de una de las orquestas más reputadas del mundo y la frescura de una nueva generación de intérpretes, algunos de tan sólo 11 años, reside precisamente la fuerza del evento, en el que quedó claro que la música sigue teniendo un poder de convocatoria y transformación que se manifiesta con gran claridad en una plaza abierta al público, sin barreras económicas ni simbólicas.»Si hay dos personas tocando, deben escucharse entre sí, deben conversar»Para Pappano, esa dimensión es crucial, sobre todo en un tiempo marcado por la fragmentación. «Hacer música, especialmente cuando hay más de una persona haciéndola, para mí es la mejor metáfora de la comunicación», reflexionó. «Si hay dos personas tocando, deben escucharse entre sí, deben conversar. El problema con mucho de lo que pasa hoy en el mundo es que la gente no habla. Si no están de acuerdo, se mantienen separados, se ven como enemigos» pero « la música no funciona así . Incluso en una gran orquesta, hay que escuchar, darse cuenta de quién es el protagonista en cada momento. Yo estoy allí para guiar, para inspirar, si puedo. Pero este acto de escuchar… Incluso puedes estar en desacuerdo, no digo que por hablar se deba estar de acuerdo, pero si escuchas, entiendes mejor a la otra persona. Y creo que ese se ha vuelto un problema en el mundo actual».Esa filosofía se materializó de forma visible con la participación de los jóvenes músicos a quienes, como destacó el propio Pappano, dirigía por primera vez. «La mayoría de los chicos que tocaron hoy vienen del Este de Londres , de entornos desfavorecidos. Pero tienen la oportunidad de recibir tutorías« por parte de miembros de la orquesta, »de estar cerca de este tipo de música. Quién sabe si continuarán en la música, pero el hecho de que tengan esa exposición, de que tengan la oportunidad, eso es algo muy importante, porque además en los colegios se enseña cada vez menos música. Así que creo que el programa LSO Discovery es un verdadero regalo. Y estoy muy orgulloso de ellos».Para Kathryn McDowell, que precisamente está celebrando sus 20 años como directora general de la London Symphony Orchestra, este evento es también una declaración de principios. «Hace ya unos quince años sentimos que realmente queríamos organizar un evento en el centro de Londres, en una de las plazas y espacios públicos más emblemáticos de la ciudad», explicó. « Somos una orquesta residente en el Barbican Centre , así que todos nuestros conciertos de invierno los tocamos allí. Pero queríamos hacer algo gratuito para los londinenses. Y también sentíamos la necesidad de mostrar parte del trabajo que realizamos en el Este de Londres con los menores«.Desde entonces, el BMW Classics se ha convertido en un escaparate del trabajo educativo y social de la LSO. Cada edición implica la participación directa de músicos jóvenes en formación, quienes tienen la posibilidad, a menudo por primera vez, de tocar en un entorno profesional . «Queríamos que fuera con nuestro director titular, con un repertorio sólido, con un enfoque claro: obras mayores del repertorio clásico, no un concierto de música pop. Y que incluyéramos a esos jóvenes. Esa idea ha estado presente desde el principio».La orquesta, a través de su programa LSO Discovery, llega cada año a más de 60.000 personas mediante talleres, clases, conciertos participativos y becas, e iniciativas como la East London Academy ofrecen formación gratuita a jóvenes entre 11 y 18 años con talento musical, pero sin acceso a recursos. Y más allá de la estructura y la pedagogía, en un mundo que atraviesa tiempos de incertidumbre, McDowell ve en la música una herramienta poderosa: « Siempre he creído que la música tiene un poder especial para trascender barreras: culturales, religiosas, raciales e incluso de comprensión. La música puede comunicar de una forma que muchas otras cosas no pueden. Y une a las personas. No están compitiendo entre sí, están compartiendo«. Y añade: »Una gran orquesta puede reunir a la gente a través de la música, y hay que compartir esa creencia y esa oportunidad con los jóvenes, para que ellos adquieran un lenguaje con el cual comprenderse mejor entre ellos y entender mejor el mundo que los rodea«.En esa lógica de lo compartido, Trafalgar Square se volvió por unas horas un espacio sin jerarquías. «A veces, una sala de conciertos puede parecer un lugar inaccesible para algunas personas«, reconocía McDowell. »Nosotros trabajamos mucho para que nuestros conciertos sean accesibles, tanto en precio como en programación. Pero este tipo de evento es completamente abierto. Esta es una plaza icónica para los londinenses. Y aquí estamos, sobre un escenario hermoso, en un entorno precioso, diciendo: por favor, compartan nuestra música. Y espero que eso contribuya a una mayor comprensión entre comunidades y personas que quizá no sientan que tienen conexión entre sí«. Bajo un cálido sol y cielo azul, Trafalgar Square, el corazón de Londres, latió el domingo al compás de una orquesta. Pero no fue un concierto cualquiera. En medio de un mundo cargado de incertidumbre, guerras y divisiones que parecen insalvables, la London Symphony Orchestra (LSO) ofreció algo más que música: ofreció una posibilidad de encuentro , de escucha, de comunión. Miles de personas, unas 7.000 según los organizadores, se dieron cita frente a la National Gallery para asistir al BMW Classics, el ya tradicional concierto gratuito que la LSO celebra cada año en la emblemática plaza londinense. Esta vez, con una novedad de calado: por primera vez, la batuta estuvo en manos de Antonio Pappano , el carismático director italo-británico que ha asumido recientemente la dirección titular de la orquesta.«Este es hoy el mejor recinto de conciertos del planeta», dijo Pappano sobre el podio, dirigiéndose desde el corazón a una audiencia multicultural y multigeneracional entregada. Habló con entusiasmo y sin fórmulas aprendidas, con esa mezcla de cercanía y autoridad que lo distingue dentro y fuera del escenario. Y no parecía una hipérbole. Trafalgar Square, que ha sido escenario de todo tipo de manifestaciones políticas y sociales, se transformó durante cien minutos en una especie de ágora sinfónica. «Poder darle algo así a la ciudad, a la gente, en el mismo centro de Londres, es una oportunidad maravillosa», declaró emocionado en conversación con ABC tras el concierto. «Y eso crea una atmósfera increíble, muy especial. Es una oportunidad para comunicar, y para mostrar que la música clásica no es algo a lo que temer. Es hermosa. Puedes sentir una reacción en el estómago al escucharla , ¿sabes? Es muy intensa«.Noticia Relacionada MÚSICA reportaje Si Gustavo Dudamel: «Si un país funcionara como una orquesta, las cosas nos irían mejor» Clara Molla PagánEl concierto ofreció una selección de piezas del repertorio clásico , como el «Capricco sinfonico» de Puccini o la «Juventus» de Sabata , entrelazadas con una nueva obra comisionada expresamente para la ocasión. Como cada año, la pieza fue escrita para una orquesta de habilidades mixtas, donde músicos profesionales comparten atril con jóvenes de la Discovery Orchestra , un proyecto educativo y comunitario donde muchos son participantes de varios programas que impulsan la inclusión y el talento musical para jóvenes de contextos de alta vulnerabilidad. El encargo de este año recayó en la compositora emergente Isabella Gellis , y su partitura sirvió como columna vertebral de un programa que conjugaba excelencia artística y compromiso social.En ese equilibrio entre tradición e innovación, entre la autoridad de una de las orquestas más reputadas del mundo y la frescura de una nueva generación de intérpretes, algunos de tan sólo 11 años, reside precisamente la fuerza del evento, en el que quedó claro que la música sigue teniendo un poder de convocatoria y transformación que se manifiesta con gran claridad en una plaza abierta al público, sin barreras económicas ni simbólicas.»Si hay dos personas tocando, deben escucharse entre sí, deben conversar»Para Pappano, esa dimensión es crucial, sobre todo en un tiempo marcado por la fragmentación. «Hacer música, especialmente cuando hay más de una persona haciéndola, para mí es la mejor metáfora de la comunicación», reflexionó. «Si hay dos personas tocando, deben escucharse entre sí, deben conversar. El problema con mucho de lo que pasa hoy en el mundo es que la gente no habla. Si no están de acuerdo, se mantienen separados, se ven como enemigos» pero « la música no funciona así . Incluso en una gran orquesta, hay que escuchar, darse cuenta de quién es el protagonista en cada momento. Yo estoy allí para guiar, para inspirar, si puedo. Pero este acto de escuchar… Incluso puedes estar en desacuerdo, no digo que por hablar se deba estar de acuerdo, pero si escuchas, entiendes mejor a la otra persona. Y creo que ese se ha vuelto un problema en el mundo actual».Esa filosofía se materializó de forma visible con la participación de los jóvenes músicos a quienes, como destacó el propio Pappano, dirigía por primera vez. «La mayoría de los chicos que tocaron hoy vienen del Este de Londres , de entornos desfavorecidos. Pero tienen la oportunidad de recibir tutorías« por parte de miembros de la orquesta, »de estar cerca de este tipo de música. Quién sabe si continuarán en la música, pero el hecho de que tengan esa exposición, de que tengan la oportunidad, eso es algo muy importante, porque además en los colegios se enseña cada vez menos música. Así que creo que el programa LSO Discovery es un verdadero regalo. Y estoy muy orgulloso de ellos».Para Kathryn McDowell, que precisamente está celebrando sus 20 años como directora general de la London Symphony Orchestra, este evento es también una declaración de principios. «Hace ya unos quince años sentimos que realmente queríamos organizar un evento en el centro de Londres, en una de las plazas y espacios públicos más emblemáticos de la ciudad», explicó. « Somos una orquesta residente en el Barbican Centre , así que todos nuestros conciertos de invierno los tocamos allí. Pero queríamos hacer algo gratuito para los londinenses. Y también sentíamos la necesidad de mostrar parte del trabajo que realizamos en el Este de Londres con los menores«.Desde entonces, el BMW Classics se ha convertido en un escaparate del trabajo educativo y social de la LSO. Cada edición implica la participación directa de músicos jóvenes en formación, quienes tienen la posibilidad, a menudo por primera vez, de tocar en un entorno profesional . «Queríamos que fuera con nuestro director titular, con un repertorio sólido, con un enfoque claro: obras mayores del repertorio clásico, no un concierto de música pop. Y que incluyéramos a esos jóvenes. Esa idea ha estado presente desde el principio».La orquesta, a través de su programa LSO Discovery, llega cada año a más de 60.000 personas mediante talleres, clases, conciertos participativos y becas, e iniciativas como la East London Academy ofrecen formación gratuita a jóvenes entre 11 y 18 años con talento musical, pero sin acceso a recursos. Y más allá de la estructura y la pedagogía, en un mundo que atraviesa tiempos de incertidumbre, McDowell ve en la música una herramienta poderosa: « Siempre he creído que la música tiene un poder especial para trascender barreras: culturales, religiosas, raciales e incluso de comprensión. La música puede comunicar de una forma que muchas otras cosas no pueden. Y une a las personas. No están compitiendo entre sí, están compartiendo«. Y añade: »Una gran orquesta puede reunir a la gente a través de la música, y hay que compartir esa creencia y esa oportunidad con los jóvenes, para que ellos adquieran un lenguaje con el cual comprenderse mejor entre ellos y entender mejor el mundo que los rodea«.En esa lógica de lo compartido, Trafalgar Square se volvió por unas horas un espacio sin jerarquías. «A veces, una sala de conciertos puede parecer un lugar inaccesible para algunas personas«, reconocía McDowell. »Nosotros trabajamos mucho para que nuestros conciertos sean accesibles, tanto en precio como en programación. Pero este tipo de evento es completamente abierto. Esta es una plaza icónica para los londinenses. Y aquí estamos, sobre un escenario hermoso, en un entorno precioso, diciendo: por favor, compartan nuestra música. Y espero que eso contribuya a una mayor comprensión entre comunidades y personas que quizá no sientan que tienen conexión entre sí«.
Bajo un cálido sol y cielo azul, Trafalgar Square, el corazón de Londres, latió el domingo al compás de una orquesta. Pero no fue un concierto cualquiera. En medio de un mundo cargado de incertidumbre, guerras y divisiones que parecen insalvables, la London Symphony Orchestra … (LSO) ofreció algo más que música: ofreció una posibilidad de encuentro, de escucha, de comunión. Miles de personas, unas 7.000 según los organizadores, se dieron cita frente a la National Gallery para asistir al BMW Classics, el ya tradicional concierto gratuito que la LSO celebra cada año en la emblemática plaza londinense. Esta vez, con una novedad de calado: por primera vez, la batuta estuvo en manos de Antonio Pappano, el carismático director italo-británico que ha asumido recientemente la dirección titular de la orquesta.
«Este es hoy el mejor recinto de conciertos del planeta», dijo Pappano sobre el podio, dirigiéndose desde el corazón a una audiencia multicultural y multigeneracional entregada. Habló con entusiasmo y sin fórmulas aprendidas, con esa mezcla de cercanía y autoridad que lo distingue dentro y fuera del escenario. Y no parecía una hipérbole. Trafalgar Square, que ha sido escenario de todo tipo de manifestaciones políticas y sociales, se transformó durante cien minutos en una especie de ágora sinfónica. «Poder darle algo así a la ciudad, a la gente, en el mismo centro de Londres, es una oportunidad maravillosa», declaró emocionado en conversación con ABC tras el concierto. «Y eso crea una atmósfera increíble, muy especial. Es una oportunidad para comunicar, y para mostrar que la música clásica no es algo a lo que temer. Es hermosa. Puedes sentir una reacción en el estómago al escucharla, ¿sabes? Es muy intensa«.
El concierto ofreció una selección de piezas del repertorio clásico, como el «Capricco sinfonico» de Puccini o la «Juventus» de Sabata, entrelazadas con una nueva obra comisionada expresamente para la ocasión. Como cada año, la pieza fue escrita para una orquesta de habilidades mixtas, donde músicos profesionales comparten atril con jóvenes de la Discovery Orchestra, un proyecto educativo y comunitario donde muchos son participantes de varios programas que impulsan la inclusión y el talento musical para jóvenes de contextos de alta vulnerabilidad. El encargo de este año recayó en la compositora emergente Isabella Gellis, y su partitura sirvió como columna vertebral de un programa que conjugaba excelencia artística y compromiso social.
En ese equilibrio entre tradición e innovación, entre la autoridad de una de las orquestas más reputadas del mundo y la frescura de una nueva generación de intérpretes, algunos de tan sólo 11 años, reside precisamente la fuerza del evento, en el que quedó claro que la música sigue teniendo un poder de convocatoria y transformación que se manifiesta con gran claridad en una plaza abierta al público, sin barreras económicas ni simbólicas.
«Si hay dos personas tocando, deben escucharse entre sí, deben conversar»
Para Pappano, esa dimensión es crucial, sobre todo en un tiempo marcado por la fragmentación. «Hacer música, especialmente cuando hay más de una persona haciéndola, para mí es la mejor metáfora de la comunicación», reflexionó. «Si hay dos personas tocando, deben escucharse entre sí, deben conversar. El problema con mucho de lo que pasa hoy en el mundo es que la gente no habla. Si no están de acuerdo, se mantienen separados, se ven como enemigos» pero «la música no funciona así. Incluso en una gran orquesta, hay que escuchar, darse cuenta de quién es el protagonista en cada momento. Yo estoy allí para guiar, para inspirar, si puedo. Pero este acto de escuchar… Incluso puedes estar en desacuerdo, no digo que por hablar se deba estar de acuerdo, pero si escuchas, entiendes mejor a la otra persona. Y creo que ese se ha vuelto un problema en el mundo actual».
Esa filosofía se materializó de forma visible con la participación de los jóvenes músicos a quienes, como destacó el propio Pappano, dirigía por primera vez. «La mayoría de los chicos que tocaron hoy vienen del Este de Londres, de entornos desfavorecidos. Pero tienen la oportunidad de recibir tutorías« por parte de miembros de la orquesta, »de estar cerca de este tipo de música. Quién sabe si continuarán en la música, pero el hecho de que tengan esa exposición, de que tengan la oportunidad, eso es algo muy importante, porque además en los colegios se enseña cada vez menos música. Así que creo que el programa LSO Discovery es un verdadero regalo. Y estoy muy orgulloso de ellos».
Para Kathryn McDowell, que precisamente está celebrando sus 20 años como directora general de la London Symphony Orchestra, este evento es también una declaración de principios. «Hace ya unos quince años sentimos que realmente queríamos organizar un evento en el centro de Londres, en una de las plazas y espacios públicos más emblemáticos de la ciudad», explicó. «Somos una orquesta residente en el Barbican Centre, así que todos nuestros conciertos de invierno los tocamos allí. Pero queríamos hacer algo gratuito para los londinenses. Y también sentíamos la necesidad de mostrar parte del trabajo que realizamos en el Este de Londres con los menores«.
Desde entonces, el BMW Classics se ha convertido en un escaparate del trabajo educativo y social de la LSO. Cada edición implica la participación directa de músicos jóvenes en formación, quienes tienen la posibilidad, a menudo por primera vez, de tocar en un entorno profesional. «Queríamos que fuera con nuestro director titular, con un repertorio sólido, con un enfoque claro: obras mayores del repertorio clásico, no un concierto de música pop. Y que incluyéramos a esos jóvenes. Esa idea ha estado presente desde el principio».
La orquesta, a través de su programa LSO Discovery, llega cada año a más de 60.000 personas mediante talleres, clases, conciertos participativos y becas, e iniciativas como la East London Academy ofrecen formación gratuita a jóvenes entre 11 y 18 años con talento musical, pero sin acceso a recursos.
Y más allá de la estructura y la pedagogía, en un mundo que atraviesa tiempos de incertidumbre, McDowell ve en la música una herramienta poderosa: «Siempre he creído que la música tiene un poder especial para trascender barreras: culturales, religiosas, raciales e incluso de comprensión. La música puede comunicar de una forma que muchas otras cosas no pueden. Y une a las personas. No están compitiendo entre sí, están compartiendo«. Y añade: »Una gran orquesta puede reunir a la gente a través de la música, y hay que compartir esa creencia y esa oportunidad con los jóvenes, para que ellos adquieran un lenguaje con el cual comprenderse mejor entre ellos y entender mejor el mundo que los rodea«.
En esa lógica de lo compartido, Trafalgar Square se volvió por unas horas un espacio sin jerarquías. «A veces, una sala de conciertos puede parecer un lugar inaccesible para algunas personas«, reconocía McDowell. »Nosotros trabajamos mucho para que nuestros conciertos sean accesibles, tanto en precio como en programación. Pero este tipo de evento es completamente abierto. Esta es una plaza icónica para los londinenses. Y aquí estamos, sobre un escenario hermoso, en un entorno precioso, diciendo: por favor, compartan nuestra música. Y espero que eso contribuya a una mayor comprensión entre comunidades y personas que quizá no sientan que tienen conexión entre sí«.
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