Vuelve Enrique Vila-Matas y lo hace por todo lo alto con una novela que conecta con algunos libros capitales en su narrativa, como la ‘Historia abreviada de la literatura portátil’ o ‘Bartleby y compañía’ pero que, a la vez, salta sus límites y ensancha su obra. El protagonista, Vidal Escabia, trabaja en la elaboración de un canon por encargo de su maestro, el escritor Altobelli, que antes de morir trabajaba en una antología « de escritores desorientados, perdidos, malditos, sonámbulos o, por decirlo de otro modo, paralizados por su lucidez». NOVELA ‘Canon de cámara oscura’ Autor Enrique Vila-Matas Editorial Seix Barral Año 2025 Páginas 220 Precio 19,90 euros 4Pero este canon tiene poco de convencional: es un canon desplazado e intempestivo formado a partir de libros que Escabia elige casi a ciegas en una biblioteca a oscuras, uno cada día; después los lleva a la ventana e iluminados por la luz elige «un fragmento que me seduzca, que me inyecte ese estímulo impagable que me acaba llevando al gabinete de la escritura»; y, por último, anota sus impresiones. Y como sucede siempre en los libros de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), la vida y la literatura permean y se funden hasta ser indistinguibles: esos setenta y un libros elegidos acaban por ser una especie de oráculo que guía el devenir del protagonista. Vila-Matas se permite una pequeña gamberrada y convierte a su personaje en alguien que puede ser (o no) un Denver-7, un androide que se desprogramó en el gran apagón de Barcelona, para vertebrar una trama que le permite adentrarse en los entresijos de la creación literaria; es el artificio del que se sirve para desplegar su estilo único y magnético, un estilo que se erige en protagonista central de sus obras.Vila-Matas reflexiona sobre el lenguaje, el hecho de escribir y crear; sobre la pulsión de la escrituraEl corazón del libro nace de la pregunta que una amiga lanza a Escabia en una fiesta: quiere saber en qué momento se sintió escritor. A partir de aquí, en ciento veinte fragmentos — lo fragmentario tiene mucho peso en el texto , que es una reivindicación de esta forma de contar—, Vila-Matas reflexiona sobre el lenguaje, el hecho de escribir y crear; sobre la pulsión de la escritura, la intuición «que no tarda en convertirse en seguridad, de que no hay una forma correcta de expresar algo con precisión, pues las combinaciones posibles de palabras en una frase son infinitas».Y también sobre el fracaso como algo inherente a ese intento de plasmar la vida en palabras, la constatación de que lo que se quiere escribir resulta siempre «indecible». Ese fracaso y los «fracasistas» ocupan buena parte del texto y nos ofrecen algunas de las mejores páginas.En el relato de las peripecias de Escabia encontramos al protagonista desdoblado entre narrador y Autor —la duplicidad y la otredad siempre presentes en la obra del escritor barcelonés—, además del ‘Auctor’, con el que Vilas-Matas entra en el texto y se convierte en el personaje de su personaje en un juego metaliterario inconfundiblemente vilamatiano. Las voces ocupan la cabeza del creador del canon que, a lo Whitman, contiene multitudes, y en ellas se proyecta la dicotomía entre lo que vivimos y el relato que construimos de lo vivido, de nosotros mismos.La novela tiene varias ideas memorables : por un lado, esa propuesta contradictoria de hacer un canon que representa todo lo contrario a la definición de canon —nada normativo, nada totalizador, nada objetivo—; por otro, el viaje de los libros de la oscuridad a la luz y después a un lugar más alto e importante todavía: la escritura como lugar superior y central por encima de todo, pero que necesita de la iluminación para producirse. También la idea de que la creación de una biblioteca pasa más por eliminar libros que por añadirlos. Y la visión de la literatura como palimpsesto , pues toda obra está compuesta a partir de obras precedentes.Este ‘Canon de cámara oscura’ es un festival de literatura de todos los tiempos, una reunión imposible entre Kafka, Ribeyro, Montaigne, Zweig —y la conexión entre su mundo de ayer y el de hoy—, Sterne, Joseph Roth y otros muchos escritores, algunos reales y algunos inventados, igual que los fragmentos que elige. Todos ellos conforman este canon y, por tanto, la vida de su creador, que —androides aparte— remite en muchas cosas a la del autor. Encontramos en este texto al Vila-Matas más juguetón y libre de los últimos tiempos, un Vila-Matas que logra poner en palabras —sin rozar siquiera el fracaso— su particular relación con la realidad: su personalísima mirada hace que, en sus manos, la vida se empape de literatura y la literatura de vida. Vila-Matas añade un nuevo capítulo a ese libro gozoso e incesante que es su obra, doscientas veinte páginas de puro disfrute. Vuelve Enrique Vila-Matas y lo hace por todo lo alto con una novela que conecta con algunos libros capitales en su narrativa, como la ‘Historia abreviada de la literatura portátil’ o ‘Bartleby y compañía’ pero que, a la vez, salta sus límites y ensancha su obra. El protagonista, Vidal Escabia, trabaja en la elaboración de un canon por encargo de su maestro, el escritor Altobelli, que antes de morir trabajaba en una antología « de escritores desorientados, perdidos, malditos, sonámbulos o, por decirlo de otro modo, paralizados por su lucidez». NOVELA ‘Canon de cámara oscura’ Autor Enrique Vila-Matas Editorial Seix Barral Año 2025 Páginas 220 Precio 19,90 euros 4Pero este canon tiene poco de convencional: es un canon desplazado e intempestivo formado a partir de libros que Escabia elige casi a ciegas en una biblioteca a oscuras, uno cada día; después los lleva a la ventana e iluminados por la luz elige «un fragmento que me seduzca, que me inyecte ese estímulo impagable que me acaba llevando al gabinete de la escritura»; y, por último, anota sus impresiones. Y como sucede siempre en los libros de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), la vida y la literatura permean y se funden hasta ser indistinguibles: esos setenta y un libros elegidos acaban por ser una especie de oráculo que guía el devenir del protagonista. Vila-Matas se permite una pequeña gamberrada y convierte a su personaje en alguien que puede ser (o no) un Denver-7, un androide que se desprogramó en el gran apagón de Barcelona, para vertebrar una trama que le permite adentrarse en los entresijos de la creación literaria; es el artificio del que se sirve para desplegar su estilo único y magnético, un estilo que se erige en protagonista central de sus obras.Vila-Matas reflexiona sobre el lenguaje, el hecho de escribir y crear; sobre la pulsión de la escrituraEl corazón del libro nace de la pregunta que una amiga lanza a Escabia en una fiesta: quiere saber en qué momento se sintió escritor. A partir de aquí, en ciento veinte fragmentos — lo fragmentario tiene mucho peso en el texto , que es una reivindicación de esta forma de contar—, Vila-Matas reflexiona sobre el lenguaje, el hecho de escribir y crear; sobre la pulsión de la escritura, la intuición «que no tarda en convertirse en seguridad, de que no hay una forma correcta de expresar algo con precisión, pues las combinaciones posibles de palabras en una frase son infinitas».Y también sobre el fracaso como algo inherente a ese intento de plasmar la vida en palabras, la constatación de que lo que se quiere escribir resulta siempre «indecible». Ese fracaso y los «fracasistas» ocupan buena parte del texto y nos ofrecen algunas de las mejores páginas.En el relato de las peripecias de Escabia encontramos al protagonista desdoblado entre narrador y Autor —la duplicidad y la otredad siempre presentes en la obra del escritor barcelonés—, además del ‘Auctor’, con el que Vilas-Matas entra en el texto y se convierte en el personaje de su personaje en un juego metaliterario inconfundiblemente vilamatiano. Las voces ocupan la cabeza del creador del canon que, a lo Whitman, contiene multitudes, y en ellas se proyecta la dicotomía entre lo que vivimos y el relato que construimos de lo vivido, de nosotros mismos.La novela tiene varias ideas memorables : por un lado, esa propuesta contradictoria de hacer un canon que representa todo lo contrario a la definición de canon —nada normativo, nada totalizador, nada objetivo—; por otro, el viaje de los libros de la oscuridad a la luz y después a un lugar más alto e importante todavía: la escritura como lugar superior y central por encima de todo, pero que necesita de la iluminación para producirse. También la idea de que la creación de una biblioteca pasa más por eliminar libros que por añadirlos. Y la visión de la literatura como palimpsesto , pues toda obra está compuesta a partir de obras precedentes.Este ‘Canon de cámara oscura’ es un festival de literatura de todos los tiempos, una reunión imposible entre Kafka, Ribeyro, Montaigne, Zweig —y la conexión entre su mundo de ayer y el de hoy—, Sterne, Joseph Roth y otros muchos escritores, algunos reales y algunos inventados, igual que los fragmentos que elige. Todos ellos conforman este canon y, por tanto, la vida de su creador, que —androides aparte— remite en muchas cosas a la del autor. Encontramos en este texto al Vila-Matas más juguetón y libre de los últimos tiempos, un Vila-Matas que logra poner en palabras —sin rozar siquiera el fracaso— su particular relación con la realidad: su personalísima mirada hace que, en sus manos, la vida se empape de literatura y la literatura de vida. Vila-Matas añade un nuevo capítulo a ese libro gozoso e incesante que es su obra, doscientas veinte páginas de puro disfrute.
Vuelve Enrique Vila-Matas y lo hace por todo lo alto con una novela que conecta con algunos libros capitales en su narrativa, como la ‘Historia abreviada de la literatura portátil’ o ‘Bartleby y compañía’ pero que, a la vez, salta sus límites y ensancha … su obra.
El protagonista, Vidal Escabia, trabaja en la elaboración de un canon por encargo de su maestro, el escritor Altobelli, que antes de morir trabajaba en una antología «de escritores desorientados, perdidos, malditos, sonámbulos o, por decirlo de otro modo, paralizados por su lucidez».

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Autor
Enrique Vila-Matas -
Editorial
Seix Barral -
Año
2025 -
Páginas
220 -
Precio
19,90 euros
Pero este canon tiene poco de convencional: es un canon desplazado e intempestivo formado a partir de libros que Escabia elige casi a ciegas en una biblioteca a oscuras, uno cada día; después los lleva a la ventana e iluminados por la luz elige «un fragmento que me seduzca, que me inyecte ese estímulo impagable que me acaba llevando al gabinete de la escritura»; y, por último, anota sus impresiones.
Y como sucede siempre en los libros de Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), la vida y la literatura permean y se funden hasta ser indistinguibles: esos setenta y un libros elegidos acaban por ser una especie de oráculo que guía el devenir del protagonista.
Vila-Matas se permite una pequeña gamberrada y convierte a su personaje en alguien que puede ser (o no) un Denver-7, un androide que se desprogramó en el gran apagón de Barcelona, para vertebrar una trama que le permite adentrarse en los entresijos de la creación literaria; es el artificio del que se sirve para desplegar su estilo único y magnético, un estilo que se erige en protagonista central de sus obras.
Vila-Matas reflexiona sobre el lenguaje, el hecho de escribir y crear; sobre la pulsión de la escritura
El corazón del libro nace de la pregunta que una amiga lanza a Escabia en una fiesta: quiere saber en qué momento se sintió escritor. A partir de aquí, en ciento veinte fragmentos —lo fragmentario tiene mucho peso en el texto, que es una reivindicación de esta forma de contar—, Vila-Matas reflexiona sobre el lenguaje, el hecho de escribir y crear; sobre la pulsión de la escritura, la intuición «que no tarda en convertirse en seguridad, de que no hay una forma correcta de expresar algo con precisión, pues las combinaciones posibles de palabras en una frase son infinitas».
Y también sobre el fracaso como algo inherente a ese intento de plasmar la vida en palabras, la constatación de que lo que se quiere escribir resulta siempre «indecible». Ese fracaso y los «fracasistas» ocupan buena parte del texto y nos ofrecen algunas de las mejores páginas.
En el relato de las peripecias de Escabia encontramos al protagonista desdoblado entre narrador y Autor —la duplicidad y la otredad siempre presentes en la obra del escritor barcelonés—, además del ‘Auctor’, con el que Vilas-Matas entra en el texto y se convierte en el personaje de su personaje en un juego metaliterario inconfundiblemente vilamatiano.
Las voces ocupan la cabeza del creador del canon que, a lo Whitman, contiene multitudes, y en ellas se proyecta la dicotomía entre lo que vivimos y el relato que construimos de lo vivido, de nosotros mismos.
La novela tiene varias ideas memorables: por un lado, esa propuesta contradictoria de hacer un canon que representa todo lo contrario a la definición de canon —nada normativo, nada totalizador, nada objetivo—; por otro, el viaje de los libros de la oscuridad a la luz y después a un lugar más alto e importante todavía: la escritura como lugar superior y central por encima de todo, pero que necesita de la iluminación para producirse. También la idea de que la creación de una biblioteca pasa más por eliminar libros que por añadirlos. Y la visión de la literatura como palimpsesto, pues toda obra está compuesta a partir de obras precedentes.
Este ‘Canon de cámara oscura’ es un festival de literatura de todos los tiempos, una reunión imposible entre Kafka, Ribeyro, Montaigne, Zweig —y la conexión entre su mundo de ayer y el de hoy—, Sterne, Joseph Roth y otros muchos escritores, algunos reales y algunos inventados, igual que los fragmentos que elige. Todos ellos conforman este canon y, por tanto, la vida de su creador, que —androides aparte— remite en muchas cosas a la del autor.
Encontramos en este texto al Vila-Matas más juguetón y libre de los últimos tiempos, un Vila-Matas que logra poner en palabras —sin rozar siquiera el fracaso— su particular relación con la realidad: su personalísima mirada hace que, en sus manos, la vida se empape de literatura y la literatura de vida. Vila-Matas añade un nuevo capítulo a ese libro gozoso e incesante que es su obra, doscientas veinte páginas de puro disfrute.
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