Para morir sólo se necesita una amiga (y la tilde). Pero no una como esa que busca Tilda Swinton en la última película de Almodóvar, una como la que ya tiene Michelle Williams en ‘Dying for sex’ (‘Morir por sexo’, Disney+). La miniserie de ocho capítulos está basada en la historia real de Molly Kochan, una mujer con un cáncer terminal que contó su vida en un pódcast. Cuando le comunicaron el cáncer metastásico , dejó a su marido y se puso a experimentar con el sexo. La ficción es una creación de Elizabeth Meriwether y Kim Rosenstock dirigida por Shannon Murphy y Chris Teaghe. Hemos visto muchas series con el cáncer de una mujer. Por ejemplo, ‘The Big C’ (2010), protagonizada por Laura Linney. Ella estaba estupenda pero quizás la serie no tenía frescura. De eso le sobra a ‘Morir por sexo’. En lo que vemos, en lo que piensa Molly, en su amiga Nikki (Jenny Slate), en su marido (Jay Duplass), en sus extravagantes parejas sexuales o en su madre, la maravillosa Sissy Spacek, una drogadicta que se siente culpable porque un novio obligó a su hija de siete años a chuparsela. El trauma no lo tiene la hija, sino la madre.Noticia Relacionada estandar No Calendario de series: abril se infecta de zombis y otras realidades distópicas Clara Molla Pagán El regreso de ‘The last of us’ o el final de ‘El cuento de la criada’, entre las series más destacadas del mes«Es mi vida, es mi muerte» , dice Molly al principio de la serie (se han tomado muchas licencias con respecto a la historia real). «Quiero morir contigo y he dejado a Steve» (sobre la elección de la amiga para irse). Hay un intento de sexo con el marido que acaba porque él se pone a llorar. «Es por tus tetas. Pienso en la mastectomía y no puedo». Viendo la escena, cualquiera pensaría que lo que le iba a cortar el rollo era el sujetador color carne de Molly. Sí, los sujetadores color ‘canne’ son imprescindibles, pero como son para que no se vean con la ropa, también es obligatorio que nadie los vea sin la ropa.Cuando se ve con el especialista en cuidados paliativos , esta le dice que la gente que va a morir suele tener deseos de hacer cualquier cosa, no sé, ver ballenas. Molly le dice: «Nunca he tenido un orgasmo con otra persona» (otra persona que no sea ella). Ah, pues eso. La serie es divertida, bien escrita, tierna y burra. Acaba mal, pero eso lo sabemos desde el principio. ¿Y el camino?La australiana ‘Control total’ (Filmin) tiene tercera temporada. Sigue con líos políticos del primer ministro y su entorno. Lo curioso es que empieza con las consecuencias de unas inundaciones en Queensland, de donde es la protagonista, Alex (Deborah Mailman), indígena en el centro político del país. La otra protagonista es Rachel Griffiths, que ya no es primera ministra (otro indígena lo es). Alex hace una visita por su cuenta a la zona. Parece Valencia . El Gobierno no hace nada, no llegan los servicios de emergencia, siguen apareciendo cadáveres. Que si lo he perdido todo, que los millonarios (aquí una millonaria) no son los que tienen que salvarnos. En las desgracias y en la ineficacia gubernamental todos somos iguales. En cómo nos tomamos la proximidad de la muerte quizás no. Para morir sólo se necesita una amiga (y la tilde). Pero no una como esa que busca Tilda Swinton en la última película de Almodóvar, una como la que ya tiene Michelle Williams en ‘Dying for sex’ (‘Morir por sexo’, Disney+). La miniserie de ocho capítulos está basada en la historia real de Molly Kochan, una mujer con un cáncer terminal que contó su vida en un pódcast. Cuando le comunicaron el cáncer metastásico , dejó a su marido y se puso a experimentar con el sexo. La ficción es una creación de Elizabeth Meriwether y Kim Rosenstock dirigida por Shannon Murphy y Chris Teaghe. Hemos visto muchas series con el cáncer de una mujer. Por ejemplo, ‘The Big C’ (2010), protagonizada por Laura Linney. Ella estaba estupenda pero quizás la serie no tenía frescura. De eso le sobra a ‘Morir por sexo’. En lo que vemos, en lo que piensa Molly, en su amiga Nikki (Jenny Slate), en su marido (Jay Duplass), en sus extravagantes parejas sexuales o en su madre, la maravillosa Sissy Spacek, una drogadicta que se siente culpable porque un novio obligó a su hija de siete años a chuparsela. El trauma no lo tiene la hija, sino la madre.Noticia Relacionada estandar No Calendario de series: abril se infecta de zombis y otras realidades distópicas Clara Molla Pagán El regreso de ‘The last of us’ o el final de ‘El cuento de la criada’, entre las series más destacadas del mes«Es mi vida, es mi muerte» , dice Molly al principio de la serie (se han tomado muchas licencias con respecto a la historia real). «Quiero morir contigo y he dejado a Steve» (sobre la elección de la amiga para irse). Hay un intento de sexo con el marido que acaba porque él se pone a llorar. «Es por tus tetas. Pienso en la mastectomía y no puedo». Viendo la escena, cualquiera pensaría que lo que le iba a cortar el rollo era el sujetador color carne de Molly. Sí, los sujetadores color ‘canne’ son imprescindibles, pero como son para que no se vean con la ropa, también es obligatorio que nadie los vea sin la ropa.Cuando se ve con el especialista en cuidados paliativos , esta le dice que la gente que va a morir suele tener deseos de hacer cualquier cosa, no sé, ver ballenas. Molly le dice: «Nunca he tenido un orgasmo con otra persona» (otra persona que no sea ella). Ah, pues eso. La serie es divertida, bien escrita, tierna y burra. Acaba mal, pero eso lo sabemos desde el principio. ¿Y el camino?La australiana ‘Control total’ (Filmin) tiene tercera temporada. Sigue con líos políticos del primer ministro y su entorno. Lo curioso es que empieza con las consecuencias de unas inundaciones en Queensland, de donde es la protagonista, Alex (Deborah Mailman), indígena en el centro político del país. La otra protagonista es Rachel Griffiths, que ya no es primera ministra (otro indígena lo es). Alex hace una visita por su cuenta a la zona. Parece Valencia . El Gobierno no hace nada, no llegan los servicios de emergencia, siguen apareciendo cadáveres. Que si lo he perdido todo, que los millonarios (aquí una millonaria) no son los que tienen que salvarnos. En las desgracias y en la ineficacia gubernamental todos somos iguales. En cómo nos tomamos la proximidad de la muerte quizás no.
TVEO
En las desgracias y en la ineficacia gubernamental todos somos iguales
Para morir sólo se necesita una amiga (y la tilde). Pero no una como esa que busca Tilda Swinton en la última película de Almodóvar, una como la que ya tiene Michelle Williams en ‘Dying for sex’ (‘Morir por sexo’, Disney+). La … miniserie de ocho capítulos está basada en la historia real de Molly Kochan, una mujer con un cáncer terminal que contó su vida en un pódcast. Cuando le comunicaron el cáncer metastásico, dejó a su marido y se puso a experimentar con el sexo. La ficción es una creación de Elizabeth Meriwether y Kim Rosenstock dirigida por Shannon Murphy y Chris Teaghe.
Hemos visto muchas series con el cáncer de una mujer. Por ejemplo, ‘The Big C’ (2010), protagonizada por Laura Linney. Ella estaba estupenda pero quizás la serie no tenía frescura. De eso le sobra a ‘Morir por sexo’. En lo que vemos, en lo que piensa Molly, en su amiga Nikki (Jenny Slate), en su marido (Jay Duplass), en sus extravagantes parejas sexuales o en su madre, la maravillosa Sissy Spacek, una drogadicta que se siente culpable porque un novio obligó a su hija de siete años a chuparsela. El trauma no lo tiene la hija, sino la madre.
«Es mi vida, es mi muerte», dice Molly al principio de la serie (se han tomado muchas licencias con respecto a la historia real). «Quiero morir contigo y he dejado a Steve» (sobre la elección de la amiga para irse). Hay un intento de sexo con el marido que acaba porque él se pone a llorar. «Es por tus tetas. Pienso en la mastectomía y no puedo». Viendo la escena, cualquiera pensaría que lo que le iba a cortar el rollo era el sujetador color carne de Molly. Sí, los sujetadores color ‘canne’ son imprescindibles, pero como son para que no se vean con la ropa, también es obligatorio que nadie los vea sin la ropa.
Cuando se ve con el especialista en cuidados paliativos, esta le dice que la gente que va a morir suele tener deseos de hacer cualquier cosa, no sé, ver ballenas. Molly le dice: «Nunca he tenido un orgasmo con otra persona» (otra persona que no sea ella). Ah, pues eso. La serie es divertida, bien escrita, tierna y burra. Acaba mal, pero eso lo sabemos desde el principio. ¿Y el camino?
La australiana ‘Control total’ (Filmin) tiene tercera temporada. Sigue con líos políticos del primer ministro y su entorno. Lo curioso es que empieza con las consecuencias de unas inundaciones en Queensland, de donde es la protagonista, Alex (Deborah Mailman), indígena en el centro político del país. La otra protagonista es Rachel Griffiths, que ya no es primera ministra (otro indígena lo es). Alex hace una visita por su cuenta a la zona. Parece Valencia. El Gobierno no hace nada, no llegan los servicios de emergencia, siguen apareciendo cadáveres. Que si lo he perdido todo, que los millonarios (aquí una millonaria) no son los que tienen que salvarnos. En las desgracias y en la ineficacia gubernamental todos somos iguales. En cómo nos tomamos la proximidad de la muerte quizás no.
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