Estamos habituados a relacionar la cultura con elementos tales como la literatura, el teatro, la pintura, la música… y, en general, con las bellas artes. En España tenemos un Ministerio de Cultura que se ocupa de estos asuntos y los medios de comunicación t ienen una sección de cultura, bien diferenciada de otras como la economía, la salud, la política internacional, etc. Esta distinción tiene sólidos fundamentos. La palabra cultura procede de los términos latinos cultus (‘cultivo’) y colere (‘cultivar’), y principalmente tiene el sentido físico de ‘terreno cultivado’ y de la ‘acción de cultivarlo para que dé sus frutos’. En su ‘Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana’ (1954), el filólogo Joan Corominas nos explica que la palabra cultura está registrada desde 1515, referida siempre al cultivo del campo . Sin embargo, en el siglo XVIII el término cultura toma ya su carácter polisémico, añadiendo un significado metafórico. Así, en la edición de 1780 del ‘Diccionario de Autoridades’ publicado por la Real Academia Española define cultura como «el estudio, meditación y enseñanza con que se perfeccionan los talentos del hombre, la hermosura o elegancia del estilo, lenguaje, etc.». En 1718, el diccionario de la Academia Francesa también recoge el término cultura en su sentido figurado como ‘cultivo del espíritu’.La cultura nos hace humanos y nos diferencia de otros primates —que no obstante poseen ciertas aptitudes para desarrollar una cultura muy elementalLa segunda acepción de cultura de nuestro diccionario académico reza lo siguiente: «Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico». Cultura se entendería como la posibilidad de poseer educación, erudición, sabiduría, instrucción, ilustración y formación, conceptos que están en perfecta sintonía con la idea de cultivar y enriquecer nuestra mente con aspectos que no son estrictamente esenciales para la supervivencia, pero que nos aportan emoción, felicidad, placer, valores y una forma de comunicación universal que traspasa fronteras.La tercera acepción de la palabra cultura de nuestro diccionario académico se ajusta razonablemente bien a un concepto mucho más amplio de este término, que es central en el estudio de cualquier faceta de la antropología: «Conjunto de modos de vida y costumbres , conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.». Desde este punto de vista, naturaleza y cultura serían realidades diferentes, que forman parte indisociable de nuestra especie. La cultura nos hace humanos y nos diferencia de otros primates —que no obstante poseen ciertas aptitudes para desarrollar una cultura muy elemental. Nuestro cerebro proyecta su enorme capacidad creativa en la naturaleza, para conformar una realidad diferente que nos confiere capacidad adaptativa. Todo aquello que fluye de nuestra creatividad representa lo que se conoce como patrimonio cultural, que vamos enriqueciendo en beneficio de cada generación. La cultura de la humanidad nació desde el momento en que fuimos capaces de golpear una piedra con otra, transformar la materia prima y crear útiles para mejorar nuestras posibilidades de supervivencia. Estamos habituados a relacionar la cultura con elementos tales como la literatura, el teatro, la pintura, la música… y, en general, con las bellas artes. En España tenemos un Ministerio de Cultura que se ocupa de estos asuntos y los medios de comunicación t ienen una sección de cultura, bien diferenciada de otras como la economía, la salud, la política internacional, etc. Esta distinción tiene sólidos fundamentos. La palabra cultura procede de los términos latinos cultus (‘cultivo’) y colere (‘cultivar’), y principalmente tiene el sentido físico de ‘terreno cultivado’ y de la ‘acción de cultivarlo para que dé sus frutos’. En su ‘Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana’ (1954), el filólogo Joan Corominas nos explica que la palabra cultura está registrada desde 1515, referida siempre al cultivo del campo . Sin embargo, en el siglo XVIII el término cultura toma ya su carácter polisémico, añadiendo un significado metafórico. Así, en la edición de 1780 del ‘Diccionario de Autoridades’ publicado por la Real Academia Española define cultura como «el estudio, meditación y enseñanza con que se perfeccionan los talentos del hombre, la hermosura o elegancia del estilo, lenguaje, etc.». En 1718, el diccionario de la Academia Francesa también recoge el término cultura en su sentido figurado como ‘cultivo del espíritu’.La cultura nos hace humanos y nos diferencia de otros primates —que no obstante poseen ciertas aptitudes para desarrollar una cultura muy elementalLa segunda acepción de cultura de nuestro diccionario académico reza lo siguiente: «Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico». Cultura se entendería como la posibilidad de poseer educación, erudición, sabiduría, instrucción, ilustración y formación, conceptos que están en perfecta sintonía con la idea de cultivar y enriquecer nuestra mente con aspectos que no son estrictamente esenciales para la supervivencia, pero que nos aportan emoción, felicidad, placer, valores y una forma de comunicación universal que traspasa fronteras.La tercera acepción de la palabra cultura de nuestro diccionario académico se ajusta razonablemente bien a un concepto mucho más amplio de este término, que es central en el estudio de cualquier faceta de la antropología: «Conjunto de modos de vida y costumbres , conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.». Desde este punto de vista, naturaleza y cultura serían realidades diferentes, que forman parte indisociable de nuestra especie. La cultura nos hace humanos y nos diferencia de otros primates —que no obstante poseen ciertas aptitudes para desarrollar una cultura muy elemental. Nuestro cerebro proyecta su enorme capacidad creativa en la naturaleza, para conformar una realidad diferente que nos confiere capacidad adaptativa. Todo aquello que fluye de nuestra creatividad representa lo que se conoce como patrimonio cultural, que vamos enriqueciendo en beneficio de cada generación. La cultura de la humanidad nació desde el momento en que fuimos capaces de golpear una piedra con otra, transformar la materia prima y crear útiles para mejorar nuestras posibilidades de supervivencia.
Una mirada académica
En el siglo XVIII el término cultura toma ya su carácter polisémico, añadiendo un significado metafórico
Estamos habituados a relacionar la cultura con elementos tales como la literatura, el teatro, la pintura, la música… y, en general, con las bellas artes. En España tenemos un Ministerio de Cultura que se ocupa de estos asuntos y los medios de comunicación … tienen una sección de cultura, bien diferenciada de otras como la economía, la salud, la política internacional, etc. Esta distinción tiene sólidos fundamentos.
La palabra cultura procede de los términos latinos cultus (‘cultivo’) y colere (‘cultivar’), y principalmente tiene el sentido físico de ‘terreno cultivado’ y de la ‘acción de cultivarlo para que dé sus frutos’. En su ‘Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana’ (1954), el filólogo Joan Corominas nos explica que la palabra cultura está registrada desde 1515, referida siempre al cultivo del campo. Sin embargo, en el siglo XVIII el término cultura toma ya su carácter polisémico, añadiendo un significado metafórico.
Así, en la edición de 1780 del ‘Diccionario de Autoridades’ publicado por la Real Academia Española define cultura como «el estudio, meditación y enseñanza con que se perfeccionan los talentos del hombre, la hermosura o elegancia del estilo, lenguaje, etc.». En 1718, el diccionario de la Academia Francesa también recoge el término cultura en su sentido figurado como ‘cultivo del espíritu’.
La cultura nos hace humanos y nos diferencia de otros primates —que no obstante poseen ciertas aptitudes para desarrollar una cultura muy elemental
La segunda acepción de cultura de nuestro diccionario académico reza lo siguiente: «Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico». Cultura se entendería como la posibilidad de poseer educación, erudición, sabiduría, instrucción, ilustración y formación, conceptos que están en perfecta sintonía con la idea de cultivar y enriquecer nuestra mente con aspectos que no son estrictamente esenciales para la supervivencia, pero que nos aportan emoción, felicidad, placer, valores y una forma de comunicación universal que traspasa fronteras.
La tercera acepción de la palabra cultura de nuestro diccionario académico se ajusta razonablemente bien a un concepto mucho más amplio de este término, que es central en el estudio de cualquier faceta de la antropología: «Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.». Desde este punto de vista, naturaleza y cultura serían realidades diferentes, que forman parte indisociable de nuestra especie.
La cultura nos hace humanos y nos diferencia de otros primates —que no obstante poseen ciertas aptitudes para desarrollar una cultura muy elemental. Nuestro cerebro proyecta su enorme capacidad creativa en la naturaleza, para conformar una realidad diferente que nos confiere capacidad adaptativa. Todo aquello que fluye de nuestra creatividad representa lo que se conoce como patrimonio cultural, que vamos enriqueciendo en beneficio de cada generación. La cultura de la humanidad nació desde el momento en que fuimos capaces de golpear una piedra con otra, transformar la materia prima y crear útiles para mejorar nuestras posibilidades de supervivencia.
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