El arquitecto chino Liu Jiakun es el nuevo galardonado con el premio Pritzker . El suyo es un nombre apenas conocido en Occidente (aún menos de lo que lo era el del japonés Riken Yamamoto , laureado del año pasado y cuya obra ha sido algo más ampliamente difundida a nivel internacional), y con un perfil prolífico e interesante que se presenta revestido de un cierto matiz de singularidad.Nacido en 1956 en el seno de una familia de médicos, pronto optó por profundizar en su inclinación hacia las artes creativas a través del dibujo y la escritura. El inicio de sus estudios de arquitectura en la Universidad de Chonqing en 1978 supuso para él una especie de revelación , no tanto por comprender qué significaba ser un arquitecto, sino por tomar conciencia sobre la importancia de su propia vida. Fue uno de los primeros jóvenes recién titulados que intervinieron en el proceso de reconstrucción y transformación de China promovido por el gobierno de Deng Xiaoping a comienzos de los años 80. Empleado del Instituto de Diseño e Investigación Arquitectónica de Chengdu, se presentó como voluntario para ir a trabajar a Nagqu, en el Tíbet , la región más alta del planeta. Un periodo, entre 1984 y 1986, durante el que comenzó a simultanear el ejercicio de la arquitectura y de la literatura . La exploración de asuntos como el pensamiento utópico y anti-utópico ha sido materia de su obra literaria.Transitó como arquitecto por un periodo apático, hasta que la exposición de un antiguo camarada universitario en 1993 revitalizó su pasión por la arquitectura, al comprender que el entorno construido podía ser un cauce para la expresión personal , lejos de las estéticas sociales impuestas. Búsqueda de lo poéticoDiálogos con artistas y poetas sobre el propósito y el poder de la arquitectura alentaron este empuje hacia una actitud que Jiakun plantea análoga a la del agua: «Permear un lugar sin portar una forma fija que sea mía y filtrarme en el entorno local y el lugar en sí. Con el tiempo, el agua va solidificándose, transformándose en arquitectura, y quizás en la más elevada forma de creación espiritual humana , guardando, no obstante, todas las cualidades de ese lugar, tanto las buenas como las malas». Unas palabras que dan cuenta de cómo una búsqueda de lo poético en su escritura se conecta con su labor como arquitecto, y que se extienden en esta reflexión: «La arquitectura debería revelar algo. Debería abstraer, destilar y hacer visibles las cualidades inherentes de la gente local. Tiene la fuerza de modelar el comportamiento humano y crear atmósferas, brindando una sensación de serenidad y poesía, evocando la compasión y la consideración, y cultivando un sentimiento compartido de comunidad». Noticia Relacionada estandar Si David Chipperfield: «La pandemia nos puso de manifiesto la importancia del localismo, de tener las cosas cerca» Fredy Massad La Fundación RIA, creada por el arquitecto, inaugurará próximamente Casa RIA, un nuevo espacio abierto a la comunidad en el centro de Santiago de CompostelaCreó su estudio, Jiakun Architects, en Chengdu en 1999. A lo largo de su trayectoria ha diseñado las sedes para instituciones académicas y culturales, espacios cívicos, edificios comerciales y ha realizado planes urbanísticos a través de toda China. El jurado del Pritzker ensalza esa determinación de Jiakun por construir una arquitectura libre de constreñimientos, empeñada en imaginar y construir «nuevos mundos» , que, haciendo del sentido común y la sabiduría sus herramientas de diseño más poderosas, le ha llevado a desarrollar no un estilo ni una estética definidos, sino «una estrategia que nunca depende de un método recurrente, sino que consiste en evaluar las características y necesidades específicas de cada proyecto . Es decir: toma las realidades presentes y trabaja con ellas hasta el punto de llegar a ofrecer en ocasiones un nuevo escenario para la vida cotidiana». El valor aplicado de esa capacidad metafórica de «construir nuevos mundos» sería el de estar aportando un concepto alternativo a la tendencia urbana hegemónica. En un mundo donde las funciones de la ciudad se segregan y se crean infinitud de anodinas periferias, Jiakun habría encontrado un modo de construir lugares que son simultáneamente edificio, infraestructura, paisaje y espacio público . «Su trabajo puede brindar pistas de gran efectividad respecto a cómo afrontar los desafíos que plantea el acelerado crecimiento de las ciudades actuales», señala Alejandro Aravena, presidente del jurado del premio Pritzker. Tradición e innovaciónAunando términos antitéticos como utopía y cotidianeidad, historia y modernidad, y colectivismo e individualidad, Liu crea una arquitectura que se dirige al ciudadano común, donde habría que reconocer una armonización de lo cultural, lo histórico, lo emocional y lo social que se concreta en una materialidad que prefiere el uso de materiales crudos de procedencia local y las técnicas tradicionales , comprendiendo lo tradicional como un trampolín para la innovación. Jiakun es el tercer arquitecto chino que recibe este galardón, tras I. M. Pei (1983) –que desarrolló su carrera en Estados Unidos- y Wang Shu (2012). Da la impresión de que el jurado del Pritzker, con Aravena a la cabeza, ha decidido reconfirmar que la era de los ‘star-architects’ está definitivamente periclitada. Aquel premio nacido para reconocer una trayectoria prolongada y destacada en el campo de la arquitectura ha virado hacia la búsqueda de rara avis de los que valerse -como hiciera tiempo atrás con aquellas celebridades- para marcar el compás ideológico del discurso arquitectónico. En lugar de intentar recuperar la consistencia ideológica evaporada durante esa era de los arquitectos estrella, el jurado comandado por Aravena ha vuelto a escoger a un buen arquitecto, pero de corpus teórico endeble, para así seguir nutriendo un estado de las cosas que sustituye con narrativas cualquier compromiso verdaderamente valiente de este premio con las realidades del presente. El arquitecto chino Liu Jiakun es el nuevo galardonado con el premio Pritzker . El suyo es un nombre apenas conocido en Occidente (aún menos de lo que lo era el del japonés Riken Yamamoto , laureado del año pasado y cuya obra ha sido algo más ampliamente difundida a nivel internacional), y con un perfil prolífico e interesante que se presenta revestido de un cierto matiz de singularidad.Nacido en 1956 en el seno de una familia de médicos, pronto optó por profundizar en su inclinación hacia las artes creativas a través del dibujo y la escritura. El inicio de sus estudios de arquitectura en la Universidad de Chonqing en 1978 supuso para él una especie de revelación , no tanto por comprender qué significaba ser un arquitecto, sino por tomar conciencia sobre la importancia de su propia vida. Fue uno de los primeros jóvenes recién titulados que intervinieron en el proceso de reconstrucción y transformación de China promovido por el gobierno de Deng Xiaoping a comienzos de los años 80. Empleado del Instituto de Diseño e Investigación Arquitectónica de Chengdu, se presentó como voluntario para ir a trabajar a Nagqu, en el Tíbet , la región más alta del planeta. Un periodo, entre 1984 y 1986, durante el que comenzó a simultanear el ejercicio de la arquitectura y de la literatura . La exploración de asuntos como el pensamiento utópico y anti-utópico ha sido materia de su obra literaria.Transitó como arquitecto por un periodo apático, hasta que la exposición de un antiguo camarada universitario en 1993 revitalizó su pasión por la arquitectura, al comprender que el entorno construido podía ser un cauce para la expresión personal , lejos de las estéticas sociales impuestas. Búsqueda de lo poéticoDiálogos con artistas y poetas sobre el propósito y el poder de la arquitectura alentaron este empuje hacia una actitud que Jiakun plantea análoga a la del agua: «Permear un lugar sin portar una forma fija que sea mía y filtrarme en el entorno local y el lugar en sí. Con el tiempo, el agua va solidificándose, transformándose en arquitectura, y quizás en la más elevada forma de creación espiritual humana , guardando, no obstante, todas las cualidades de ese lugar, tanto las buenas como las malas». Unas palabras que dan cuenta de cómo una búsqueda de lo poético en su escritura se conecta con su labor como arquitecto, y que se extienden en esta reflexión: «La arquitectura debería revelar algo. Debería abstraer, destilar y hacer visibles las cualidades inherentes de la gente local. Tiene la fuerza de modelar el comportamiento humano y crear atmósferas, brindando una sensación de serenidad y poesía, evocando la compasión y la consideración, y cultivando un sentimiento compartido de comunidad». Noticia Relacionada estandar Si David Chipperfield: «La pandemia nos puso de manifiesto la importancia del localismo, de tener las cosas cerca» Fredy Massad La Fundación RIA, creada por el arquitecto, inaugurará próximamente Casa RIA, un nuevo espacio abierto a la comunidad en el centro de Santiago de CompostelaCreó su estudio, Jiakun Architects, en Chengdu en 1999. A lo largo de su trayectoria ha diseñado las sedes para instituciones académicas y culturales, espacios cívicos, edificios comerciales y ha realizado planes urbanísticos a través de toda China. El jurado del Pritzker ensalza esa determinación de Jiakun por construir una arquitectura libre de constreñimientos, empeñada en imaginar y construir «nuevos mundos» , que, haciendo del sentido común y la sabiduría sus herramientas de diseño más poderosas, le ha llevado a desarrollar no un estilo ni una estética definidos, sino «una estrategia que nunca depende de un método recurrente, sino que consiste en evaluar las características y necesidades específicas de cada proyecto . Es decir: toma las realidades presentes y trabaja con ellas hasta el punto de llegar a ofrecer en ocasiones un nuevo escenario para la vida cotidiana». El valor aplicado de esa capacidad metafórica de «construir nuevos mundos» sería el de estar aportando un concepto alternativo a la tendencia urbana hegemónica. En un mundo donde las funciones de la ciudad se segregan y se crean infinitud de anodinas periferias, Jiakun habría encontrado un modo de construir lugares que son simultáneamente edificio, infraestructura, paisaje y espacio público . «Su trabajo puede brindar pistas de gran efectividad respecto a cómo afrontar los desafíos que plantea el acelerado crecimiento de las ciudades actuales», señala Alejandro Aravena, presidente del jurado del premio Pritzker. Tradición e innovaciónAunando términos antitéticos como utopía y cotidianeidad, historia y modernidad, y colectivismo e individualidad, Liu crea una arquitectura que se dirige al ciudadano común, donde habría que reconocer una armonización de lo cultural, lo histórico, lo emocional y lo social que se concreta en una materialidad que prefiere el uso de materiales crudos de procedencia local y las técnicas tradicionales , comprendiendo lo tradicional como un trampolín para la innovación. Jiakun es el tercer arquitecto chino que recibe este galardón, tras I. M. Pei (1983) –que desarrolló su carrera en Estados Unidos- y Wang Shu (2012). Da la impresión de que el jurado del Pritzker, con Aravena a la cabeza, ha decidido reconfirmar que la era de los ‘star-architects’ está definitivamente periclitada. Aquel premio nacido para reconocer una trayectoria prolongada y destacada en el campo de la arquitectura ha virado hacia la búsqueda de rara avis de los que valerse -como hiciera tiempo atrás con aquellas celebridades- para marcar el compás ideológico del discurso arquitectónico. En lugar de intentar recuperar la consistencia ideológica evaporada durante esa era de los arquitectos estrella, el jurado comandado por Aravena ha vuelto a escoger a un buen arquitecto, pero de corpus teórico endeble, para así seguir nutriendo un estado de las cosas que sustituye con narrativas cualquier compromiso verdaderamente valiente de este premio con las realidades del presente.
El arquitecto chino Liu Jiakun es el nuevo galardonado con el premio Pritzker. El suyo es un nombre apenas conocido en Occidente (aún menos de lo que lo era el del japonés Riken Yamamoto, laureado del año pasado y cuya obra ha sido … algo más ampliamente difundida a nivel internacional), y con un perfil prolífico e interesante que se presenta revestido de un cierto matiz de singularidad.
Nacido en 1956 en el seno de una familia de médicos, pronto optó por profundizar en su inclinación hacia las artes creativas a través del dibujo y la escritura. El inicio de sus estudios de arquitectura en la Universidad de Chonqing en 1978 supuso para él una especie de revelación, no tanto por comprender qué significaba ser un arquitecto, sino por tomar conciencia sobre la importancia de su propia vida.
Fue uno de los primeros jóvenes recién titulados que intervinieron en el proceso de reconstrucción y transformación de China promovido por el gobierno de Deng Xiaoping a comienzos de los años 80. Empleado del Instituto de Diseño e Investigación Arquitectónica de Chengdu, se presentó como voluntario para ir a trabajar a Nagqu, en el Tíbet, la región más alta del planeta. Un periodo, entre 1984 y 1986, durante el que comenzó a simultanear el ejercicio de la arquitectura y de la literatura. La exploración de asuntos como el pensamiento utópico y anti-utópico ha sido materia de su obra literaria.
Transitó como arquitecto por un periodo apático, hasta que la exposición de un antiguo camarada universitario en 1993 revitalizó su pasión por la arquitectura, al comprender que el entorno construido podía ser un cauce para la expresión personal, lejos de las estéticas sociales impuestas.
Búsqueda de lo poético
Diálogos con artistas y poetas sobre el propósito y el poder de la arquitectura alentaron este empuje hacia una actitud que Jiakun plantea análoga a la del agua: «Permear un lugar sin portar una forma fija que sea mía y filtrarme en el entorno local y el lugar en sí. Con el tiempo, el agua va solidificándose, transformándose en arquitectura, y quizás en la más elevada forma de creación espiritual humana, guardando, no obstante, todas las cualidades de ese lugar, tanto las buenas como las malas».
Unas palabras que dan cuenta de cómo una búsqueda de lo poético en su escritura se conecta con su labor como arquitecto, y que se extienden en esta reflexión: «La arquitectura debería revelar algo. Debería abstraer, destilar y hacer visibles las cualidades inherentes de la gente local. Tiene la fuerza de modelar el comportamiento humano y crear atmósferas, brindando una sensación de serenidad y poesía, evocando la compasión y la consideración, y cultivando un sentimiento compartido de comunidad».
Creó su estudio, Jiakun Architects, en Chengdu en 1999. A lo largo de su trayectoria ha diseñado las sedes para instituciones académicas y culturales, espacios cívicos, edificios comerciales y ha realizado planes urbanísticos a través de toda China.
El jurado del Pritzker ensalza esa determinación de Jiakun por construir una arquitectura libre de constreñimientos, empeñada en imaginar y construir «nuevos mundos», que, haciendo del sentido común y la sabiduría sus herramientas de diseño más poderosas, le ha llevado a desarrollar no un estilo ni una estética definidos, sino «una estrategia que nunca depende de un método recurrente, sino que consiste en evaluar las características y necesidades específicas de cada proyecto. Es decir: toma las realidades presentes y trabaja con ellas hasta el punto de llegar a ofrecer en ocasiones un nuevo escenario para la vida cotidiana».
El valor aplicado de esa capacidad metafórica de «construir nuevos mundos» sería el de estar aportando un concepto alternativo a la tendencia urbana hegemónica. En un mundo donde las funciones de la ciudad se segregan y se crean infinitud de anodinas periferias, Jiakun habría encontrado un modo de construir lugares que son simultáneamente edificio, infraestructura, paisaje y espacio público. «Su trabajo puede brindar pistas de gran efectividad respecto a cómo afrontar los desafíos que plantea el acelerado crecimiento de las ciudades actuales», señala Alejandro Aravena, presidente del jurado del premio Pritzker.
Tradición e innovación
Aunando términos antitéticos como utopía y cotidianeidad, historia y modernidad, y colectivismo e individualidad, Liu crea una arquitectura que se dirige al ciudadano común, donde habría que reconocer una armonización de lo cultural, lo histórico, lo emocional y lo social que se concreta en una materialidad que prefiere el uso de materiales crudos de procedencia local y las técnicas tradicionales, comprendiendo lo tradicional como un trampolín para la innovación.
Jiakun es el tercer arquitecto chino que recibe este galardón, tras I. M. Pei (1983) –que desarrolló su carrera en Estados Unidos- y Wang Shu (2012). Da la impresión de que el jurado del Pritzker, con Aravena a la cabeza, ha decidido reconfirmar que la era de los ‘star-architects’ está definitivamente periclitada.
Aquel premio nacido para reconocer una trayectoria prolongada y destacada en el campo de la arquitectura ha virado hacia la búsqueda de rara avis de los que valerse -como hiciera tiempo atrás con aquellas celebridades- para marcar el compás ideológico del discurso arquitectónico. En lugar de intentar recuperar la consistencia ideológica evaporada durante esa era de los arquitectos estrella, el jurado comandado por Aravena ha vuelto a escoger a un buen arquitecto, pero de corpus teórico endeble, para así seguir nutriendo un estado de las cosas que sustituye con narrativas cualquier compromiso verdaderamente valiente de este premio con las realidades del presente.
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