Julianne Moore está consternada. La actriz, autora de un libro infantil, no entiende que su libro haya sido retirado de las 161 escuelas a las que asisten niños de familias militares. Jamás pensó ver nada igual. En puridad, el libro no ha sido retirado ni prohibido: se encuentra entre los títulos pendientes de revisión por parte del Departamento de Defensa, en cumplimiento de dos órdenes ejecutivas firmadas por Donald Trump y que tienen que ver con la ideología de género y el adoctrinamiento racial. No resta gravedad al asunto, desde luego, pero sí coloca la información en el lugar que le corresponde. Y, llámenme tiquismiquis, pero a mí la verdad de los hechos me importa. No estamos hablando, pues, de censura (todavía). De lo que sí estaríamos hablando es de una pulsión que se ha dado a lo largo de la historia y que no es nueva: el afán del ser humano por silenciar al que piensa diferente e imponer su visión de las cosas. Ya a Platón los poemas de Homero le parecían poco edificantes y le parecía preocupante su representación de unos dioses frívolos y hedonistas. De haber podido, lo habría censurado, estoy segura. Y, desde entonces, no ha habido periodo de la historia en el que ningún poder, del signo que fuera, se resistiese a la tentación de acallar al disidente. De hecho, lo que me sorprende es que a Moore le sorprenda, como si fuese la primera vez que ocurre algo así. No parece recordar que, no hace tanto, se retiraron de escuelas norteamericanas títulos como ‘Matar a un ruiseñor’, de Harper Lee y ‘Las aventuras de Huckleberry Finn’ de Mark Twain. No ha habido periodo de la historia en el que ningún poder, del signo que fuera, se resistiese a la tentación de acallar al disidenteY antes de estos ya lo habían sido otros como ‘El gran Gatsby’, de F. Scott Fitzgerald, ‘Las uvas de la ira’, de Steinbeck, o ‘El color púrpura’, de Alice Walker. Supongo que es porque estos se retiraron en nombre de la diversidad, la equidad y la inclusión. Y es mucho más fácil estar de acuerdo con medidas totalitarias, o ni siquiera reparar en ellas, cuando las ideas en nombre de las cuales se ejecutan coinciden con las nuestras. Lo complicado es oponerse a ellas siempre, en todos los casos. O, la misma libertad de expresión y de creación que reclamamos para nosotros, reclamarla y defenderla para todo el mundo, y no solo para los que piensan como nosotros. ¿Se indignó mucho Julianne Moore cuando, en 2022 y en un condado de Tennessee, se prohibió ‘Maus’, el cómic de Art Spiegelman? En Reino Unido, se pretendió reeditar las obras de Roald Dhal para reescribirlas sin términos ofensivos. En Ontario se destruyeron ejemplares de Asterix y Tintín por representar estereotipos negativos. En Barcelona se retiraron de la biblioteca de algunas escuelas títulos como ‘Caperucita roja’ o ‘La Bella Durmiente’ (entre otros 200) porque las comisiones de género de los centros concluyeron que fomentaban valores sexistas y discriminatorios. Karla Sofía GascónLo cierto es que siento mucho que un libro infantil sobre una niña con demasiadas pecas, lo firme Julianne Moore o Karla Sofía Gascón, sea revisado por si acaso alguno de los valores que pueda transmitir es incómodo para quien manda en este momento. Pero no lo siento más que lo sentí cuando ocurrió con las obras de Hergé, de Spiegelman, de Dhal o de Twain. No más, ni tampoco menos, que todas las veces que esto ha ocurrido, independientemente de la ideología de quien gobernase entonces. «No puedo dejar de preguntarme qué es tan controvertido», decía la actriz, disgustada. Quizá no es esa la pregunta. Tal vez la pregunta que debería hacerse, que deberíamos hacernos todos, es por qué habría de ser censurado lo controvertido. ¿No es precisamente la contraposición de ideas y el debate suscitado la mejor manera de avanzar en el conocimiento? Y, en todo caso, que sea cada uno quien seleccione, libremente, sus lecturas. Julianne Moore está consternada. La actriz, autora de un libro infantil, no entiende que su libro haya sido retirado de las 161 escuelas a las que asisten niños de familias militares. Jamás pensó ver nada igual. En puridad, el libro no ha sido retirado ni prohibido: se encuentra entre los títulos pendientes de revisión por parte del Departamento de Defensa, en cumplimiento de dos órdenes ejecutivas firmadas por Donald Trump y que tienen que ver con la ideología de género y el adoctrinamiento racial. No resta gravedad al asunto, desde luego, pero sí coloca la información en el lugar que le corresponde. Y, llámenme tiquismiquis, pero a mí la verdad de los hechos me importa. No estamos hablando, pues, de censura (todavía). De lo que sí estaríamos hablando es de una pulsión que se ha dado a lo largo de la historia y que no es nueva: el afán del ser humano por silenciar al que piensa diferente e imponer su visión de las cosas. Ya a Platón los poemas de Homero le parecían poco edificantes y le parecía preocupante su representación de unos dioses frívolos y hedonistas. De haber podido, lo habría censurado, estoy segura. Y, desde entonces, no ha habido periodo de la historia en el que ningún poder, del signo que fuera, se resistiese a la tentación de acallar al disidente. De hecho, lo que me sorprende es que a Moore le sorprenda, como si fuese la primera vez que ocurre algo así. No parece recordar que, no hace tanto, se retiraron de escuelas norteamericanas títulos como ‘Matar a un ruiseñor’, de Harper Lee y ‘Las aventuras de Huckleberry Finn’ de Mark Twain. No ha habido periodo de la historia en el que ningún poder, del signo que fuera, se resistiese a la tentación de acallar al disidenteY antes de estos ya lo habían sido otros como ‘El gran Gatsby’, de F. Scott Fitzgerald, ‘Las uvas de la ira’, de Steinbeck, o ‘El color púrpura’, de Alice Walker. Supongo que es porque estos se retiraron en nombre de la diversidad, la equidad y la inclusión. Y es mucho más fácil estar de acuerdo con medidas totalitarias, o ni siquiera reparar en ellas, cuando las ideas en nombre de las cuales se ejecutan coinciden con las nuestras. Lo complicado es oponerse a ellas siempre, en todos los casos. O, la misma libertad de expresión y de creación que reclamamos para nosotros, reclamarla y defenderla para todo el mundo, y no solo para los que piensan como nosotros. ¿Se indignó mucho Julianne Moore cuando, en 2022 y en un condado de Tennessee, se prohibió ‘Maus’, el cómic de Art Spiegelman? En Reino Unido, se pretendió reeditar las obras de Roald Dhal para reescribirlas sin términos ofensivos. En Ontario se destruyeron ejemplares de Asterix y Tintín por representar estereotipos negativos. En Barcelona se retiraron de la biblioteca de algunas escuelas títulos como ‘Caperucita roja’ o ‘La Bella Durmiente’ (entre otros 200) porque las comisiones de género de los centros concluyeron que fomentaban valores sexistas y discriminatorios. Karla Sofía GascónLo cierto es que siento mucho que un libro infantil sobre una niña con demasiadas pecas, lo firme Julianne Moore o Karla Sofía Gascón, sea revisado por si acaso alguno de los valores que pueda transmitir es incómodo para quien manda en este momento. Pero no lo siento más que lo sentí cuando ocurrió con las obras de Hergé, de Spiegelman, de Dhal o de Twain. No más, ni tampoco menos, que todas las veces que esto ha ocurrido, independientemente de la ideología de quien gobernase entonces. «No puedo dejar de preguntarme qué es tan controvertido», decía la actriz, disgustada. Quizá no es esa la pregunta. Tal vez la pregunta que debería hacerse, que deberíamos hacernos todos, es por qué habría de ser censurado lo controvertido. ¿No es precisamente la contraposición de ideas y el debate suscitado la mejor manera de avanzar en el conocimiento? Y, en todo caso, que sea cada uno quien seleccione, libremente, sus lecturas.
A LA CONTRA
Tal vez la pregunta que debería hacerse Julianne Moore, que deberíamos hacernos todos, es por qué ha de ser censurado lo controvertido
Julianne Moore está consternada. La actriz, autora de un libro infantil, no entiende que su libro haya sido retirado de las 161 escuelas a las que asisten niños de familias militares. Jamás pensó ver nada igual. En puridad, el libro no ha sido retirado … ni prohibido: se encuentra entre los títulos pendientes de revisión por parte del Departamento de Defensa, en cumplimiento de dos órdenes ejecutivas firmadas por Donald Trump y que tienen que ver con la ideología de género y el adoctrinamiento racial. No resta gravedad al asunto, desde luego, pero sí coloca la información en el lugar que le corresponde.
Y, llámenme tiquismiquis, pero a mí la verdad de los hechos me importa. No estamos hablando, pues, de censura (todavía). De lo que sí estaríamos hablando es de una pulsión que se ha dado a lo largo de la historia y que no es nueva: el afán del ser humano por silenciar al que piensa diferente e imponer su visión de las cosas. Ya a Platón los poemas de Homero le parecían poco edificantes y le parecía preocupante su representación de unos dioses frívolos y hedonistas. De haber podido, lo habría censurado, estoy segura.
Y, desde entonces, no ha habido periodo de la historia en el que ningún poder, del signo que fuera, se resistiese a la tentación de acallar al disidente. De hecho, lo que me sorprende es que a Moore le sorprenda, como si fuese la primera vez que ocurre algo así. No parece recordar que, no hace tanto, se retiraron de escuelas norteamericanas títulos como ‘Matar a un ruiseñor’, de Harper Lee y ‘Las aventuras de Huckleberry Finn’ de Mark Twain.
No ha habido periodo de la historia en el que ningún poder, del signo que fuera, se resistiese a la tentación de acallar al disidente
Y antes de estos ya lo habían sido otros como ‘El gran Gatsby’, de F. Scott Fitzgerald, ‘Las uvas de la ira’, de Steinbeck, o ‘El color púrpura’, de Alice Walker. Supongo que es porque estos se retiraron en nombre de la diversidad, la equidad y la inclusión. Y es mucho más fácil estar de acuerdo con medidas totalitarias, o ni siquiera reparar en ellas, cuando las ideas en nombre de las cuales se ejecutan coinciden con las nuestras. Lo complicado es oponerse a ellas siempre, en todos los casos.
O, la misma libertad de expresión y de creación que reclamamos para nosotros, reclamarla y defenderla para todo el mundo, y no solo para los que piensan como nosotros. ¿Se indignó mucho Julianne Moore cuando, en 2022 y en un condado de Tennessee, se prohibió ‘Maus’, el cómic de Art Spiegelman?
En Reino Unido, se pretendió reeditar las obras de Roald Dhal para reescribirlas sin términos ofensivos. En Ontario se destruyeron ejemplares de Asterix y Tintín por representar estereotipos negativos. En Barcelona se retiraron de la biblioteca de algunas escuelas títulos como ‘Caperucita roja’ o ‘La Bella Durmiente’ (entre otros 200) porque las comisiones de género de los centros concluyeron que fomentaban valores sexistas y discriminatorios.
Karla Sofía Gascón
Lo cierto es que siento mucho que un libro infantil sobre una niña con demasiadas pecas, lo firme Julianne Moore o Karla Sofía Gascón, sea revisado por si acaso alguno de los valores que pueda transmitir es incómodo para quien manda en este momento. Pero no lo siento más que lo sentí cuando ocurrió con las obras de Hergé, de Spiegelman, de Dhal o de Twain. No más, ni tampoco menos, que todas las veces que esto ha ocurrido, independientemente de la ideología de quien gobernase entonces.
«No puedo dejar de preguntarme qué es tan controvertido», decía la actriz, disgustada. Quizá no es esa la pregunta. Tal vez la pregunta que debería hacerse, que deberíamos hacernos todos, es por qué habría de ser censurado lo controvertido. ¿No es precisamente la contraposición de ideas y el debate suscitado la mejor manera de avanzar en el conocimiento? Y, en todo caso, que sea cada uno quien seleccione, libremente, sus lecturas.
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