En Sena (Huesca), a dos kilómetros del Real Monasterio de Santa María de Sijena que ella misma mandó construir, descansa sin oropeles la Reina Sancha de Castilla . Su momia fue saqueada y cuando los restos fueron devueltos, se enterraron cerca de este cenobio femenino que pertenece a la Orden de San Juan del Hospital. En otro emplazamiento de esta comarca de los Monegros, Poleñino , se encuentran los restos de Alfonso I El Batallador, rey de Aragón y Pamplona entre 1104 y 1134. Justo en medio de ambos diminutos pueblos, se ubicó Villanueva de Sijena, de 375 habitantes, cuya vida giraba antiguamente en torno al templo y que se reubicó en una zona más alta por la humedad. Bajo los pies de este conjunto monástico había una laguna seca y ahora bulle de nuevo de visitas, tres años después de ser clausurado por obras.Noticia Relacionada a la venta ya las entradas en turismo de aragón estandar No Sijena reabre con un tercio de los bienes recuperados Érika Montañés Después de tres años de cierre por reformas, se exponen en el Real Monasterio 36 de las 99 obras sacras que fueron expoliadasEn este lugar tan humilde se escribió la historia del Reino de Aragón, que no puede entenderse, según el jefe de Servicio de Archivos, Museos y Bibliotecas de la Consejería de Cultura del Gobierno autonómico, Fernando Sarría, sin tres enclaves de importancia estratégica: el monasterio de San Juan de la Peña, en Jaca, y el de Sijena, fundado en 1188, amén del Palacio de La Aljafería en Zaragoza. Del segundo, coincidente en el tiempo con la gran expansión territorial del Reino, se quiso que fuese Panteón Real (y aquí se conservan, también, sepulcros de caballeros y familias nobles que dieron prestancia al lugar) y fue sede del Archivo de la Corona. Pero «actualmente el germen de la Corona de Aragón está en Barcelona», se explica en el monasterio. La exclamación de los zaragozanos que copan una de las primeras visitas, unificadas en un recorrido (antes había dos entradas y dos visitas), es unánime: «Pues tiene que volver».El verano del horrorLleva en Cataluña desde que se recuperó, hacia 1940, acabada la Guerra Civil. Porque en sus inicios, en el verano de 1936, a Sijena «le llegó el horror», el «episodio dramático que todo el mundo quiere olvidar», dicen a ABC casi repetidamente el alcalde de Villanueva, José Jaime Castellón , y el historiador Sarría. Hay dos versiones y es de justicia reproducirlas. Según reflejan algunos documentos, «columnas provenientes de Barcelona» se desplazaron a la línea de batalla, el llamado Frente de Aragón. Los milicianos incendiaron monumentos religiosos e iglesias: prendieron fuego «intencionado» al monasterio inspirado por Doña Sancha y entraron a la Sala Capitular, cuyas pinturas murales estaban consideradas una de las obras cumbre del protogótico europeo. Hasta el punto de que, por el nivel de los artistas que trabajaron con la técnica italiana del ‘strappo’ en sus frescos, se la rebautizó como la ‘Capilla Sixtina’ del arte europeo.La primera versión habla del «saqueo» y «expolio» sin contemplaciones que produjeron «columnas anarquistas»; la segunda –la traen al debate el alcalde y algunos vecinos– es que se quiso proteger a las pinturas de los hechos que estaban sucediendo y preservar retazos de un patrimonio artístico sin el cual no tiene sentido la historia de aragoneses y catalanes.Arriba, la Sala Capitular de las pinturas murales, realizadas con la técnica del ‘strappo’ y arrancadas en 1936, ahora se guarda con mimo para que no entre humedad y no se deteriore. Abajo izq., al pintor centroeuropeo Rodrigo de Sajonia se atribuye el retablo de la capilla de San Pedro y del retablo mayor. De ellos se muestran predela, remate heráldico y tabla. A su derecha, reconstrucción digital de una de las escenas del Antiguo y Nuevo Testamento de la Sala Capitular quemada en 1936 JAVIER BROTO / ABCLa observación de esta sala, en la actualidad, causa una mezcla de admiración y estupor. Los restos del incendio son innegables, perentorios, junto con el trabajo afanoso de decenas de albañiles de la zona que la restauraron a pico y pala en la posguerra. La «extraordinaria techumbre mudéjar que cubría la sala» no se ha podido recuperar, explica la Consejería de Cultura del Gobierno maño. Tampoco todos los fragmentos de la decoración pictórica –faltan 43– y que también están en Barcelona, en la sede del MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña). Este rincón del enorme monasterio (7.800 metros cuadrados de superficie) donde la priora tomaba las grandes decisiones junto al resto de religiosas ahora se cobija con mimo, a 23 grados y resguardado de la humedad que podría volver a deteriorarla.La ubicación de Sijena, su proximidad a Francia, determinó el devenir «azaroso» del monasterio, apunta el historiador. De hecho, en su largo recorrido por nueve siglos, se encuentra el baile de órdenes religiosas –sanjuanistas y belenistas se han alternado–, siempre adscritas a la Orden de Malta y regidas por la regla de San Agustín. Desde 2020 no hay monjas en este refugio de la vida mundana, aunque la Orden está «pendiente de que entren» nuevas inquilinas en el monasterio.Los artistas de renombre que se arremolinaron en torno al templo elevaron a cumbre sus obras. Cabe detacar al pintor centroeuropeo Rodrigo de Sajonia y el maestro galo Gabriel Yoly, responsable del retablo de la catedral de Teruel, considerada su mejor creación. Fue un «centro pujante de patronazgo y promoción» en el Renacimiento; testigo de etapas de «eclosión artística», durante el prioriato de Blanca de Aragón (1348) y principios del siglo XVI bajo el de María Jiménez de Urrea; en otras, como la guerra de la Independencia, la desamortización y el verano de 1936 sufrió la parte más cruda de su historia, explica Fernando Sarría.Cinco años pendientes del TSTambién la vecindad con Cataluña marcó un litigo judicial que se remonta a décadas atrás. El Ejecutivo en Zaragoza, al margen de ideologías, cree desde hace varias legislaturas que lo importante es restituir la pérdida con el retorno de los bienes. Sor Virginia Calatayud, la Madre Federal de la Orden de las Sanjuanistas y representante legal del cenobio, solicitó esa ejecución y los servicios jurídicos del Gobierno regional dispusieron que –tal y como han reivindicado en los últimos años dos presidentes, Javier Lambán (PSOE) y Jorge Azcón (PP)– el Estatuto de Autonomía tiene un precepto clave que ordena «a los poderes públicos hacer realidad el regreso a Aragón de todos los bienes integrantes que se encuentran fuera de su territorio». Y en esas sigue.Como se sabe, dos sentencias han ordenado «la reintegración» en Sijena de las decenas de piezas que estaban en Lérida y Barcelona. En 2017 la Guardia Civil tuvo que irrumpir en un museo ilerdense para la ejecución forzosa de esa decisión. Otras se devolvieron voluntariamente. La Generalitat interpuso un recurso ante el Tribunal Supremo, que lleva pendiente de resolución cinco años.Una selección de ese tesoro disperso, 33 de ellas piezas originales, se exhiben en los antiguos dormitorios de las religiosas del convento, reconvertidos en sala expositiva. El monasterio contó con un magnífico conjunto de arte sacro y da probadas muestras de ello, se conserva una de las sillas del palacio priorial y las puertas de la estancia; también se ha preservado el retablo de la Virgen de los Ángeles, atribuido a los hermanos Serra; el retablo mayor del cenobio y el retablo de la capilla de San Pedro, de Rodrigo de Sajonia. Se muestra un remate heráldico y la predela. De Yoly se exhiben tres obras, siendo la más destacada el grupo escultórico del Santo Entierro de Sijena (1529-1530), que imitaba a los sarcófagos romanos, en alabastro tallado. Otras piezas litúrgicas enlazan ya con el Barroco.Estancias y templo subsisten al paso del tiempo. Es en la misma entrada donde se localiza el auténtico símbolo de Sijena, de acuerdo a los expertos: su portada abocinada de 14 arquivoltas que confieren a este lugar un aspecto único. Da la bienvenida a los visitantes que también han regresado. Para la reapertura y la restauración de obras se han invertido seis millones de euros. En las primeras ocho visitas guiadas hubo 238 personas, un «éxito» según la consejería, puesto que se permiten grupos de 28-30 personas en cada una. Ahora, apuntala el edil Castellón, también se espera que borboteen la vida y el dinero en torno a un Monasterio hecho para Reyes en una comarca desértica. En Sena (Huesca), a dos kilómetros del Real Monasterio de Santa María de Sijena que ella misma mandó construir, descansa sin oropeles la Reina Sancha de Castilla . Su momia fue saqueada y cuando los restos fueron devueltos, se enterraron cerca de este cenobio femenino que pertenece a la Orden de San Juan del Hospital. En otro emplazamiento de esta comarca de los Monegros, Poleñino , se encuentran los restos de Alfonso I El Batallador, rey de Aragón y Pamplona entre 1104 y 1134. Justo en medio de ambos diminutos pueblos, se ubicó Villanueva de Sijena, de 375 habitantes, cuya vida giraba antiguamente en torno al templo y que se reubicó en una zona más alta por la humedad. Bajo los pies de este conjunto monástico había una laguna seca y ahora bulle de nuevo de visitas, tres años después de ser clausurado por obras.Noticia Relacionada a la venta ya las entradas en turismo de aragón estandar No Sijena reabre con un tercio de los bienes recuperados Érika Montañés Después de tres años de cierre por reformas, se exponen en el Real Monasterio 36 de las 99 obras sacras que fueron expoliadasEn este lugar tan humilde se escribió la historia del Reino de Aragón, que no puede entenderse, según el jefe de Servicio de Archivos, Museos y Bibliotecas de la Consejería de Cultura del Gobierno autonómico, Fernando Sarría, sin tres enclaves de importancia estratégica: el monasterio de San Juan de la Peña, en Jaca, y el de Sijena, fundado en 1188, amén del Palacio de La Aljafería en Zaragoza. Del segundo, coincidente en el tiempo con la gran expansión territorial del Reino, se quiso que fuese Panteón Real (y aquí se conservan, también, sepulcros de caballeros y familias nobles que dieron prestancia al lugar) y fue sede del Archivo de la Corona. Pero «actualmente el germen de la Corona de Aragón está en Barcelona», se explica en el monasterio. La exclamación de los zaragozanos que copan una de las primeras visitas, unificadas en un recorrido (antes había dos entradas y dos visitas), es unánime: «Pues tiene que volver».El verano del horrorLleva en Cataluña desde que se recuperó, hacia 1940, acabada la Guerra Civil. Porque en sus inicios, en el verano de 1936, a Sijena «le llegó el horror», el «episodio dramático que todo el mundo quiere olvidar», dicen a ABC casi repetidamente el alcalde de Villanueva, José Jaime Castellón , y el historiador Sarría. Hay dos versiones y es de justicia reproducirlas. Según reflejan algunos documentos, «columnas provenientes de Barcelona» se desplazaron a la línea de batalla, el llamado Frente de Aragón. Los milicianos incendiaron monumentos religiosos e iglesias: prendieron fuego «intencionado» al monasterio inspirado por Doña Sancha y entraron a la Sala Capitular, cuyas pinturas murales estaban consideradas una de las obras cumbre del protogótico europeo. Hasta el punto de que, por el nivel de los artistas que trabajaron con la técnica italiana del ‘strappo’ en sus frescos, se la rebautizó como la ‘Capilla Sixtina’ del arte europeo.La primera versión habla del «saqueo» y «expolio» sin contemplaciones que produjeron «columnas anarquistas»; la segunda –la traen al debate el alcalde y algunos vecinos– es que se quiso proteger a las pinturas de los hechos que estaban sucediendo y preservar retazos de un patrimonio artístico sin el cual no tiene sentido la historia de aragoneses y catalanes.Arriba, la Sala Capitular de las pinturas murales, realizadas con la técnica del ‘strappo’ y arrancadas en 1936, ahora se guarda con mimo para que no entre humedad y no se deteriore. Abajo izq., al pintor centroeuropeo Rodrigo de Sajonia se atribuye el retablo de la capilla de San Pedro y del retablo mayor. De ellos se muestran predela, remate heráldico y tabla. A su derecha, reconstrucción digital de una de las escenas del Antiguo y Nuevo Testamento de la Sala Capitular quemada en 1936 JAVIER BROTO / ABCLa observación de esta sala, en la actualidad, causa una mezcla de admiración y estupor. Los restos del incendio son innegables, perentorios, junto con el trabajo afanoso de decenas de albañiles de la zona que la restauraron a pico y pala en la posguerra. La «extraordinaria techumbre mudéjar que cubría la sala» no se ha podido recuperar, explica la Consejería de Cultura del Gobierno maño. Tampoco todos los fragmentos de la decoración pictórica –faltan 43– y que también están en Barcelona, en la sede del MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña). Este rincón del enorme monasterio (7.800 metros cuadrados de superficie) donde la priora tomaba las grandes decisiones junto al resto de religiosas ahora se cobija con mimo, a 23 grados y resguardado de la humedad que podría volver a deteriorarla.La ubicación de Sijena, su proximidad a Francia, determinó el devenir «azaroso» del monasterio, apunta el historiador. De hecho, en su largo recorrido por nueve siglos, se encuentra el baile de órdenes religiosas –sanjuanistas y belenistas se han alternado–, siempre adscritas a la Orden de Malta y regidas por la regla de San Agustín. Desde 2020 no hay monjas en este refugio de la vida mundana, aunque la Orden está «pendiente de que entren» nuevas inquilinas en el monasterio.Los artistas de renombre que se arremolinaron en torno al templo elevaron a cumbre sus obras. Cabe detacar al pintor centroeuropeo Rodrigo de Sajonia y el maestro galo Gabriel Yoly, responsable del retablo de la catedral de Teruel, considerada su mejor creación. Fue un «centro pujante de patronazgo y promoción» en el Renacimiento; testigo de etapas de «eclosión artística», durante el prioriato de Blanca de Aragón (1348) y principios del siglo XVI bajo el de María Jiménez de Urrea; en otras, como la guerra de la Independencia, la desamortización y el verano de 1936 sufrió la parte más cruda de su historia, explica Fernando Sarría.Cinco años pendientes del TSTambién la vecindad con Cataluña marcó un litigo judicial que se remonta a décadas atrás. El Ejecutivo en Zaragoza, al margen de ideologías, cree desde hace varias legislaturas que lo importante es restituir la pérdida con el retorno de los bienes. Sor Virginia Calatayud, la Madre Federal de la Orden de las Sanjuanistas y representante legal del cenobio, solicitó esa ejecución y los servicios jurídicos del Gobierno regional dispusieron que –tal y como han reivindicado en los últimos años dos presidentes, Javier Lambán (PSOE) y Jorge Azcón (PP)– el Estatuto de Autonomía tiene un precepto clave que ordena «a los poderes públicos hacer realidad el regreso a Aragón de todos los bienes integrantes que se encuentran fuera de su territorio». Y en esas sigue.Como se sabe, dos sentencias han ordenado «la reintegración» en Sijena de las decenas de piezas que estaban en Lérida y Barcelona. En 2017 la Guardia Civil tuvo que irrumpir en un museo ilerdense para la ejecución forzosa de esa decisión. Otras se devolvieron voluntariamente. La Generalitat interpuso un recurso ante el Tribunal Supremo, que lleva pendiente de resolución cinco años.Una selección de ese tesoro disperso, 33 de ellas piezas originales, se exhiben en los antiguos dormitorios de las religiosas del convento, reconvertidos en sala expositiva. El monasterio contó con un magnífico conjunto de arte sacro y da probadas muestras de ello, se conserva una de las sillas del palacio priorial y las puertas de la estancia; también se ha preservado el retablo de la Virgen de los Ángeles, atribuido a los hermanos Serra; el retablo mayor del cenobio y el retablo de la capilla de San Pedro, de Rodrigo de Sajonia. Se muestra un remate heráldico y la predela. De Yoly se exhiben tres obras, siendo la más destacada el grupo escultórico del Santo Entierro de Sijena (1529-1530), que imitaba a los sarcófagos romanos, en alabastro tallado. Otras piezas litúrgicas enlazan ya con el Barroco.Estancias y templo subsisten al paso del tiempo. Es en la misma entrada donde se localiza el auténtico símbolo de Sijena, de acuerdo a los expertos: su portada abocinada de 14 arquivoltas que confieren a este lugar un aspecto único. Da la bienvenida a los visitantes que también han regresado. Para la reapertura y la restauración de obras se han invertido seis millones de euros. En las primeras ocho visitas guiadas hubo 238 personas, un «éxito» según la consejería, puesto que se permiten grupos de 28-30 personas en cada una. Ahora, apuntala el edil Castellón, también se espera que borboteen la vida y el dinero en torno a un Monasterio hecho para Reyes en una comarca desértica.
En Sena (Huesca), a dos kilómetros del Real Monasterio de Santa María de Sijena que ella misma mandó construir, descansa sin oropeles la Reina Sancha de Castilla. Su momia fue saqueada y cuando los restos fueron devueltos, se enterraron cerca de este … cenobio femenino que pertenece a la Orden de San Juan del Hospital. En otro emplazamiento de esta comarca de los Monegros, Poleñino, se encuentran los restos de Alfonso I El Batallador, rey de Aragón y Pamplona entre 1104 y 1134. Justo en medio de ambos diminutos pueblos, se ubicó Villanueva de Sijena, de 375 habitantes, cuya vida giraba antiguamente en torno al templo y que se reubicó en una zona más alta por la humedad. Bajo los pies de este conjunto monástico había una laguna seca y ahora bulle de nuevo de visitas, tres años después de ser clausurado por obras.
En este lugar tan humilde se escribió la historia del Reino de Aragón, que no puede entenderse, según el jefe de Servicio de Archivos, Museos y Bibliotecas de la Consejería de Cultura del Gobierno autonómico, Fernando Sarría, sin tres enclaves de importancia estratégica: el monasterio de San Juan de la Peña, en Jaca, y el de Sijena, fundado en 1188, amén del Palacio de La Aljafería en Zaragoza. Del segundo, coincidente en el tiempo con la gran expansión territorial del Reino, se quiso que fuese Panteón Real (y aquí se conservan, también, sepulcros de caballeros y familias nobles que dieron prestancia al lugar) y fue sede del Archivo de la Corona. Pero «actualmente el germen de la Corona de Aragón está en Barcelona», se explica en el monasterio. La exclamación de los zaragozanos que copan una de las primeras visitas, unificadas en un recorrido (antes había dos entradas y dos visitas), es unánime: «Pues tiene que volver».
El verano del horror
Lleva en Cataluña desde que se recuperó, hacia 1940, acabada la Guerra Civil. Porque en sus inicios, en el verano de 1936, a Sijena «le llegó el horror», el «episodio dramático que todo el mundo quiere olvidar», dicen a ABC casi repetidamente el alcalde de Villanueva, José Jaime Castellón, y el historiador Sarría. Hay dos versiones y es de justicia reproducirlas. Según reflejan algunos documentos, «columnas provenientes de Barcelona» se desplazaron a la línea de batalla, el llamado Frente de Aragón. Los milicianos incendiaron monumentos religiosos e iglesias: prendieron fuego «intencionado» al monasterio inspirado por Doña Sancha y entraron a la Sala Capitular, cuyas pinturas murales estaban consideradas una de las obras cumbre del protogótico europeo. Hasta el punto de que, por el nivel de los artistas que trabajaron con la técnica italiana del ‘strappo’ en sus frescos, se la rebautizó como la ‘Capilla Sixtina’ del arte europeo.
La primera versión habla del «saqueo» y «expolio» sin contemplaciones que produjeron «columnas anarquistas»; la segunda –la traen al debate el alcalde y algunos vecinos– es que se quiso proteger a las pinturas de los hechos que estaban sucediendo y preservar retazos de un patrimonio artístico sin el cual no tiene sentido la historia de aragoneses y catalanes.



JAVIER BROTO / ABC
La observación de esta sala, en la actualidad, causa una mezcla de admiración y estupor. Los restos del incendio son innegables, perentorios, junto con el trabajo afanoso de decenas de albañiles de la zona que la restauraron a pico y pala en la posguerra. La «extraordinaria techumbre mudéjar que cubría la sala» no se ha podido recuperar, explica la Consejería de Cultura del Gobierno maño. Tampoco todos los fragmentos de la decoración pictórica –faltan 43– y que también están en Barcelona, en la sede del MNAC (Museo Nacional de Arte de Cataluña). Este rincón del enorme monasterio (7.800 metros cuadrados de superficie) donde la priora tomaba las grandes decisiones junto al resto de religiosas ahora se cobija con mimo, a 23 grados y resguardado de la humedad que podría volver a deteriorarla.
La ubicación de Sijena, su proximidad a Francia, determinó el devenir «azaroso» del monasterio, apunta el historiador. De hecho, en su largo recorrido por nueve siglos, se encuentra el baile de órdenes religiosas –sanjuanistas y belenistas se han alternado–, siempre adscritas a la Orden de Malta y regidas por la regla de San Agustín. Desde 2020 no hay monjas en este refugio de la vida mundana, aunque la Orden está «pendiente de que entren» nuevas inquilinas en el monasterio.
Los artistas de renombre que se arremolinaron en torno al templo elevaron a cumbre sus obras. Cabe detacar al pintor centroeuropeo Rodrigo de Sajonia y el maestro galo Gabriel Yoly, responsable del retablo de la catedral de Teruel, considerada su mejor creación. Fue un «centro pujante de patronazgo y promoción» en el Renacimiento; testigo de etapas de «eclosión artística», durante el prioriato de Blanca de Aragón (1348) y principios del siglo XVI bajo el de María Jiménez de Urrea; en otras, como la guerra de la Independencia, la desamortización y el verano de 1936 sufrió la parte más cruda de su historia, explica Fernando Sarría.
Cinco años pendientes del TS
También la vecindad con Cataluña marcó un litigo judicial que se remonta a décadas atrás. El Ejecutivo en Zaragoza, al margen de ideologías, cree desde hace varias legislaturas que lo importante es restituir la pérdida con el retorno de los bienes. Sor Virginia Calatayud, la Madre Federal de la Orden de las Sanjuanistas y representante legal del cenobio, solicitó esa ejecución y los servicios jurídicos del Gobierno regional dispusieron que –tal y como han reivindicado en los últimos años dos presidentes, Javier Lambán (PSOE) y Jorge Azcón (PP)– el Estatuto de Autonomía tiene un precepto clave que ordena «a los poderes públicos hacer realidad el regreso a Aragón de todos los bienes integrantes que se encuentran fuera de su territorio». Y en esas sigue.
Como se sabe, dos sentencias han ordenado «la reintegración» en Sijena de las decenas de piezas que estaban en Lérida y Barcelona. En 2017 la Guardia Civil tuvo que irrumpir en un museo ilerdense para la ejecución forzosa de esa decisión. Otras se devolvieron voluntariamente. La Generalitat interpuso un recurso ante el Tribunal Supremo, que lleva pendiente de resolución cinco años.
Una selección de ese tesoro disperso, 33 de ellas piezas originales, se exhiben en los antiguos dormitorios de las religiosas del convento, reconvertidos en sala expositiva. El monasterio contó con un magnífico conjunto de arte sacro y da probadas muestras de ello, se conserva una de las sillas del palacio priorial y las puertas de la estancia; también se ha preservado el retablo de la Virgen de los Ángeles, atribuido a los hermanos Serra; el retablo mayor del cenobio y el retablo de la capilla de San Pedro, de Rodrigo de Sajonia. Se muestra un remate heráldico y la predela. De Yoly se exhiben tres obras, siendo la más destacada el grupo escultórico del Santo Entierro de Sijena (1529-1530), que imitaba a los sarcófagos romanos, en alabastro tallado. Otras piezas litúrgicas enlazan ya con el Barroco.
Estancias y templo subsisten al paso del tiempo. Es en la misma entrada donde se localiza el auténtico símbolo de Sijena, de acuerdo a los expertos: su portada abocinada de 14 arquivoltas que confieren a este lugar un aspecto único. Da la bienvenida a los visitantes que también han regresado. Para la reapertura y la restauración de obras se han invertido seis millones de euros. En las primeras ocho visitas guiadas hubo 238 personas, un «éxito» según la consejería, puesto que se permiten grupos de 28-30 personas en cada una. Ahora, apuntala el edil Castellón, también se espera que borboteen la vida y el dinero en torno a un Monasterio hecho para Reyes en una comarca desértica.
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