De las imágenes que más llamaron la atención durante los primeros meses de guerra en Culiacán, a finales del año pasado, fue la de las bandas de música que tocaban, algo desorientadas, en cualquier esquina. La noche se había terminado en la capital sinaloense. La batalla entre facciones del Cartel de Sinaloa ahuyentaba a la gente de bares, restaurantes, cantinas y salas de concierto. Los músicos no tenían trabajo. Desesperados, trataban de buscar clientes en semáforos y camellones. Era una de las consecuencias de la tragedia bélica, pero también un síntoma del empuje de la escena musical regional, rica, profunda, rebosante, cuna al fin y al cabo de Chalino Sánchez o Los Tigres del Norte.
Grupo Feroz es parte de esa escena. La banda integra una nueva hornada de conjuntos norteños que, casi sin querer, acumulan millones de reproducciones en Youtube o Spotify, impulsados por la fiebre mundial del corrido tumbado, que encarnan figuras como Natanael Cano o Peso Pluma. En su caso, varias de sus composiciones superan los 15 millones de reproducciones en plataformas. Guitarra, requinto, acordeón, bajo y batería son sus armas. La particular voz del vocalista principal, que se presenta como Bryan, o Compa Felino, es una de sus señas de identidad. La otra es el talento al acordeón y las dotes de productor de su socio, Adahir. Completan la banda, Emiliano, a la batería, y Abel, al bajo. Bryan es el mayor de todos y solo cuenta 22 años.
Los nombres completos de los músicos no aparecen aquí, por precaución. Oriundos de Culiacán, muchas de las letras de sus canciones reflejan parte de la conversación en la ciudad, y en el Estado en general, las idas y venidas de grupos presuntamente ligados al Cartel de Sinaloa, particularmente a la facción que encabeza Ismael Zambada Sicairos, Mayito Flaco, hijo de Ismael Mayo Zambada, uno de los líderes históricos de la organización. El Mayo Zambada vive en prisión, en Estados Unidos, desde hace un año. Su captura en julio de 2024 figura precisamente en el origen de la guerra en Sinaloa: un hijo de su viejo socio, Joaquín El Chapo Guzmán, le tendió presuntamente una trampa para llevarle en avioneta a Texas, posibilitando su arresto.
La historia del Mayo es contexto en Culiacán. Igual que la del Chapo y sus huidas carcelarias, o la batalla campal que libraron sus hijos, Los Chapitos, aquella tarde de 2019, cuando un grupo de militares trató de detener a Ovidio, el pequeño de los hermanos. Los militares fracasaron y la música se encargó de mitificar el episodio. Uno de los corridos sobre aquella tarde, Soy el Ratón, de los también sinaloenses Código FN, cuenta 40 millones de reproducciones en Youtube. “La cultura aquí siempre ha sido escuchar las canciones, los corridos”, dice Abel, el bajista. “A la gente le gusta mucho, y por el gusto salen los artistas, porque te gusta escuchar, pero también que te escuchen a ti”, señala.
De sus canciones sobre el tema destacan Rugrats o una de las más recientes, Changuito me Apodaron. La primera habla de Los Rugrats, una célula criminal al servicio del Mayito Flaco, que toma el nombre de la popular serie de caricaturas. La segunda, una de las que más tocan (y repiten) en sus conciertos, habla de Changuito Antrax, líder de Los Antrax, uno de los grupos más longevos del entramado criminal de Sinaloa, cercano igualmente a Zambada Sicairos. ¿Cómo hacen sus canciones? ¿Llegan con ustedes y les piden que las hagan? ¿Ustedes piden permiso? Ellos cuentan que es una mezcla. Bryan dice que a veces les hacen el encargo, y que llegan a cobrar 10.000 dólares por composición. Adahir añade que, a veces, tienen que pedir autorización.
El asunto es interesante y complejo. Cuando empezaron a tocar, las facciones del Cartel de Sinaloa estaban en paz. Adahir y Bryan formaron Grupo Feroz un par de años antes de que empezara la guerra. El Mayo Zambada aún vivía en su rancho en las montañas del triángulo dorado, sus hijos y sus aliados no peleaban con los hijos del Chapo. Hay una canción, Casco Negro, que si bien habla desde el punto de vista de un aliado del Mayito Flaco, dice: “a la orden también estamos con los hijos del Chapo Guzmán”. ¿Es complicado o peligroso para ustedes, ahora que el equilibrio entre los grupos se rompió? “Pues sí, es peligroso porque lo toman como si uno estuviera de un lado, pero pues, uno es músico”, dice, convencido, Bryan. “A final de cuentas, nosotros no retamos a nadie. El músico le hace corridos a quien pague. Si a uno le pide un corrido quién sea, pues lo va a hacer”, añade. “Nunca hemos hecho una música ofensiva. Ni de las cosas entre los grupos, ni nada”, zanja.
“El músico vive de los corridos”
Adahir y Bryan empezaron Grupo Feroz prácticamente de cero. El primero sabía tocar la guitarra. Había aprendido en una academia. El segundo aprovechó la pandemia para vencer el misterio de las seis cuerdas. A Bryan le gustaba el grupo local Edición Especial, a Adahir, Los Tucanes de Tijuana, también sinaloenses, pese al nombre. “Mi compa Bryan y yo tocábamos primero la guitarra, tipo sierreño. Bryan la armonía y yo el requinto. Nos conocimos en un estudio, donde yo iba a grabar el requinto. Ahí se fue dando”, recuerda Adahir. Luego llegaron Emiliano y Abel. Todos tienen padres, tíos, primos, abuelos que tocaban el acordeón, la guitarra o la batería. O que, al menos, como dice Bryan, “eran entonados”.
Sus primeras canciones son corridos de corte clásico, como El Lindo, El 40 o Yo soy el instructor, tonos reconocibles, algunos vientos, melodías pausadas, pero… “Llegó un punto que decidimos cambiarle el estilo al grupo para que fuera más norteño, y le metimos acordeón”, cuenta Adahir. “Los plebes decían, ‘hay que buscar acordeonista’, y me dijeron que jalara yo”, sigue. “El chiste es que nos regalaron un acordeón, y ya empecé a aprender yo solo. Me ponía a ver videos, y ya luego me ponía a sacar las melodías de las canciones del grupo”, cuenta. El cambio fue radical. Entre noviembre de 2023 y abril de 2024 sacaron un puñado de canciones nuevas, entre ellas tres de las más escuchadas, Exoticón, y las ya mencionadas Casco Negro y Rugrats.
Las tres comparten algo que devuelve la narración al principio: la riqueza de la escena local. Casco Negro, Rugrats y Exoticón son colaboraciones con grupos de la zona, bandas de amigos. Exoticón, por ejemplo, la cantan a medias con Grupo Selectivo; Rugrats, la más escuchada del grupo, con 30 millones de reproducciones, la hicieron en sociedad con Jaque Mate; Casco Negro, por su lado, es una canción a tres bandas, entre Grupo Feroz, Jorka Vizcarra y Padrinito Toys. Las tres comparten otro aspecto, las referencias a pandillas locales, a envíos de droga a Estados Unidos, a la vida de criminales, ficticios o reales, siempre en una lógica de lealtad a los jefes, de gusto por los carros y las armas.
No es ninguna novedad que una banda de muchachos jóvenes beba de estas fuentes para sus letras. Desde las canciones de N.W.A. en los albores del Gangsta Rap, en los Estados Unidos de la década de 1980, a las muy explícitas de 2Pac o las de los raperos del Drill de Chicago, pasando por el Dancehall jamaicano de finales de siglo, la cumbia villera argentina, o la lírica machista del reggaeton primitivo. Ocurre, sin embargo, que los corridos están ahora mismo en el ojo del huracán. Las letras alusivas a líderes criminales, comunes en el repertorio de la mayoría de artistas del género, han provocado un debate en México, que gobiernos y plataformas zanjan muchas veces cancelando conciertos o cubriendo con desagradables pitidos las partes polémicas de las canciones.
¿Qué les parece esta polémica? “Hay muchos grupos que tocan corridos, es lo que más vende. Que de un día para otro cancelen eso, que digan que ya no se pueden tocar corridos es un problema muy grande. El músico de eso vive”, dice Adahir. Es curioso, ninguno de ellos hace la distinción entre corridos y corridos bélicos o narcocorridos, expresiones que se han popularizado en los últimos años. No hacen distinción, porque, a su entender, no existe. Son historias que fijan conversaciones entre amigos, chorros de mensajes en WhatsApp, vídeos cortos publicados en redes sociales. Antes, los protagonistas eran generales revolucionarios, forajidos del desierto, luego fueron migrantes, paisanos que cruzaban el río Bravo para trabajar en EE UU. Ahora, los protagonistas son los que son.
El futuro pinta bien para Grupo Feroz, que no ha dejado la carretera en las últimas semanas. La banda prepara el lanzamiento de un álbum en vivo y nuevas canciones, que adelantan a trozos en sus redes. También preparan colaboraciones, puertas en realidad a aumentar su legión de fans. “Si Dios quiere, haremos colaboraciones con artistas más conocidos, canciones inéditas. Es que hay mucho material para sacar. Y videos también”, dice Adahir. “Ahí viene un dueto con Panter Bélico”, añade Bryan, en referencia al cantante nacido en EE UU, pero que pasó su infancia en Sinaloa. Confianza no les falta. “Yo escucho nuestras canciones todo el día. ¡Me gustan, me gustan!”, dice Bryan. “Se va a escuchar raro, pero yo soy fan del grupo”, dice, riéndose.
Conjunto emergente de la riquísima escena de Culiacán, la banda recibe a EL PAÍS antes de un concierto. Sus jóvenes integrantes hablan de los orígenes, sus referencias, las controvertidas letras y la ola prohibicionista
De las imágenes que más llamaron la atención durante los primeros meses de guerra en Culiacán, a finales del año pasado, fue la de las bandas de música que tocaban, algo desorientadas, en cualquier esquina. La noche se había terminado en la capital sinaloense. La batalla entre facciones del Cartel de Sinaloa ahuyentaba a la gente de bares, restaurantes, cantinas y salas de concierto. Los músicos no tenían trabajo. Desesperados, trataban de buscar clientes en semáforos y camellones. Era una de las consecuencias de la tragedia bélica, pero también un síntoma del empuje de la escena musical regional, rica, profunda, rebosante, cuna al fin y al cabo de Chalino Sánchez o Los Tigres del Norte.
Grupo Feroz es parte de esa escena. La banda integra una nueva hornada de conjuntos norteños que, casi sin querer, acumulan millones de reproducciones en Youtube o Spotify, impulsados por la fiebre mundial del corrido tumbado, que encarnan figuras como Natanael Cano o Peso Pluma. En su caso, varias de sus composiciones superan los 15 millones de reproducciones en plataformas. Guitarra, requinto, acordeón, bajo y batería son sus armas. La particular voz del vocalista principal, que se presenta como Bryan, o Compa Felino, es una de sus señas de identidad. La otra es el talento al acordeón y las dotes de productor de su socio, Adahir. Completan la banda, Emiliano, a la batería, y Abel, al bajo. Bryan es el mayor de todos y solo cuenta 22 años.
Los nombres completos de los músicos no aparecen aquí, por precaución. Oriundos de Culiacán, muchas de las letras de sus canciones reflejan parte de la conversación en la ciudad, y en el Estado en general, las idas y venidas de grupos presuntamente ligados al Cartel de Sinaloa, particularmente a la facción que encabeza Ismael Zambada Sicairos, Mayito Flaco, hijo de Ismael Mayo Zambada, uno de los líderes históricos de la organización. El Mayo Zambada vive en prisión, en Estados Unidos, desde hace un año. Su captura en julio de 2024 figura precisamente en el origen de la guerra en Sinaloa: un hijo de su viejo socio, Joaquín El Chapo Guzmán, le tendió presuntamente una trampa para llevarle en avioneta a Texas, posibilitando su arresto.
La historia del Mayo es contexto en Culiacán. Igual que la del Chapo y sus huidas carcelarias, o la batalla campal que libraron sus hijos, Los Chapitos, aquella tarde de 2019, cuando un grupo de militares trató de detener a Ovidio, el pequeño de los hermanos. Los militares fracasaron y la música se encargó de mitificar el episodio. Uno de los corridos sobre aquella tarde, Soy el Ratón, de los también sinaloenses Código FN, cuenta 40 millones de reproducciones en Youtube. “La cultura aquí siempre ha sido escuchar las canciones, los corridos”, dice Abel, el bajista. “A la gente le gusta mucho, y por el gusto salen los artistas, porque te gusta escuchar, pero también que te escuchen a ti”, señala.

De sus canciones sobre el tema destacan Rugrats o una de las más recientes, Changuito me Apodaron. La primera habla de Los Rugrats, una célula criminal al servicio del Mayito Flaco, que toma el nombre de la popular serie de caricaturas. La segunda, una de las que más tocan (y repiten) en sus conciertos, habla de Changuito Antrax, líder de Los Antrax, uno de los grupos más longevos del entramado criminal de Sinaloa, cercano igualmente a Zambada Sicairos. ¿Cómo hacen sus canciones? ¿Llegan con ustedes y les piden que las hagan? ¿Ustedes piden permiso? Ellos cuentan que es una mezcla. Bryan dice que a veces les hacen el encargo, y que llegan a cobrar 10.000 dólares por composición. Adahir añade que, a veces, tienen que pedir autorización.
El asunto es interesante y complejo. Cuando empezaron a tocar, las facciones del Cartel de Sinaloa estaban en paz. Adahir y Bryan formaron Grupo Feroz un par de años antes de que empezara la guerra. El Mayo Zambada aún vivía en su rancho en las montañas del triángulo dorado, sus hijos y sus aliados no peleaban con los hijos del Chapo. Hay una canción, Casco Negro, que si bien habla desde el punto de vista de un aliado del Mayito Flaco, dice: “a la orden también estamos con los hijos del Chapo Guzmán”. ¿Es complicado o peligroso para ustedes, ahora que el equilibrio entre los grupos se rompió? “Pues sí, es peligroso porque lo toman como si uno estuviera de un lado, pero pues, uno es músico”, dice, convencido, Bryan. “A final de cuentas, nosotros no retamos a nadie. El músico le hace corridos a quien pague. Si a uno le pide un corrido quién sea, pues lo va a hacer”, añade. “Nunca hemos hecho una música ofensiva. Ni de las cosas entre los grupos, ni nada”, zanja.

“El músico vive de los corridos”
Adahir y Bryan empezaron Grupo Feroz prácticamente de cero. El primero sabía tocar la guitarra. Había aprendido en una academia. El segundo aprovechó la pandemia para vencer el misterio de las seis cuerdas. A Bryan le gustaba el grupo local Edición Especial, a Adahir, Los Tucanes de Tijuana, también sinaloenses, pese al nombre. “Mi compa Bryan y yo tocábamos primero la guitarra, tipo sierreño. Bryan la armonía y yo el requinto. Nos conocimos en un estudio, donde yo iba a grabar el requinto. Ahí se fue dando”, recuerda Adahir. Luego llegaron Emiliano y Abel. Todos tienen padres, tíos, primos, abuelos que tocaban el acordeón, la guitarra o la batería. O que, al menos, como dice Bryan, “eran entonados”.
Sus primeras canciones son corridos de corte clásico, como El Lindo, El 40 o Yo soy el instructor, tonos reconocibles, algunos vientos, melodías pausadas, pero… “Llegó un punto que decidimos cambiarle el estilo al grupo para que fuera más norteño, y le metimos acordeón”, cuenta Adahir. “Los plebes decían, ‘hay que buscar acordeonista’, y me dijeron que jalara yo”, sigue. “El chiste es que nos regalaron un acordeón, y ya empecé a aprender yo solo. Me ponía a ver videos, y ya luego me ponía a sacar las melodías de las canciones del grupo”, cuenta. El cambio fue radical. Entre noviembre de 2023 y abril de 2024 sacaron un puñado de canciones nuevas, entre ellas tres de las más escuchadas, Exoticón, y las ya mencionadas Casco Negro y Rugrats.
Las tres comparten algo que devuelve la narración al principio: la riqueza de la escena local. Casco Negro, Rugrats y Exoticón son colaboraciones con grupos de la zona, bandas de amigos. Exoticón, por ejemplo, la cantan a medias con Grupo Selectivo; Rugrats, la más escuchada del grupo, con 30 millones de reproducciones, la hicieron en sociedad con Jaque Mate; Casco Negro, por su lado, es una canción a tres bandas, entre Grupo Feroz, Jorka Vizcarra y Padrinito Toys. Las tres comparten otro aspecto, las referencias a pandillas locales, a envíos de droga a Estados Unidos, a la vida de criminales, ficticios o reales, siempre en una lógica de lealtad a los jefes, de gusto por los carros y las armas.
No es ninguna novedad que una banda de muchachos jóvenes beba de estas fuentes para sus letras. Desde las canciones de N.W.A. en los albores del Gangsta Rap, en los Estados Unidos de la década de 1980, a las muy explícitas de 2Pac o las de los raperos del Drill de Chicago, pasando por el Dancehall jamaicano de finales de siglo, la cumbia villera argentina, o la lírica machista del reggaeton primitivo. Ocurre, sin embargo, que los corridos están ahora mismo en el ojo del huracán. Las letras alusivas a líderes criminales, comunes en el repertorio de la mayoría de artistas del género, han provocado un debate en México, que gobiernos y plataformas zanjan muchas veces cancelando conciertos o cubriendo con desagradables pitidos las partes polémicas de las canciones.
¿Qué les parece esta polémica? “Hay muchos grupos que tocan corridos, es lo que más vende. Que de un día para otro cancelen eso, que digan que ya no se pueden tocar corridos es un problema muy grande. El músico de eso vive”, dice Adahir. Es curioso, ninguno de ellos hace la distinción entre corridos y corridos bélicos o narcocorridos, expresiones que se han popularizado en los últimos años. No hacen distinción, porque, a su entender, no existe. Son historias que fijan conversaciones entre amigos, chorros de mensajes en WhatsApp, vídeos cortos publicados en redes sociales. Antes, los protagonistas eran generales revolucionarios, forajidos del desierto, luego fueron migrantes, paisanos que cruzaban el río Bravo para trabajar en EE UU. Ahora, los protagonistas son los que son.

El futuro pinta bien para Grupo Feroz, que no ha dejado la carretera en las últimas semanas. La banda prepara el lanzamiento de un álbum en vivo y nuevas canciones, que adelantan a trozos en sus redes. También preparan colaboraciones, puertas en realidad a aumentar su legión de fans. “Si Dios quiere, haremos colaboraciones con artistas más conocidos, canciones inéditas. Es que hay mucho material para sacar. Y videos también”, dice Adahir. “Ahí viene un dueto con Panter Bélico”, añade Bryan, en referencia al cantante nacido en EE UU, pero que pasó su infancia en Sinaloa. Confianza no les falta. “Yo escucho nuestras canciones todo el día. ¡Me gustan, me gustan!”, dice Bryan. “Se va a escuchar raro, pero yo soy fan del grupo”, dice, riéndose.
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