Benito Jiménez (El Viso del Alcor, Sevilla, 1977) y su hermano Pedro (1981) todavía recuerdan su actuación en el Sónar de 2015 junto al Niño de Elche , cuando todo el mundo empezó a hablar de ellos. ¿Unos flamencos poniendo a bailar a miles de aficionados a la música electrónica en Barcelona? «Es gracioso, porque si todos los que dicen que estuvieron hubieran estado de verdad, habríamos llenado todo el recinto del festival nosotros solos», comenta el mayor entre risas. «Pero es cierto que fue una bomba. Tuvo una repercusión enorme. El vídeo de ese concierto ha sido una referencia para mucha gente, por eso lo subimos a internet, para que lo use quien quiera con total libertad», añade. El espectáculo se llamaba ‘RaVerdial’ , una suerte de mezcla entre el espíritu más salvaje de las ‘raves’ y los verdiales del flamenco. Dos mundos en principio antagónicos que casaron con insólita naturalidad. Empezaba con una sirena de barco y, a continuación, el Niño de Elche entonaba el siguiente verso como si fuera un mantra: «Que sí, que es la verdad, que este cante de los verdiales es popular». De repente, el auditorio era atravesado por un ‘beat’ de tecno machacón y rápido, mientras en una pantalla gigante se disparaban imágenes de grupos folclóricos, peregrinos intentado saltar la verja para tocar a la Virgen del Rocío, el presidente Carlos Arias Navarro anunciando la muerte de Franco, escenas de la película ‘El odio’ (1995) de Mathieu Kassovitz y los cantaores Antonio Mairena y Manuel Agujetas. «¡Me acuerdo de la reacción del público! Fue en el Complex+D, un auditorio de más de 2.000 butacas muy cómodas al que los asistentes al festival suelen ir a echarse la siesta con la música experimental de fondo. Ese día, sin embargo, todo el mundo se levantó y se puso a bailar. Fue espectacular, y eso que en ningún momento lo creamos pensando que eso ocurriera, pero se produjo la magia», cuenta Pedro, con la ovación de varios minutos todavía presente.Noticia Relacionada MÚSICA estandar Si Viaje a Portugal con Lorena Álvarez: «Sacrifico mucho para poder vivir de mi música, pero ya no sufro» Israel Viana«Con el subidón –recuerda Benito–, al intentar frenar la manivela de la sirena que yo movía a toda velocidad, me arranqué un trozo de la piel del dedo y no me di cuenta hasta el final, cuando me vi la camiseta llena de sangre y una parte del dedo desaparecida. ¡Una hora después! Aún tengo la cicatriz, pero es que fue tremendo».—Como cuando a mediados del siglo XX, Tía Anica La Piriñaca dijo aquello de: «Cuando canto a gusto la boca me sabe a sangre».— Benito : No quería ser yo quien hiciera esa referencia, pero sí [risas]. Mi dedo chorrea sangre cuando mezclo flamenco con electrónica.Una vida de experimentaciónEn realidad, aquello que sorprendió a los asistentes del Sónar y, después, a los de los principales festivales de flamenco del mundo, como la Bienal de Sevilla, Nimes y Nueva York, no era nuevo para los hermanos Jiménez. Llevaban «jugando» con grabaciones de vídeo y audio desde pequeños. Gracias a su padre, profesor de nuevas tecnologías, en su casa siempre hubo cámaras con las que trastear y experimentar. Muy jóvenes, además, empezaron a trabajar como técnicos en las cadenas de radio y televisión de El Viso del Alcor, donde llegaron a tener sus propios programas. El primero se llamó ‘Imprevisibles’, en el que pinchaban sin prejuicio a Jimmy Hendrix, Janis Joplin, el Club de los Poetas Violentos, Antonio Mairena, Frank Zappa, 713avo Amor, Dinosaur Jr o Sonic Youth. «Esas cosas incoherentes de la adolescencia», bromea Benito. Actuaron por primera vez en 1996, cuando tenían 19 y 15 años, respectivamente. Dos años después participaron en la creación de Zemos98, un colectivo de gestión cultural relacionado con proyectos educativos y audiovisuales que nació al mismo tiempo como festival de música independiente y experimental en El Viso, donde también daban cabida a la proyección de cortometrajes. Todos sus mundos conviviendo en un mismo espacio. Por allí pasaron, por ejemplo, artistas nacionales como La Mala Rodríguez, antes incluso de publicar su exitoso álbum de debut, ‘Lujo ibérico’, o Lorena Álvarez con su primera maqueta, e internacionales como Hexstatic, Janek Schaefer o Pierre Bastien. Pero el flamenco siempre estuvo ahí. «Convivimos con él desde pequeños de forma natural, cómo te puedes imaginar», advierte Benito. Y es que la segunda casa de los hermanos fue el polígono sevillano de San Pablo, el barrio construido en la década de 1960 para alojar a familias humildes, al que se mudaron sus abuelas y parte de su familia, con el callejero plagado de referencia al flamenco: avenida de la Soleá, calle la Petenera, plaza los Tarantos… «Forma parte de nuestro folclore. Lo consideramos propio y, como tal, lo usamos al mismo nivel que la electrónica y los vídeos. De hecho, hemos sido programados en más festivales de flamenco que de electrónica. Tengo la sensación de que, salvo ciertos templarios, como llamamos nosotros a los puristas del cante jondo, sus aficionados son bastante más abiertos y aceptan las mezclas sin problema. ¿Que Los Voluble nunca van a ganar el Festival del Cante de las Minas? Por supuesto, pero hemos actuado en la Reunión de Cante Jondo de La Puebla de Cazalla y la gente nos pedía más y más. Aquella fue, por cierto, la actuación más larga de ‘Flamenco Is Not A Crime’ », defiende Pedro en referencia a su espectáculo más conocido.Arriba, Los Voluble presentando ‘Flamenco Is Not A Crime’ en el Sónar de 2019. Abajo, posando en diferentes momentos de su carrera Ariel Martini / Julio Albarrán / ABC’Jaleo Is A Crime’En los últimos años han sumado otros en los que mezclan la experimentación audiovisual, la música electrónica y el folclore andaluz, siempre con un trasfondo político y social. Por ejemplo, ‘Borderhack’ (2019), en el que reflexionaban sobre las fronteras y la inmigración; ‘Jaleo is a crime’ (2022), continuación de ‘Flamenco Is Not A Crime’ e inspirado en el movimiento ‘Free Party Is Not A Crime’ de las ‘raves’; ‘[still] No Televised’ (2023), que nació a raíz de la publicación de ‘A veces’, antología poética del fallecido Gil Scott-Heron, representante de la cultura afroamericana y uno de los padres del rap, que en los 70 publicó su himno ‘The Revolution Will Not Be Televised’, y ‘La voz de alarma’ (2025), en el que cargan contra los genocidios, las ‘fake news’ y el cambio climático usando un nuevo archivo de imágenes flamencas. Las próximas fechas en las que se podrán ver alguno de ellos son: 27 de junio (Festival de Flamenco de Zamora) , 25 de julio (Brisa Festival) y 28 de noviembre (Bruselas). «¿Qué nos da más pedigrí, actuar en la Bienal de Sevilla o en el Sónar? El mismo. La clave es estar en ambos sitios. Hemos cerrado el Festival Flamenco de Nueva York y el público flipaba», advierte Pedro. Y subraya: «La reflexión importante que tienen que hacerse nuestros críticos es que los artistas que están abriendo el flamenco a otros espacios y logrando que siga siendo contemporáneo, aportan mucho al género en términos profesionales. Conocemos a un montón de gente que, después de escuchar a Rosalía, terminó investigando a La Niña de los Peines». «Una cosa está clara –apostilla Benito–. El público del Sónar no se levantó cuando empezó a sonar el ‘drop’ [el momento en el se desata la parte más enérgica en un tema de música electrónica], sino cuando pusimos la imagen de Tía Anica la Piriñaca . Y se levantó porque esa mujer era espectacular en una pantalla. Punto. Que eso le ofenda a alguien es su problema». Benito Jiménez (El Viso del Alcor, Sevilla, 1977) y su hermano Pedro (1981) todavía recuerdan su actuación en el Sónar de 2015 junto al Niño de Elche , cuando todo el mundo empezó a hablar de ellos. ¿Unos flamencos poniendo a bailar a miles de aficionados a la música electrónica en Barcelona? «Es gracioso, porque si todos los que dicen que estuvieron hubieran estado de verdad, habríamos llenado todo el recinto del festival nosotros solos», comenta el mayor entre risas. «Pero es cierto que fue una bomba. Tuvo una repercusión enorme. El vídeo de ese concierto ha sido una referencia para mucha gente, por eso lo subimos a internet, para que lo use quien quiera con total libertad», añade. El espectáculo se llamaba ‘RaVerdial’ , una suerte de mezcla entre el espíritu más salvaje de las ‘raves’ y los verdiales del flamenco. Dos mundos en principio antagónicos que casaron con insólita naturalidad. Empezaba con una sirena de barco y, a continuación, el Niño de Elche entonaba el siguiente verso como si fuera un mantra: «Que sí, que es la verdad, que este cante de los verdiales es popular». De repente, el auditorio era atravesado por un ‘beat’ de tecno machacón y rápido, mientras en una pantalla gigante se disparaban imágenes de grupos folclóricos, peregrinos intentado saltar la verja para tocar a la Virgen del Rocío, el presidente Carlos Arias Navarro anunciando la muerte de Franco, escenas de la película ‘El odio’ (1995) de Mathieu Kassovitz y los cantaores Antonio Mairena y Manuel Agujetas. «¡Me acuerdo de la reacción del público! Fue en el Complex+D, un auditorio de más de 2.000 butacas muy cómodas al que los asistentes al festival suelen ir a echarse la siesta con la música experimental de fondo. Ese día, sin embargo, todo el mundo se levantó y se puso a bailar. Fue espectacular, y eso que en ningún momento lo creamos pensando que eso ocurriera, pero se produjo la magia», cuenta Pedro, con la ovación de varios minutos todavía presente.Noticia Relacionada MÚSICA estandar Si Viaje a Portugal con Lorena Álvarez: «Sacrifico mucho para poder vivir de mi música, pero ya no sufro» Israel Viana«Con el subidón –recuerda Benito–, al intentar frenar la manivela de la sirena que yo movía a toda velocidad, me arranqué un trozo de la piel del dedo y no me di cuenta hasta el final, cuando me vi la camiseta llena de sangre y una parte del dedo desaparecida. ¡Una hora después! Aún tengo la cicatriz, pero es que fue tremendo».—Como cuando a mediados del siglo XX, Tía Anica La Piriñaca dijo aquello de: «Cuando canto a gusto la boca me sabe a sangre».— Benito : No quería ser yo quien hiciera esa referencia, pero sí [risas]. Mi dedo chorrea sangre cuando mezclo flamenco con electrónica.Una vida de experimentaciónEn realidad, aquello que sorprendió a los asistentes del Sónar y, después, a los de los principales festivales de flamenco del mundo, como la Bienal de Sevilla, Nimes y Nueva York, no era nuevo para los hermanos Jiménez. Llevaban «jugando» con grabaciones de vídeo y audio desde pequeños. Gracias a su padre, profesor de nuevas tecnologías, en su casa siempre hubo cámaras con las que trastear y experimentar. Muy jóvenes, además, empezaron a trabajar como técnicos en las cadenas de radio y televisión de El Viso del Alcor, donde llegaron a tener sus propios programas. El primero se llamó ‘Imprevisibles’, en el que pinchaban sin prejuicio a Jimmy Hendrix, Janis Joplin, el Club de los Poetas Violentos, Antonio Mairena, Frank Zappa, 713avo Amor, Dinosaur Jr o Sonic Youth. «Esas cosas incoherentes de la adolescencia», bromea Benito. Actuaron por primera vez en 1996, cuando tenían 19 y 15 años, respectivamente. Dos años después participaron en la creación de Zemos98, un colectivo de gestión cultural relacionado con proyectos educativos y audiovisuales que nació al mismo tiempo como festival de música independiente y experimental en El Viso, donde también daban cabida a la proyección de cortometrajes. Todos sus mundos conviviendo en un mismo espacio. Por allí pasaron, por ejemplo, artistas nacionales como La Mala Rodríguez, antes incluso de publicar su exitoso álbum de debut, ‘Lujo ibérico’, o Lorena Álvarez con su primera maqueta, e internacionales como Hexstatic, Janek Schaefer o Pierre Bastien. Pero el flamenco siempre estuvo ahí. «Convivimos con él desde pequeños de forma natural, cómo te puedes imaginar», advierte Benito. Y es que la segunda casa de los hermanos fue el polígono sevillano de San Pablo, el barrio construido en la década de 1960 para alojar a familias humildes, al que se mudaron sus abuelas y parte de su familia, con el callejero plagado de referencia al flamenco: avenida de la Soleá, calle la Petenera, plaza los Tarantos… «Forma parte de nuestro folclore. Lo consideramos propio y, como tal, lo usamos al mismo nivel que la electrónica y los vídeos. De hecho, hemos sido programados en más festivales de flamenco que de electrónica. Tengo la sensación de que, salvo ciertos templarios, como llamamos nosotros a los puristas del cante jondo, sus aficionados son bastante más abiertos y aceptan las mezclas sin problema. ¿Que Los Voluble nunca van a ganar el Festival del Cante de las Minas? Por supuesto, pero hemos actuado en la Reunión de Cante Jondo de La Puebla de Cazalla y la gente nos pedía más y más. Aquella fue, por cierto, la actuación más larga de ‘Flamenco Is Not A Crime’ », defiende Pedro en referencia a su espectáculo más conocido.Arriba, Los Voluble presentando ‘Flamenco Is Not A Crime’ en el Sónar de 2019. Abajo, posando en diferentes momentos de su carrera Ariel Martini / Julio Albarrán / ABC’Jaleo Is A Crime’En los últimos años han sumado otros en los que mezclan la experimentación audiovisual, la música electrónica y el folclore andaluz, siempre con un trasfondo político y social. Por ejemplo, ‘Borderhack’ (2019), en el que reflexionaban sobre las fronteras y la inmigración; ‘Jaleo is a crime’ (2022), continuación de ‘Flamenco Is Not A Crime’ e inspirado en el movimiento ‘Free Party Is Not A Crime’ de las ‘raves’; ‘[still] No Televised’ (2023), que nació a raíz de la publicación de ‘A veces’, antología poética del fallecido Gil Scott-Heron, representante de la cultura afroamericana y uno de los padres del rap, que en los 70 publicó su himno ‘The Revolution Will Not Be Televised’, y ‘La voz de alarma’ (2025), en el que cargan contra los genocidios, las ‘fake news’ y el cambio climático usando un nuevo archivo de imágenes flamencas. Las próximas fechas en las que se podrán ver alguno de ellos son: 27 de junio (Festival de Flamenco de Zamora) , 25 de julio (Brisa Festival) y 28 de noviembre (Bruselas). «¿Qué nos da más pedigrí, actuar en la Bienal de Sevilla o en el Sónar? El mismo. La clave es estar en ambos sitios. Hemos cerrado el Festival Flamenco de Nueva York y el público flipaba», advierte Pedro. Y subraya: «La reflexión importante que tienen que hacerse nuestros críticos es que los artistas que están abriendo el flamenco a otros espacios y logrando que siga siendo contemporáneo, aportan mucho al género en términos profesionales. Conocemos a un montón de gente que, después de escuchar a Rosalía, terminó investigando a La Niña de los Peines». «Una cosa está clara –apostilla Benito–. El público del Sónar no se levantó cuando empezó a sonar el ‘drop’ [el momento en el se desata la parte más enérgica en un tema de música electrónica], sino cuando pusimos la imagen de Tía Anica la Piriñaca . Y se levantó porque esa mujer era espectacular en una pantalla. Punto. Que eso le ofenda a alguien es su problema».
Benito Jiménez (El Viso del Alcor, Sevilla, 1977) y su hermano Pedro (1981) todavía recuerdan su actuación en el Sónar de 2015 junto al Niño de Elche, cuando todo el mundo empezó a hablar de ellos. ¿Unos flamencos poniendo a bailar a miles de … aficionados a la música electrónica en Barcelona? «Es gracioso, porque si todos los que dicen que estuvieron hubieran estado de verdad, habríamos llenado todo el recinto del festival nosotros solos», comenta el mayor entre risas. «Pero es cierto que fue una bomba. Tuvo una repercusión enorme. El vídeo de ese concierto ha sido una referencia para mucha gente, por eso lo subimos a internet, para que lo use quien quiera con total libertad», añade.
El espectáculo se llamaba ‘RaVerdial’, una suerte de mezcla entre el espíritu más salvaje de las ‘raves’ y los verdiales del flamenco. Dos mundos en principio antagónicos que casaron con insólita naturalidad. Empezaba con una sirena de barco y, a continuación, el Niño de Elche entonaba el siguiente verso como si fuera un mantra: «Que sí, que es la verdad, que este cante de los verdiales es popular». De repente, el auditorio era atravesado por un ‘beat’ de tecno machacón y rápido, mientras en una pantalla gigante se disparaban imágenes de grupos folclóricos, peregrinos intentado saltar la verja para tocar a la Virgen del Rocío, el presidente Carlos Arias Navarro anunciando la muerte de Franco, escenas de la película ‘El odio’ (1995) de Mathieu Kassovitz y los cantaores Antonio Mairena y Manuel Agujetas.
«¡Me acuerdo de la reacción del público! Fue en el Complex+D, un auditorio de más de 2.000 butacas muy cómodas al que los asistentes al festival suelen ir a echarse la siesta con la música experimental de fondo. Ese día, sin embargo, todo el mundo se levantó y se puso a bailar. Fue espectacular, y eso que en ningún momento lo creamos pensando que eso ocurriera, pero se produjo la magia», cuenta Pedro, con la ovación de varios minutos todavía presente.
«Con el subidón –recuerda Benito–, al intentar frenar la manivela de la sirena que yo movía a toda velocidad, me arranqué un trozo de la piel del dedo y no me di cuenta hasta el final, cuando me vi la camiseta llena de sangre y una parte del dedo desaparecida. ¡Una hora después! Aún tengo la cicatriz, pero es que fue tremendo».
—Como cuando a mediados del siglo XX, Tía Anica La Piriñaca dijo aquello de: «Cuando canto a gusto la boca me sabe a sangre».
—Benito: No quería ser yo quien hiciera esa referencia, pero sí [risas]. Mi dedo chorrea sangre cuando mezclo flamenco con electrónica.
Una vida de experimentación
En realidad, aquello que sorprendió a los asistentes del Sónar y, después, a los de los principales festivales de flamenco del mundo, como la Bienal de Sevilla, Nimes y Nueva York, no era nuevo para los hermanos Jiménez. Llevaban «jugando» con grabaciones de vídeo y audio desde pequeños. Gracias a su padre, profesor de nuevas tecnologías, en su casa siempre hubo cámaras con las que trastear y experimentar. Muy jóvenes, además, empezaron a trabajar como técnicos en las cadenas de radio y televisión de El Viso del Alcor, donde llegaron a tener sus propios programas. El primero se llamó ‘Imprevisibles’, en el que pinchaban sin prejuicio a Jimmy Hendrix, Janis Joplin, el Club de los Poetas Violentos, Antonio Mairena, Frank Zappa, 713avo Amor, Dinosaur Jr o Sonic Youth. «Esas cosas incoherentes de la adolescencia», bromea Benito.
Actuaron por primera vez en 1996, cuando tenían 19 y 15 años, respectivamente. Dos años después participaron en la creación de Zemos98, un colectivo de gestión cultural relacionado con proyectos educativos y audiovisuales que nació al mismo tiempo como festival de música independiente y experimental en El Viso, donde también daban cabida a la proyección de cortometrajes. Todos sus mundos conviviendo en un mismo espacio. Por allí pasaron, por ejemplo, artistas nacionales como La Mala Rodríguez, antes incluso de publicar su exitoso álbum de debut, ‘Lujo ibérico’, o Lorena Álvarez con su primera maqueta, e internacionales como Hexstatic, Janek Schaefer o Pierre Bastien. Pero el flamenco siempre estuvo ahí.
«Convivimos con él desde pequeños de forma natural, cómo te puedes imaginar», advierte Benito. Y es que la segunda casa de los hermanos fue el polígono sevillano de San Pablo, el barrio construido en la década de 1960 para alojar a familias humildes, al que se mudaron sus abuelas y parte de su familia, con el callejero plagado de referencia al flamenco: avenida de la Soleá, calle la Petenera, plaza los Tarantos… «Forma parte de nuestro folclore. Lo consideramos propio y, como tal, lo usamos al mismo nivel que la electrónica y los vídeos. De hecho, hemos sido programados en más festivales de flamenco que de electrónica. Tengo la sensación de que, salvo ciertos templarios, como llamamos nosotros a los puristas del cante jondo, sus aficionados son bastante más abiertos y aceptan las mezclas sin problema. ¿Que Los Voluble nunca van a ganar el Festival del Cante de las Minas? Por supuesto, pero hemos actuado en la Reunión de Cante Jondo de La Puebla de Cazalla y la gente nos pedía más y más. Aquella fue, por cierto, la actuación más larga de ‘Flamenco Is Not A Crime’», defiende Pedro en referencia a su espectáculo más conocido.



Ariel Martini / Julio Albarrán / ABC
‘Jaleo Is A Crime’
En los últimos años han sumado otros en los que mezclan la experimentación audiovisual, la música electrónica y el folclore andaluz, siempre con un trasfondo político y social. Por ejemplo, ‘Borderhack’ (2019), en el que reflexionaban sobre las fronteras y la inmigración; ‘Jaleo is a crime’ (2022), continuación de ‘Flamenco Is Not A Crime’ e inspirado en el movimiento ‘Free Party Is Not A Crime’ de las ‘raves’; ‘[still] No Televised’ (2023), que nació a raíz de la publicación de ‘A veces’, antología poética del fallecido Gil Scott-Heron, representante de la cultura afroamericana y uno de los padres del rap, que en los 70 publicó su himno ‘The Revolution Will Not Be Televised’, y ‘La voz de alarma’ (2025), en el que cargan contra los genocidios, las ‘fake news’ y el cambio climático usando un nuevo archivo de imágenes flamencas. Las próximas fechas en las que se podrán ver alguno de ellos son: 27 de junio (Festival de Flamenco de Zamora), 25 de julio (Brisa Festival) y 28 de noviembre (Bruselas).
«¿Qué nos da más pedigrí, actuar en la Bienal de Sevilla o en el Sónar? El mismo. La clave es estar en ambos sitios. Hemos cerrado el Festival Flamenco de Nueva York y el público flipaba», advierte Pedro. Y subraya: «La reflexión importante que tienen que hacerse nuestros críticos es que los artistas que están abriendo el flamenco a otros espacios y logrando que siga siendo contemporáneo, aportan mucho al género en términos profesionales. Conocemos a un montón de gente que, después de escuchar a Rosalía, terminó investigando a La Niña de los Peines».
«Una cosa está clara –apostilla Benito–. El público del Sónar no se levantó cuando empezó a sonar el ‘drop’ [el momento en el se desata la parte más enérgica en un tema de música electrónica], sino cuando pusimos la imagen de Tía Anica la Piriñaca. Y se levantó porque esa mujer era espectacular en una pantalla. Punto. Que eso le ofenda a alguien es su problema».
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