Como no puede ser de otra manera, pillamos a Oriol Vilanova (Manresa, 1980), el recién nombrado representante de España en la Bienal de Venecia para la edición de 2026 en un mercadillo de Bruselas, ciudad donde reside, haciéndose con más ejemplares de esas tarjetas postales que desde hace más de dos décadas son el corpus de su proyecto artístico.Ríe cuando le preguntamos si ha acelerado el turbo en la adquisición ante el miedo de que no tenga suficientes para llenar el Pabellón Español, una estructura de unos 900 metros cuadrados, aunque su conjunto, después de 20 años, reúne más de 50.000 entradas: «¿Te imaginas? Hay suficientes –confiesa– pero siempre hay espacio para más. Además, ahí radica la base del proyecto: desplegar una colección en continuidad que se sabe incompleta, un gesto utópico porque jamás podré tenerlas todas ».Noticias relacionadas estandar No ARTE Oriol Vilanova y Carles Guerra, el tándem que representará a España en la Bienal de Venecia 2026 Javier Díaz-Guardiola estandar Si ARTE Jesús Madriñán: «Soy un fotógrafo que trabaja a ciegas» Javier Díaz-GuardiolaDe ahí también el título de ‘Los restos’ para su propuesta veneciana: «Las postales son los restos de restos, un material al que ya no damos importancia, en desuso. Una colección de postales no es una colección exquisita, no es algo por lo que se pelean los grandes coleccionistas. Son objetos que se rescatan, a los que damos una segunda vida », De hecho, Vilanova pone en valor la repetición de las mismas, cuando cae en sus manos una tarjeta que ya tenía: «Era Benjamin el que hablaba de que, con la reproducción, el objeto, la obra de arte, perdería su aura. Yo creo todo lo contrario: cuando una postal se recupera, se le busca un espacio, se envía, se manipula, se le da un nuevo sentido. Para un coleccionista, una repetición en su conjunto es un error. Yo es algo que disfruto y pongo en valor».El valor del mercadilloEl proyecto, seleccionado de entre siete invitaciones lanzadas por un jurado integrado por Ignasi Aballí; el director del CGAC, Santi Olmo; la directora del CA2M, Tania Pardo; Agustín Pérez Rubio, último comisario español en la cita internacional; Imma Prieto, responsable del Museo Tàpies; Manuel Segade, desde el Museo Reina Sofía; la editora Rosa Olivares y Santiago Herrero Amigo e Inma Ballesteros, en representación de AECID, pone también en valor el mercadillo como «espacio socio-económico en las periferias de las ciudades» en las que convergen personajes de lo más variopinto («artistas como yo, investigadores, turistas, despistados…») a la búsqueda de «materiales que son los restos de las sociedades, pero que cuentan mucho de la Historia de las mismas». Tajante, Vilanova define el mercadillo como «aparato de digestión de la Historia». Para Venecia, el catalán contará con el apoyo de Carles Guerra, al que ha elegido como comisario: «Era el candidato perfecto. Es verdad que he trabajado con muchos otros que habrían funcionado bien, pero su carácter de profesional independiente, al que ya conozco , me da una seguridad que para una propuesta de tal envergadura como la de la Bienal prefiero que se dé». Tomar nota. De arriba abajo, detalle de los proyectos ‘Diumenge’, en la fundación Tàpies (2017); ‘Sin distinción’, con la colección del CA2M en este centro de arte; y obras en la galería Elba Benítez, que lo representa Roberto Ruiz / Pedro Agustín y Andres ArranzEn la Ciudad de los Canales la colección se desplegará por todas las habitaciones del pabellón como si de los «capítulos de una novela se tratase»: «Cada temática de la misma es un capítulo; algunos más largos, porque es más fácil conseguir material; otros más cortos; algunos complementando a otros; otros entrando en contradicción…». Asimismo, ‘Los restos’ incluirá un programa paralelo de actividades aprovechando la formación como dramaturgo del artista, que servirán para ir activando el espacio en los meses que dure la Bienal de mayo a noviembre: «Serán otros modos de trabajar la visibilidad de las imágenes, que todavía tenemos que definir».Vilanova asume que ya hay generaciones que no saben lo que es una postal, o, al menos, que no las han usado nunca: «Eso me interesa también porque mi aproximación al objeto no es nostálgico. Además, el propio dispositivo ya ha trascendido su utilidad. ¿Cuántos titulares habréis publicado en ABC diciendo cosas como “un paisaje de postal”? El término ha trascendido en el lenguaje. Ese tipo de situaciones me gustan». A él, el gusanillo por coleccionar postales le llegó de una manera natural, nada sistematizada, «interesado en un principio por los libros, que buscaba en mercados de pulgas». Es la «atracción por el objeto», el poder de la imagen, lo que empieza a dar sentido a esta compilación, y lo que la convierte en base de un proyecto artístico de largo recorrido, imposible, llamado al fracaso, que ha introducido en espacios como el CA2M o la Fundación Tàpies, donde ya trabajó con Guerra. Lo interesante del conjunto es que tiene su base en lo pequeño, en lo insignificante, aquello a lo que no se le da valor económico, que, cuando crece, apabulla, se dota de una entidad especial: «Siempre digo que los dos ingredientes que van del brazo y hacen esta colección son el tiempo y el azar» . Es cuestión de tiempo conocer cómo se despelgará en Venecia. Como no puede ser de otra manera, pillamos a Oriol Vilanova (Manresa, 1980), el recién nombrado representante de España en la Bienal de Venecia para la edición de 2026 en un mercadillo de Bruselas, ciudad donde reside, haciéndose con más ejemplares de esas tarjetas postales que desde hace más de dos décadas son el corpus de su proyecto artístico.Ríe cuando le preguntamos si ha acelerado el turbo en la adquisición ante el miedo de que no tenga suficientes para llenar el Pabellón Español, una estructura de unos 900 metros cuadrados, aunque su conjunto, después de 20 años, reúne más de 50.000 entradas: «¿Te imaginas? Hay suficientes –confiesa– pero siempre hay espacio para más. Además, ahí radica la base del proyecto: desplegar una colección en continuidad que se sabe incompleta, un gesto utópico porque jamás podré tenerlas todas ».Noticias relacionadas estandar No ARTE Oriol Vilanova y Carles Guerra, el tándem que representará a España en la Bienal de Venecia 2026 Javier Díaz-Guardiola estandar Si ARTE Jesús Madriñán: «Soy un fotógrafo que trabaja a ciegas» Javier Díaz-GuardiolaDe ahí también el título de ‘Los restos’ para su propuesta veneciana: «Las postales son los restos de restos, un material al que ya no damos importancia, en desuso. Una colección de postales no es una colección exquisita, no es algo por lo que se pelean los grandes coleccionistas. Son objetos que se rescatan, a los que damos una segunda vida », De hecho, Vilanova pone en valor la repetición de las mismas, cuando cae en sus manos una tarjeta que ya tenía: «Era Benjamin el que hablaba de que, con la reproducción, el objeto, la obra de arte, perdería su aura. Yo creo todo lo contrario: cuando una postal se recupera, se le busca un espacio, se envía, se manipula, se le da un nuevo sentido. Para un coleccionista, una repetición en su conjunto es un error. Yo es algo que disfruto y pongo en valor».El valor del mercadilloEl proyecto, seleccionado de entre siete invitaciones lanzadas por un jurado integrado por Ignasi Aballí; el director del CGAC, Santi Olmo; la directora del CA2M, Tania Pardo; Agustín Pérez Rubio, último comisario español en la cita internacional; Imma Prieto, responsable del Museo Tàpies; Manuel Segade, desde el Museo Reina Sofía; la editora Rosa Olivares y Santiago Herrero Amigo e Inma Ballesteros, en representación de AECID, pone también en valor el mercadillo como «espacio socio-económico en las periferias de las ciudades» en las que convergen personajes de lo más variopinto («artistas como yo, investigadores, turistas, despistados…») a la búsqueda de «materiales que son los restos de las sociedades, pero que cuentan mucho de la Historia de las mismas». Tajante, Vilanova define el mercadillo como «aparato de digestión de la Historia». Para Venecia, el catalán contará con el apoyo de Carles Guerra, al que ha elegido como comisario: «Era el candidato perfecto. Es verdad que he trabajado con muchos otros que habrían funcionado bien, pero su carácter de profesional independiente, al que ya conozco , me da una seguridad que para una propuesta de tal envergadura como la de la Bienal prefiero que se dé». Tomar nota. De arriba abajo, detalle de los proyectos ‘Diumenge’, en la fundación Tàpies (2017); ‘Sin distinción’, con la colección del CA2M en este centro de arte; y obras en la galería Elba Benítez, que lo representa Roberto Ruiz / Pedro Agustín y Andres ArranzEn la Ciudad de los Canales la colección se desplegará por todas las habitaciones del pabellón como si de los «capítulos de una novela se tratase»: «Cada temática de la misma es un capítulo; algunos más largos, porque es más fácil conseguir material; otros más cortos; algunos complementando a otros; otros entrando en contradicción…». Asimismo, ‘Los restos’ incluirá un programa paralelo de actividades aprovechando la formación como dramaturgo del artista, que servirán para ir activando el espacio en los meses que dure la Bienal de mayo a noviembre: «Serán otros modos de trabajar la visibilidad de las imágenes, que todavía tenemos que definir».Vilanova asume que ya hay generaciones que no saben lo que es una postal, o, al menos, que no las han usado nunca: «Eso me interesa también porque mi aproximación al objeto no es nostálgico. Además, el propio dispositivo ya ha trascendido su utilidad. ¿Cuántos titulares habréis publicado en ABC diciendo cosas como “un paisaje de postal”? El término ha trascendido en el lenguaje. Ese tipo de situaciones me gustan». A él, el gusanillo por coleccionar postales le llegó de una manera natural, nada sistematizada, «interesado en un principio por los libros, que buscaba en mercados de pulgas». Es la «atracción por el objeto», el poder de la imagen, lo que empieza a dar sentido a esta compilación, y lo que la convierte en base de un proyecto artístico de largo recorrido, imposible, llamado al fracaso, que ha introducido en espacios como el CA2M o la Fundación Tàpies, donde ya trabajó con Guerra. Lo interesante del conjunto es que tiene su base en lo pequeño, en lo insignificante, aquello a lo que no se le da valor económico, que, cuando crece, apabulla, se dota de una entidad especial: «Siempre digo que los dos ingredientes que van del brazo y hacen esta colección son el tiempo y el azar» . Es cuestión de tiempo conocer cómo se despelgará en Venecia.
Como no puede ser de otra manera, pillamos a Oriol Vilanova (Manresa, 1980), el recién nombrado representante de España en la Bienal de Venecia para la edición de 2026 en un mercadillo de Bruselas, ciudad donde reside, haciéndose con más ejemplares de esas … tarjetas postales que desde hace más de dos décadas son el corpus de su proyecto artístico.
Ríe cuando le preguntamos si ha acelerado el turbo en la adquisición ante el miedo de que no tenga suficientes para llenar el Pabellón Español, una estructura de unos 900 metros cuadrados, aunque su conjunto, después de 20 años, reúne más de 50.000 entradas: «¿Te imaginas? Hay suficientes –confiesa– pero siempre hay espacio para más. Además, ahí radica la base del proyecto: desplegar una colección en continuidad que se sabe incompleta, un gesto utópico porque jamás podré tenerlas todas».
De ahí también el título de ‘Los restos’ para su propuesta veneciana: «Las postales son los restos de restos, un material al que ya no damos importancia, en desuso. Una colección de postales no es una colección exquisita, no es algo por lo que se pelean los grandes coleccionistas. Son objetos que se rescatan, a los que damos una segunda vida», De hecho, Vilanova pone en valor la repetición de las mismas, cuando cae en sus manos una tarjeta que ya tenía: «Era Benjamin el que hablaba de que, con la reproducción, el objeto, la obra de arte, perdería su aura. Yo creo todo lo contrario: cuando una postal se recupera, se le busca un espacio, se envía, se manipula, se le da un nuevo sentido. Para un coleccionista, una repetición en su conjunto es un error. Yo es algo que disfruto y pongo en valor».
El valor del mercadillo
El proyecto, seleccionado de entre siete invitaciones lanzadas por un jurado integrado por Ignasi Aballí; el director del CGAC, Santi Olmo; la directora del CA2M, Tania Pardo; Agustín Pérez Rubio, último comisario español en la cita internacional; Imma Prieto, responsable del Museo Tàpies; Manuel Segade, desde el Museo Reina Sofía; la editora Rosa Olivares y Santiago Herrero Amigo e Inma Ballesteros, en representación de AECID, pone también en valor el mercadillo como «espacio socio-económico en las periferias de las ciudades» en las que convergen personajes de lo más variopinto («artistas como yo, investigadores, turistas, despistados…») a la búsqueda de «materiales que son los restos de las sociedades, pero que cuentan mucho de la Historia de las mismas». Tajante, Vilanova define el mercadillo como «aparato de digestión de la Historia».
Para Venecia, el catalán contará con el apoyo de Carles Guerra, al que ha elegido como comisario: «Era el candidato perfecto. Es verdad que he trabajado con muchos otros que habrían funcionado bien, pero su carácter de profesional independiente, al que ya conozco, me da una seguridad que para una propuesta de tal envergadura como la de la Bienal prefiero que se dé».



De arriba abajo, detalle de los proyectos ‘Diumenge’, en la fundación Tàpies (2017); ‘Sin distinción’, con la colección del CA2M en este centro de arte; y obras en la galería Elba Benítez, que lo representa
Roberto Ruiz / Pedro Agustín y Andres Arranz
En la Ciudad de los Canales la colección se desplegará por todas las habitaciones del pabellón como si de los «capítulos de una novela se tratase»: «Cada temática de la misma es un capítulo; algunos más largos, porque es más fácil conseguir material; otros más cortos; algunos complementando a otros; otros entrando en contradicción…». Asimismo, ‘Los restos’ incluirá un programa paralelo de actividades aprovechando la formación como dramaturgo del artista, que servirán para ir activando el espacio en los meses que dure la Bienal de mayo a noviembre: «Serán otros modos de trabajar la visibilidad de las imágenes, que todavía tenemos que definir».
Vilanova asume que ya hay generaciones que no saben lo que es una postal, o, al menos, que no las han usado nunca: «Eso me interesa también porque mi aproximación al objeto no es nostálgico. Además, el propio dispositivo ya ha trascendido su utilidad. ¿Cuántos titulares habréis publicado en ABC diciendo cosas como “un paisaje de postal”? El término ha trascendido en el lenguaje. Ese tipo de situaciones me gustan».
A él, el gusanillo por coleccionar postales le llegó de una manera natural, nada sistematizada, «interesado en un principio por los libros, que buscaba en mercados de pulgas». Es la «atracción por el objeto», el poder de la imagen, lo que empieza a dar sentido a esta compilación, y lo que la convierte en base de un proyecto artístico de largo recorrido, imposible, llamado al fracaso, que ha introducido en espacios como el CA2M o la donde ya trabajó con Guerra. Lo interesante del conjunto es que tiene su base en lo pequeño, en lo insignificante, aquello a lo que no se le da valor económico, que, cuando crece, apabulla, se dota de una entidad especial: «Siempre digo que los dos ingredientes que van del brazo y hacen esta colección son el tiempo y el azar». Es cuestión de tiempo conocer cómo se despelgará en Venecia.
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