«La identidad siempre ha sido un eje en mi trayectoria», reconoce la directora gallega Marta Pazos. No parece extraño, por tanto, que cuando Alfredo Sanzol le invitó a volver al María Guerrero –donde hace poco más de tres años dirigió ‘Comedia sin título’, de Federico García Lorca – se fijara en ‘Orlando’ , la novela de Virginia Woolf . Publicada en 1928, cuenta la historia de un noble inglés que vive más de trescientos años, desde el siglo XVI hasta el siglo XX, aunque su apariencia es siempre la de una persona de 36 años; hay otro detalle, y es que comienza siendo hombre pero se transforma inexplicablemente en mujer, manteniendo su identidad y conciencia a lo largo de los siglos. La propia Marta Pazos la ha realizado junto al dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón. «Una adaptación siempre es una traducción a otro lenguaje», explica Marta Pazos, que añade que en la función «vamos a hablar del tiempo, hablar de la identidad y de la transformación, que es algo que tiene mucho que ver con el propio teatro, que se va transformando con los siglos y nos va acompañando y teniendo diferentes cuerpos».La puesta en escena –que la directora describe como «muy operística»– estará en el Teatro María Guerrero desde hoy hasta el 8 de junio; Laia Manzanares encarna a Orlando, y le acompañan en escena Nao Albet, Anna Climent, Alessandra García, Jorge Kent, Paco Ochoa, Mabel Olea, José Juan Rodríguez Khan, Alberto Velasco y Abril Zamora (que encarna a la propia Virginia Woolf).La novelista estadounidense –« figura clave del feminismo internacional y una de las mentes más brillantes y revolucionarias del siglo XX«, según Marta Pazos, escribió »esta refinada parodia del género biográfico y sátira brutal del sexismo « inspirada en buena medida por su relación con Vita Sackville-West , una escritora y aristócrata con quien mantuvo una relación amorosa. Vita, perteneciente a una familia aristocrática, debía heredar el castillo de Knole, «pero no pudo hacerlo al ser mujer por la ley de progenitura; entonces Virginia Woolf, para sanar esta herida, escribió la carta de amor más larga jamás escrita que es ‘Orlando’». Y también a través de cartas trabajaron la directora gallega y Gabriel Calderón. «Tratamos de trasladar la forma en que fue escrita la novela».Marta Pazos siempre elige un color que impregne su puesta en escena. En este caso ha elegido el verde croma , y de ese color es la «estancia palaciega en la que todo acontece –está presente el concepto de una habitación propia–. Es el salón de baile de la mansión de Orlando. Un espacio diáfano presidido por una imponente escenografía barroca verde, con paredes ricamente decoradas y cinco puertas. Los personajes saldrán y entrarán en escena por las puertas de este lugar libre a la imaginación diseñado por Blanca Añón. La directora ha imaginado este espacio escénico como »una metáfora del cuerpo . El cuerpo como castillo, el cuerpo como jardín, el cuerpo como laberinto, el cuerpo como un roble, el cuerpo como teatro«.Los métodos de trabajo de Marta Pazos son muy singulares. Esta puesta en escena no es una excepción, sobre todo por lo que respecta a los intérpretes, a los que convocó –no hizo audiciones– sin contarles cuál sería su papel, y que llegaron al primer día de ensayos sin conocer el texto. «Mi voluntad era llevarlos al descubrimiento y a esta aventura que tiene el propio personaje de Orlando, así como a la transformación desde el sabor de lo vital, de la conexión con la raíz y con la contemplación».«Pude contar con la complicidad de la oficina técnica –cuenta Marta Pazos–; los libretos se recogían cada día y todo el material gráfico que manejábamos estaba boca abajo en las mesa. Había mucho misterio alrededor de ese material y también del concepto de tiempo. Era importante que la forma de trabajar con el elenco fuera en u na especie de amnea : no teníamos relojes en la sala de ensayos y a los intérpretes no se les permitía tener relojes ni dispositivos que les indicaran qué hora era; también el equipo tenía todos los relojes volteados para trabajar en otro ‘tempo’ y producir así un espacio extraordinario«. Con todo ello la directora busca ofrecer al público »una experiencia perceptiva, no conductiva«. «La identidad siempre ha sido un eje en mi trayectoria», reconoce la directora gallega Marta Pazos. No parece extraño, por tanto, que cuando Alfredo Sanzol le invitó a volver al María Guerrero –donde hace poco más de tres años dirigió ‘Comedia sin título’, de Federico García Lorca – se fijara en ‘Orlando’ , la novela de Virginia Woolf . Publicada en 1928, cuenta la historia de un noble inglés que vive más de trescientos años, desde el siglo XVI hasta el siglo XX, aunque su apariencia es siempre la de una persona de 36 años; hay otro detalle, y es que comienza siendo hombre pero se transforma inexplicablemente en mujer, manteniendo su identidad y conciencia a lo largo de los siglos. La propia Marta Pazos la ha realizado junto al dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón. «Una adaptación siempre es una traducción a otro lenguaje», explica Marta Pazos, que añade que en la función «vamos a hablar del tiempo, hablar de la identidad y de la transformación, que es algo que tiene mucho que ver con el propio teatro, que se va transformando con los siglos y nos va acompañando y teniendo diferentes cuerpos».La puesta en escena –que la directora describe como «muy operística»– estará en el Teatro María Guerrero desde hoy hasta el 8 de junio; Laia Manzanares encarna a Orlando, y le acompañan en escena Nao Albet, Anna Climent, Alessandra García, Jorge Kent, Paco Ochoa, Mabel Olea, José Juan Rodríguez Khan, Alberto Velasco y Abril Zamora (que encarna a la propia Virginia Woolf).La novelista estadounidense –« figura clave del feminismo internacional y una de las mentes más brillantes y revolucionarias del siglo XX«, según Marta Pazos, escribió »esta refinada parodia del género biográfico y sátira brutal del sexismo « inspirada en buena medida por su relación con Vita Sackville-West , una escritora y aristócrata con quien mantuvo una relación amorosa. Vita, perteneciente a una familia aristocrática, debía heredar el castillo de Knole, «pero no pudo hacerlo al ser mujer por la ley de progenitura; entonces Virginia Woolf, para sanar esta herida, escribió la carta de amor más larga jamás escrita que es ‘Orlando’». Y también a través de cartas trabajaron la directora gallega y Gabriel Calderón. «Tratamos de trasladar la forma en que fue escrita la novela».Marta Pazos siempre elige un color que impregne su puesta en escena. En este caso ha elegido el verde croma , y de ese color es la «estancia palaciega en la que todo acontece –está presente el concepto de una habitación propia–. Es el salón de baile de la mansión de Orlando. Un espacio diáfano presidido por una imponente escenografía barroca verde, con paredes ricamente decoradas y cinco puertas. Los personajes saldrán y entrarán en escena por las puertas de este lugar libre a la imaginación diseñado por Blanca Añón. La directora ha imaginado este espacio escénico como »una metáfora del cuerpo . El cuerpo como castillo, el cuerpo como jardín, el cuerpo como laberinto, el cuerpo como un roble, el cuerpo como teatro«.Los métodos de trabajo de Marta Pazos son muy singulares. Esta puesta en escena no es una excepción, sobre todo por lo que respecta a los intérpretes, a los que convocó –no hizo audiciones– sin contarles cuál sería su papel, y que llegaron al primer día de ensayos sin conocer el texto. «Mi voluntad era llevarlos al descubrimiento y a esta aventura que tiene el propio personaje de Orlando, así como a la transformación desde el sabor de lo vital, de la conexión con la raíz y con la contemplación».«Pude contar con la complicidad de la oficina técnica –cuenta Marta Pazos–; los libretos se recogían cada día y todo el material gráfico que manejábamos estaba boca abajo en las mesa. Había mucho misterio alrededor de ese material y también del concepto de tiempo. Era importante que la forma de trabajar con el elenco fuera en u na especie de amnea : no teníamos relojes en la sala de ensayos y a los intérpretes no se les permitía tener relojes ni dispositivos que les indicaran qué hora era; también el equipo tenía todos los relojes volteados para trabajar en otro ‘tempo’ y producir así un espacio extraordinario«. Con todo ello la directora busca ofrecer al público »una experiencia perceptiva, no conductiva«.
Marta Pazos lleva a escena la célebre novela de Virginia Woolf
«La identidad siempre ha sido un eje en mi trayectoria», reconoce la directora gallega Marta Pazos. No parece extraño, por tanto, que cuando Alfredo Sanzol le invitó a volver al María Guerrero –donde hace poco más de tres años dirigió ‘Comedia sin … título’, de Federico García Lorca– se fijara en ‘Orlando’, la novela de Virginia Woolf. Publicada en 1928, cuenta la historia de un noble inglés que vive más de trescientos años, desde el siglo XVI hasta el siglo XX, aunque su apariencia es siempre la de una persona de 36 años; hay otro detalle, y es que comienza siendo hombre pero se transforma inexplicablemente en mujer, manteniendo su identidad y conciencia a lo largo de los siglos. La propia Marta Pazos la ha realizado junto al dramaturgo uruguayo Gabriel Calderón. «Una adaptación siempre es una traducción a otro lenguaje», explica Marta Pazos, que añade que en la función «vamos a hablar del tiempo, hablar de la identidad y de la transformación, que es algo que tiene mucho que ver con el propio teatro, que se va transformando con los siglos y nos va acompañando y teniendo diferentes cuerpos».
La puesta en escena –que la directora describe como «muy operística»– estará en el Teatro María Guerrero desde hoy hasta el 8 de junio; Laia Manzanares encarna a Orlando, y le acompañan en escena Nao Albet, Anna Climent, Alessandra García, Jorge Kent, Paco Ochoa, Mabel Olea, José Juan Rodríguez Khan, Alberto Velasco y Abril Zamora (que encarna a la propia Virginia Woolf).
La novelista estadounidense –«figura clave del feminismo internacional y una de las mentes más brillantes y revolucionarias del siglo XX«, según Marta Pazos, escribió »esta refinada parodia del género biográfico y sátira brutal del sexismo« inspirada en buena medida por su relación con Vita Sackville-West, una escritora y aristócrata con quien mantuvo una relación amorosa. Vita, perteneciente a una familia aristocrática, debía heredar el castillo de Knole, «pero no pudo hacerlo al ser mujer por la ley de progenitura; entonces Virginia Woolf, para sanar esta herida, escribió la carta de amor más larga jamás escrita que es ‘Orlando’». Y también a través de cartas trabajaron la directora gallega y Gabriel Calderón. «Tratamos de trasladar la forma en que fue escrita la novela».
Marta Pazos siempre elige un color que impregne su puesta en escena. En este caso ha elegido el verde croma, y de ese color es la «estancia palaciega en la que todo acontece –está presente el concepto de una habitación propia–. Es el salón de baile de la mansión de Orlando. Un espacio diáfano presidido por una imponente escenografía barroca verde, con paredes ricamente decoradas y cinco puertas. Los personajes saldrán y entrarán en escena por las puertas de este lugar libre a la imaginación diseñado por Blanca Añón. La directora ha imaginado este espacio escénico como »una metáfora del cuerpo. El cuerpo como castillo, el cuerpo como jardín, el cuerpo como laberinto, el cuerpo como un roble, el cuerpo como teatro«.
Los métodos de trabajo de Marta Pazos son muy singulares. Esta puesta en escena no es una excepción, sobre todo por lo que respecta a los intérpretes, a los que convocó –no hizo audiciones– sin contarles cuál sería su papel, y que llegaron al primer día de ensayos sin conocer el texto. «Mi voluntad era llevarlos al descubrimiento y a esta aventura que tiene el propio personaje de Orlando, así como a la transformación desde el sabor de lo vital, de la conexión con la raíz y con la contemplación».
«Pude contar con la complicidad de la oficina técnica –cuenta Marta Pazos–; los libretos se recogían cada día y todo el material gráfico que manejábamos estaba boca abajo en las mesa. Había mucho misterio alrededor de ese material y también del concepto de tiempo. Era importante que la forma de trabajar con el elenco fuera en una especie de amnea: no teníamos relojes en la sala de ensayos y a los intérpretes no se les permitía tener relojes ni dispositivos que les indicaran qué hora era; también el equipo tenía todos los relojes volteados para trabajar en otro ‘tempo’ y producir así un espacio extraordinario«. Con todo ello la directora busca ofrecer al público »una experiencia perceptiva, no conductiva«.
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