Camina muy lentamente por temor a caerse, le duele el cuerpo, se le hinchan los tobillos y las rodillas, tiene la boca seca y le entran náuseas. Protegido del sol con un sombrero, Sergio Peris-Mencheta se sabe una persona dependiente, diferente. Con 50 años recién cumplidos y en proceso de recuperación de una leucemia y un trasplante de médula, donada por su hermano, el actor y director emprende estos días un doble viaje, duro, hermoso y muy valiente.
Por un lado, estrena su nuevo trabajo como director teatral, Blaubeeren, una obra documental sobre la vida cotidiana de los oficiales nazis en el campo de exterminio de Auschwitz, con sus risas, sus fiestas y sus picnics, y, por otro, publica su primer libro. En 730 días, La enfermedad como espejo del tiempo, editado por Planeta, se adentra, con una sinceridad pasmosa, en los recovecos de su vida y su enfermedad y de cómo esta le ha cambiado la manera de estar en el mundo.
Blaubeeren, escrita por Moisés Kaufman y Amanda Gronich, cuenta la vida real de los nazis en el campo de exterminio más letal de la historia de la humanidad a raíz del descubrimiento de un álbum de fotografías, con 193 imágenes, que llega a manos del Museo del Holocausto en Estados Unidos. El montaje se representará en los Teatros del Canal, de Madrid, del 5 al 29 de junio.
En pleno centro de Madrid, a escasos metros de la que es ahora su vivienda y muy cerca de la de su abuelo materno, Jacinto Barrio Capilla, republicano y primera voz de Pirenaica, la emisora clandestina al comienzo de la dictadura franquista, ubicada en Moscú y creada por el Partido Comunista de España; en esa misma plaza en la que su abuelo jugaba y comía dulce de membrillo, Sergio Peris-Mencheta dice ser otro hombre, alguien que se está haciendo amigo de su parte más femenina, algo con lo que se ha peleado durante años, alguien al que ya no paraliza la idea de la muerte y quien acepta la espiritualidad que antes escondía por pudor.
“No me cambio por el Sergio de antes de la enfermedad. No recomiendo a nadie que atraviese lo que yo he atravesado, pero una vez que lo atraviesas me enfrento a tope a ello y también a sus consecuencias. Me duele todo el cuerpo, pero me he acostumbrado y he aceptado el dolor. ¿Qué tiene de bueno esto? Que estoy permanentemente en contacto con mi cuerpo. Antes, todo lo hacía sin darme cuenta, beber, ir al baño, respirar. Ahora, de repente, el dolor, las náuseas, las molestias hacen que me ocupe de mi cuerpo, hacen que me cuide a cada instante. ¿Es malo lo que me está pasando? Claro, es una putada, pero bendita sea esta putada”, dice el actor, que subraya que ha podido dirigir la obra Blaubeeren “en vivo y en directo”. Y la palabra vivo resuena más allá de la plaza.
Porque este último montaje de Peris-Mencheta, tras un sólido recorrido como director de escena con obras como La cocina, Una noche sin luna, Lehman Trilogy, Ladies Football Club o Cielos, lo ha podido dirigir presencialmente y no como la anterior, 14.4, que tuvo que hacer vía telemática desde el hospital de Los Ángeles (Estados Unidos) donde estaba ingresado y enganchado a una sonda. “Ha sido un proyecto fácil, sencillo y muy placentero. No he sentido que llegáramos tarde a ningún sitio. He dejado a los actores hacer, hacer y hacer. Me lo he pasado bien de manera consciente”, confiesa sobre una obra, Blaubeeren (arándanos, en alemán, como los que el oficial nazi entrega a unas jovencísimas y sonrientes telegrafistas del campo de exterminio), cuyo texto les fue enviado directamente, hace tres años, por Moisés Kaufman a su productora Barco Pirata con la intención de que lo dirigiera el propio Kaufman, que ya había estrenado su versión en inglés en Estados Unidos.
“Cuando propuse dirigirla yo, Kaufman se cogió un avión a Madrid y tras ver Ladies Football Club aceptó de inmediato que fuera yo quien la dirigiera”, apunta. “Esta historia se cuenta a través de un museo, que es el lugar donde se guardan los hechos. No hay lugar para la ficción, es espeluznante y aterradora porque todo es verdad. No hay lugar para una sonrisa, ni ningún tipo de concesión. Es una obra que no necesita ni transición, ni oscuros. Es casi como un thriller de investigación, en el que el público se convierte en el detective que va averiguando a través de esas fotografías quiénes son los que salen en las fotos, quiénes son los ancestros».
“La publicación de este álbum provoca un auténtico terremoto en los nietos y bisnietos de los que salen en las fotos, cuyas historias no conocían. Pensaban que sus abuelos y bisabuelos habían sido héroes de guerra, que habían combatido en el bando nazi, pero no podían imaginar que formaban parte de un genocidio”, explica Peris Mencheta, para quien esta función enseña que cualquiera es capaz de lo peor y lo mejor. “Con el cerebro convenientemente lavado, uno es capaz de hacer auténticas barbaridades, un genocidio”, añade. “Un genocidio”, añade, “que siempre empieza con palabras, con discursos populistas y manipuladores”.
Y es aquí cuando surge en la conversación la importancia de la Memoria con mayúsculas. “Esta obra nos habla de la importancia de no dejar cosas abandonadas en cajas para hablar con nuestros ancestros. Aprender del pasado es absolutamente esencial, hablar con nuestros antepasados de un modo real o figurado”. Y continúa: “En España, más que echar una mirada al pasado, lo primero que nos hace falta es desenterrar los cuerpos de todos los desaparecidos. Es lo primero y más urgente. Lleva años siendo demasiado urgente y no va a dejar de ser urgente. Lo dice un personaje de Blaubeeren: ‘Es necesario hacer las paces con tus antepasados, hayan hecho lo que hayan hecho para poder seguir viviendo, aunque sea gente que no has conocido”.
El que no ha dejado nada abandonado en sus cajas personales ha sido el propio Mencheta con el libro 730 días, título que hace mención, explica el autor, al final de un ciclo vital. El que empezó en 2014 con la muerte de su padre y su traslado a Los Ángeles junto a su familia para trabajar en la exitosa serie Snowfall y termina con la última secuencia del rodaje en un aeródromo de las afueras de Los Ángeles, el 30 de enero de 2023. A los dos años exactos de esa despedida y con la terrible enfermedad de por medio, Peris-Mencheta entrega, el 30 de enero de 2025, el libro a la editorial.
Un libro que surge a raíz de una entrevista con este periódico en julio de 2024 y tras el ofrecimiento de dos editoriales. En 730 días, Peris-Mencheta abre la caja de los truenos de su vida familiar, pero también esas que escondían felicidad y ternura, así como reflexiones sobre su enfermedad, la soledad del enfermo, aunque esté rodeado de cuidados y de amor, y las siete necesidades vitales “auténticas” que enumera: Respirar, Agua, Dormir, Comer, Refugio, Conexión y Expresión. Es un testimonio desgarrador, donde el autor no oculta las tremendas palizas que recibían cuando eran niños él y su hermano de manos de su padre, al que llamaban Paparotti por su gran tamaño, y a quien dedica el libro.
“Esas palizas son parte de mí. Me hacen poder contar hoy esta historia y sanar a otros que les pueda resonar. Mi padre es el ser al que más he querido y querré siempre. Es un amor muy profundo. Es una experiencia que yo rescato. Mi padre había borrado en su mente las palizas que nos daba, pero yo las recuerdo bien y mi hermano también”, confiesa el autor, que estará en la Feria del Libro de Madrid el próximo domingo firmando ejemplares en la librería Ocho y Medio. Lo hará con la nueva firma que ha ideado para esta nueva etapa de su vida.
¿Su madre ha leído el libro? “No”. ¿Lo leerá? “Seguro que sí. Se va a llevar sus disgustos y sus gustos, porque de los dos, mi padre y mi madre, hablo de sus luces y sus sombras. Hablo de lo que han sido para mí, que no significa que lo sea para ellos. Es la experiencia que yo rescato”, apunta el autor, que se despide de la plaza de la infancia de su abuelo para ir al encuentro de su gran amor, Marta, la madre de sus dos hijos, Río y Olmo. Todo sin aplausos como los que no recogen los actores de Blaubeeren. No saldrán a saludar. “No hay mucho que celebrar. Solo hay lugar para la reflexión”.
El actor y director, en proceso de recuperación de una leucemia, publica un libro autobiográfico y estrena una obra teatral sobre la vida cotidiana de los oficiales nazis en Auschwitz
Camina muy lentamente por temor a caerse, le duele el cuerpo, se le hinchan los tobillos y las rodillas, tiene la boca seca y le entran náuseas. Protegido del sol con un sombrero, Sergio Peris-Mencheta se sabe una persona dependiente, diferente. Con 50 años recién cumplidos y en proceso de recuperación de una leucemia y un trasplante de médula, donada por su hermano, el actor y director emprende estos días un doble viaje, duro, hermoso y muy valiente.
Por un lado, estrena su nuevo trabajo como director teatral, Blaubeeren, una obra documental sobre la vida cotidiana de los oficiales nazis en el campo de exterminio de Auschwitz, con sus risas, sus fiestas y sus picnics, y, por otro, publica su primer libro. En 730 días, La enfermedad como espejo del tiempo, editado por Planeta, se adentra, con una sinceridad pasmosa, en los recovecos de su vida y su enfermedad y de cómo esta le ha cambiado la manera de estar en el mundo.
Blaubeeren, escrita por Moisés Kaufman y Amanda Gronich, cuenta la vida real de los nazis en el campo de exterminio más letal de la historia de la humanidad a raíz del descubrimiento de un álbum de fotografías, con 193 imágenes, que llega a manos del Museo del Holocausto en Estados Unidos. El montaje se representará en los Teatros del Canal, de Madrid, del 5 al 29 de junio.
En pleno centro de Madrid, a escasos metros de la que es ahora su vivienda y muy cerca de la de su abuelo materno, Jacinto Barrio Capilla, republicano y primera voz de Pirenaica, la emisora clandestina al comienzo de la dictadura franquista, ubicada en Moscú y creada por el Partido Comunista de España; en esa misma plaza en la que su abuelo jugaba y comía dulce de membrillo, Sergio Peris-Mencheta dice ser otro hombre, alguien que se está haciendo amigo de su parte más femenina, algo con lo que se ha peleado durante años, alguien al que ya no paraliza la idea de la muerte y quien acepta la espiritualidad que antes escondía por pudor.
“No me cambio por el Sergio de antes de la enfermedad. No recomiendo a nadie que atraviese lo que yo he atravesado, pero una vez que lo atraviesas me enfrento a tope a ello y también a sus consecuencias. Me duele todo el cuerpo, pero me he acostumbrado y he aceptado el dolor. ¿Qué tiene de bueno esto? Que estoy permanentemente en contacto con mi cuerpo. Antes, todo lo hacía sin darme cuenta, beber, ir al baño, respirar. Ahora, de repente, el dolor, las náuseas, las molestias hacen que me ocupe de mi cuerpo, hacen que me cuide a cada instante. ¿Es malo lo que me está pasando? Claro, es una putada, pero bendita sea esta putada”, dice el actor, que subraya que ha podido dirigir la obra Blaubeeren “en vivo y en directo”. Y la palabra vivo resuena más allá de la plaza.

Porque este último montaje de Peris-Mencheta, tras un sólido recorrido como director de escena con obras como La cocina, Una noche sin luna, Lehman Trilogy, Ladies Football Club o Cielos, lo ha podido dirigir presencialmente y no como la anterior, 14.4, que tuvo que hacer vía telemática desde el hospital de Los Ángeles (Estados Unidos) donde estaba ingresado y enganchado a una sonda. “Ha sido un proyecto fácil, sencillo y muy placentero. No he sentido que llegáramos tarde a ningún sitio. He dejado a los actores hacer, hacer y hacer. Me lo he pasado bien de manera consciente”, confiesa sobre una obra, Blaubeeren (arándanos, en alemán, como los que el oficial nazi entrega a unas jovencísimas y sonrientes telegrafistas del campo de exterminio), cuyo texto les fue enviado directamente, hace tres años, por Moisés Kaufman a su productora Barco Pirata con la intención de que lo dirigiera el propio Kaufman, que ya había estrenado su versión en inglés en Estados Unidos.
“Cuando propuse dirigirla yo, Kaufman se cogió un avión a Madrid y tras ver Ladies Football Club aceptó de inmediato que fuera yo quien la dirigiera”, apunta. “Esta historia se cuenta a través de un museo, que es el lugar donde se guardan los hechos. No hay lugar para la ficción, es espeluznante y aterradora porque todo es verdad. No hay lugar para una sonrisa, ni ningún tipo de concesión. Es una obra que no necesita ni transición, ni oscuros. Es casi como un thriller de investigación, en el que el público se convierte en el detective que va averiguando a través de esas fotografías quiénes son los que salen en las fotos, quiénes son los ancestros».
“La publicación de este álbum provoca un auténtico terremoto en los nietos y bisnietos de los que salen en las fotos, cuyas historias no conocían. Pensaban que sus abuelos y bisabuelos habían sido héroes de guerra, que habían combatido en el bando nazi, pero no podían imaginar que formaban parte de un genocidio”, explica Peris Mencheta, para quien esta función enseña que cualquiera es capaz de lo peor y lo mejor. “Con el cerebro convenientemente lavado, uno es capaz de hacer auténticas barbaridades, un genocidio”, añade. “Un genocidio”, añade, “que siempre empieza con palabras, con discursos populistas y manipuladores”.

Y es aquí cuando surge en la conversación la importancia de la Memoria con mayúsculas. “Esta obra nos habla de la importancia de no dejar cosas abandonadas en cajas para hablar con nuestros ancestros. Aprender del pasado es absolutamente esencial, hablar con nuestros antepasados de un modo real o figurado”. Y continúa: “En España, más que echar una mirada al pasado, lo primero que nos hace falta es desenterrar los cuerpos de todos los desaparecidos. Es lo primero y más urgente. Lleva años siendo demasiado urgente y no va a dejar de ser urgente. Lo dice un personaje de Blaubeeren: ‘Es necesario hacer las paces con tus antepasados, hayan hecho lo que hayan hecho para poder seguir viviendo, aunque sea gente que no has conocido”.
El que no ha dejado nada abandonado en sus cajas personales ha sido el propio Mencheta con el libro 730 días, título que hace mención, explica el autor, al final de un ciclo vital. El que empezó en 2014 con la muerte de su padre y su traslado a Los Ángeles junto a su familia para trabajar en la exitosa serie Snowfall y termina con la última secuencia del rodaje en un aeródromo de las afueras de Los Ángeles, el 30 de enero de 2023. A los dos años exactos de esa despedida y con la terrible enfermedad de por medio, Peris-Mencheta entrega, el 30 de enero de 2025, el libro a la editorial.
Un libro que surge a raíz de una entrevista con este periódico en julio de 2024 y tras el ofrecimiento de dos editoriales. En 730 días, Peris-Mencheta abre la caja de los truenos de su vida familiar, pero también esas que escondían felicidad y ternura, así como reflexiones sobre su enfermedad, la soledad del enfermo, aunque esté rodeado de cuidados y de amor, y las siete necesidades vitales “auténticas” que enumera: Respirar, Agua, Dormir, Comer, Refugio, Conexión y Expresión. Es un testimonio desgarrador, donde el autor no oculta las tremendas palizas que recibían cuando eran niños él y su hermano de manos de su padre, al que llamaban Paparotti por su gran tamaño, y a quien dedica el libro.
“Esas palizas son parte de mí. Me hacen poder contar hoy esta historia y sanar a otros que les pueda resonar. Mi padre es el ser al que más he querido y querré siempre. Es un amor muy profundo. Es una experiencia que yo rescato. Mi padre había borrado en su mente las palizas que nos daba, pero yo las recuerdo bien y mi hermano también”, confiesa el autor, que estará en la Feria del Libro de Madrid el próximo domingo firmando ejemplares en la librería Ocho y Medio. Lo hará con la nueva firma que ha ideado para esta nueva etapa de su vida.

¿Su madre ha leído el libro? “No”. ¿Lo leerá? “Seguro que sí. Se va a llevar sus disgustos y sus gustos, porque de los dos, mi padre y mi madre, hablo de sus luces y sus sombras. Hablo de lo que han sido para mí, que no significa que lo sea para ellos. Es la experiencia que yo rescato”, apunta el autor, que se despide de la plaza de la infancia de su abuelo para ir al encuentro de su gran amor, Marta, la madre de sus dos hijos, Río y Olmo. Todo sin aplausos como los que no recogen los actores de Blaubeeren. No saldrán a saludar. “No hay mucho que celebrar. Solo hay lugar para la reflexión”.
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