El descubrimiento de ‘Desconsuelos de los dichosos’ (1633) es una verdadera bomba en los dos sentidos de la palabra: primero, porque se trata de un nuevo texto de Quevedo , que le arrebataron cuando lo mandaron a la cárcel, hartos de sus continuas pullas; y segundo, porque confirma la oposición del poeta a Olivares . Y lo hace con matices nuevos, ya que ‘Desconsuelos de los dichosos’ añade una pieza fundamental a todos los textos en los que —con mayor o menor carga explosiva— Quevedo aborda el tema del poder. Como el agudo lince de su tiempo que era, Quevedo siempre se muestra atento a la situación política española y europea (que es como decir mundial): a veces hace reflexiones generales y recuerda modelos pasados (sobre todo de la época de Carlos V y Felipe II) como ejemplos de conducta, mientras que otras censura sin piedad los errores que ve en su momento, como hizo durante todo el gobierno de Olivares.Justamente, Desconsuelos de los dichosos es una piedra de toque fundamental para conocer mejor tanto las ideas políticas de Quevedo como su relación tirante con Olivares: frente a otros textos que se mueven entre el consejo y el elogio, Desconsuelos es un manual de privados que en forma de diálogo entre el Sentido y la Razón presenta una visión estoica de la política y desmonta las supuestas virtudes del poder. Con ello, cifra entre líneas una crítica abierta contra Olivares en un momento de ruptura total. Poco después caería en desgracia el dedicatario del texto (don Fadrique de Toledo) y algo más tarde sería el propio Quevedo quien acabaría en la cárcel de San Marcos de León: quizá fuera por un dardo más molesto que otro, pero seguramente el vaso de la paciencia de Olivares estaba casi lleno desde hacía tiempo.La recuperación de Desconsuelos de los dichosos permite entender mejor todo el cuadro de Quevedo como gran satírico de su tiempo, gracias al trabajo ejemplar de Antonio Azaustre Galiana y José Manuel Rico García: gracias, pues, les sean dadas. El descubrimiento de ‘Desconsuelos de los dichosos’ (1633) es una verdadera bomba en los dos sentidos de la palabra: primero, porque se trata de un nuevo texto de Quevedo , que le arrebataron cuando lo mandaron a la cárcel, hartos de sus continuas pullas; y segundo, porque confirma la oposición del poeta a Olivares . Y lo hace con matices nuevos, ya que ‘Desconsuelos de los dichosos’ añade una pieza fundamental a todos los textos en los que —con mayor o menor carga explosiva— Quevedo aborda el tema del poder. Como el agudo lince de su tiempo que era, Quevedo siempre se muestra atento a la situación política española y europea (que es como decir mundial): a veces hace reflexiones generales y recuerda modelos pasados (sobre todo de la época de Carlos V y Felipe II) como ejemplos de conducta, mientras que otras censura sin piedad los errores que ve en su momento, como hizo durante todo el gobierno de Olivares.Justamente, Desconsuelos de los dichosos es una piedra de toque fundamental para conocer mejor tanto las ideas políticas de Quevedo como su relación tirante con Olivares: frente a otros textos que se mueven entre el consejo y el elogio, Desconsuelos es un manual de privados que en forma de diálogo entre el Sentido y la Razón presenta una visión estoica de la política y desmonta las supuestas virtudes del poder. Con ello, cifra entre líneas una crítica abierta contra Olivares en un momento de ruptura total. Poco después caería en desgracia el dedicatario del texto (don Fadrique de Toledo) y algo más tarde sería el propio Quevedo quien acabaría en la cárcel de San Marcos de León: quizá fuera por un dardo más molesto que otro, pero seguramente el vaso de la paciencia de Olivares estaba casi lleno desde hacía tiempo.La recuperación de Desconsuelos de los dichosos permite entender mejor todo el cuadro de Quevedo como gran satírico de su tiempo, gracias al trabajo ejemplar de Antonio Azaustre Galiana y José Manuel Rico García: gracias, pues, les sean dadas.
Desconsuelos de los dichosos’ añade una pieza fundamental a todos los textos en los que el autor del Siglo de Oro aborda el tema del poder
El descubrimiento de ‘Desconsuelos de los dichosos’ (1633) es una verdadera bomba en los dos sentidos de la palabra: primero, porque se trata de un nuevo texto de Quevedo, que le arrebataron cuando lo mandaron a la cárcel, hartos de sus continuas pullas; y … segundo, porque confirma la oposición del poeta a Olivares.
Y lo hace con matices nuevos, ya que ‘Desconsuelos de los dichosos’ añade una pieza fundamental a todos los textos en los que —con mayor o menor carga explosiva— Quevedo aborda el tema del poder. Como el agudo lince de su tiempo que era, Quevedo siempre se muestra atento a la situación política española y europea (que es como decir mundial): a veces hace reflexiones generales y recuerda modelos pasados (sobre todo de la época de Carlos V y Felipe II) como ejemplos de conducta, mientras que otras censura sin piedad los errores que ve en su momento, como hizo durante todo el gobierno de Olivares.
Justamente, Desconsuelos de los dichosos es una piedra de toque fundamental para conocer mejor tanto las ideas políticas de Quevedo como su relación tirante con Olivares: frente a otros textos que se mueven entre el consejo y el elogio, Desconsuelos es un manual de privados que en forma de diálogo entre el Sentido y la Razón presenta una visión estoica de la política y desmonta las supuestas virtudes del poder. Con ello, cifra entre líneas una crítica abierta contra Olivares en un momento de ruptura total. Poco después caería en desgracia el dedicatario del texto (don Fadrique de Toledo) y algo más tarde sería el propio Quevedo quien acabaría en la cárcel de San Marcos de León: quizá fuera por un dardo más molesto que otro, pero seguramente el vaso de la paciencia de Olivares estaba casi lleno desde hacía tiempo.
La recuperación de Desconsuelos de los dichosos permite entender mejor todo el cuadro de Quevedo como gran satírico de su tiempo, gracias al trabajo ejemplar de Antonio Azaustre Galiana y José Manuel Rico García: gracias, pues, les sean dadas
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