Mario Vargas Llosa tuvo muchas mudanzas hasta los 10 años: nació en 1936 en Arequipa y al cumplir un año la familia se mudó a Cochabamba en Bolivia, luego la familia se mudó a Piura y a los 10 años, su papá, Ernesto Vargas Maldonado , que él creía estaba muerto, lo trajo junto a su mamá a Lima y lo metió al colegio militar Leoncio Prado para que se hiciera «un hombre». Lo que no previó el padre del Nobel de Literatura es que en el colegio militar Leoncio Prado es donde se forjó como escritor gracias al mercado de jóvenes enamorados que no sabía como responder las cartas de amor y le pagaban para hacerlo. También escribía cuentos eróticos que se vendían como pan caliente. Es así que le apodan ‘El poeta’ y así empieza a nacer una de sus novelas imprescindibles: ‘La ciudad y los perros’. Cuando salió publicada la novela en 1963 con Seix Barral, se armó un revuelo entre los militares peruanos: un grupo de estudiantes calificó la novela como una «enciclopedia de mentiras» y tildaron a Vargas Llosa como la «oveja negra» del colegio.Mario Vargas Llosa le contó la anécdota a Mario Benedetti en una entrevista en París en 1964, para el diario ‘La Mañana’, de Montevideo. Al respecto, Vargas Llosa dijo: «Yo no soy la persona más indicada para responder a los reproches que se hacen a mi novela. En todo caso la acusación de traidor a mi país que se me hace me parece disparatada e infantil. Pero seguramente se trata de una broma. En el Perú hasta los generales tienen un gran sentido del humor». Noticia Relacionada opinion Si Disidente de sí mismo Carlos Franz La valentía de Vargas Llosa fue ejemplar para otros escritores hispanoamericanos. Nos mostró que, tanto en política como en literatura, lo más honesto es dudar«Lo que más me sorprende es que aquellos que se sienten insultados por mi libro vean en él un panfleto o un reportaje contra un colegio. Yo he sido fiel al ambiente del colegio que conocí, pero lo único que no se me ocurrió jamás fue escribir un libro para atacar al Leoncio Prado. Vale la pena extraer una conclusión de esta polémica: el hecho de que algunos militares peruanos se interesen por la literatura es un hecho inusitado y altamente positivo», finalizó.El paso de los años y el prestigio de uno de los escritores más importantes del ‘Boom’ latinoamericano ha hecho que el colegio esté orgulloso de uno de sus alumnos más ilustres. Al día siguiente de su fallecimiento y en homenaje a Vargas Llosa los cadetes han organizado un desfile militar y una parada usando sus iniciales ‘MVLL’ para después pasar música marcial en su honor. La novela marcó su inicio como escritor. Sergio Vilela inició una pesquisa que lo hizo visitar y pasear más de una vez por el colegio militar, entrevistar repetidas veces a Vargas Llosa, a sus compañeros de cuadra y conocer las experiencias de bautizo en base a pruebas físicas para los recién llegados, es decir, los de primer año a quienes llamaban «perros». Todo con el objetivo de conocer esa etapa formativa del futuro premio Nobel de Literatura.En entrevista con ABC, Vilela explica que el Nobel de Literatura «se profesionaliza» como escritor allí. De niño hacía pequeños cuentos y le interesaba la escritura, pero «es en la escuela militar Leoncio Prado donde realmente va más allá a partir de escribir cartas de amor y novelas eróticas». Noticia Relacionada estandar No El puñetazo que destruyó su amistad con García Márquez Karina Sainz Borgo El 12 de febrero de 1976, el escritor peruano le asestó a su colega una trompada directa al rostro por causas que todavía se desconocenEl ingreso de Vargas Llosa al colegio militar le abrió las puertas a «un Perú en miniatura», a un país desigual y diverso en razas indígenas, afroperuanas, asiáticas, árabes y mestizas que era un contraste con el mundo de clase media en el que fue criado. Allí tuvo que aprender a defenderse físicamente durante el período de bautizo, que duró el primer año. Gracias a su talento como escritor se granjeó el respeto de sus compañeros.En ese período hasta entonces desconocido, Vilela revela a través de varias entrevistas realizadas a Vargas Llosa (y publicadas después en ‘El cadete Vargas Llosa’), el dolor que le causó su estancia allí. Para Vilela, el momento de Vargas Llosa al conocer a su padre, que él pensaba que estaba muerto, «es un momento fundacional en su vida como escritor. Era un niño consentido y creía que su padre había fallecido en un accidente. Le cae el mundo encima porque veía como su padre al abuelo Pedro Llosa. Culpa a su padre de robarle el afecto de su mamá Dorita».«Es probable que, sin el desprecio de mi progenitor por la literatura, nunca hubiera perseverado yo de una manera tan obstinada en lo que entonces era un juego, pero se iría convirtiendo en algo obsesivo y perentorio: una vocación», le dijo Vargas Llosa a Vilela.La tesis de Vilela la confirman las biografías del Nobel de Literatura escritas por Juan Jesús Armas Marcelo (‘El vicio de escribir’) y Pedro Cateriano (‘Vargas Llosa, su otra gran pasión’). No importa la capital en que se encontraba, Londres, Barcelona, Lima o Madrid: se encerraba a escribir cada mañana y no pasaba de la segunda copa de vino, ni del vaso de un buen whisky.Noticia Relacionada opinion No La Tercera | La arcilla de nuestro sueños Santiago Muñoz Machado El director de la RAE glosa la figura del escritorEn ‘El cadete Vargas Llosa’, el autor de ‘Pantaleón y las visitadoras’ rememora cómo los libros y su cuadra en la escuela militar se convirtieron en su mejor refugio ante la violencia y hostilidad con la que lo trataba su padre. Gracias a la pesquisa, Vilela descubre que su compañero y mejor amigo de entonces, Victor Flores Fiol, se convirtió en su agente literario que hacía las cobranzas a los alumnos porque a Vargas Llosa no le gustaba el manejo administrativo.La mala relación con su padre, dice Vilela, explica «la búsqueda de Vargas Llosa de personajes que se rebelan ante la autoridad, ante lo irracional. Eso va a marcar su vida definitivamente y su futuro como escritor».Al investigar la realidad detrás de la ficción de ‘La ciudad y los perros’, Vilela ve el antes y después del escritor: «Él es el modelo de escritor profesional. Siempre con mucha humildad decía que el talento venía luego de dedicarse a él a tiempo completo. La escritura es un trabajo de reescritura».Como estudiante del colegio militar Leoncio Prado, el autor hispanoperuano destacó por no destacar: sus compañeros lo describían como alguien apacible, muy buena gente y tímido. Además destacaba por su vestimenta pulcra y sus zapatos bien lustrados. En ‘El cadete Vargas Llosa’, su mejor amigo de entonces, Víctor Flores Fiol lo recuerda con ideas rebeldes, agnóstico en un país de mayoría católica, de izquierdas y opositor de las dictaduras de Anastasio Somoza en Nicaragua, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela y el dictador militar que se instaló en Perú en 1948, Manuel A. Odría.La ley del más fuerteEntre las anécdotas del libro, se cuenta que Vargas Llosa se pelea a golpes con un compañero, el loco Coz, porque le arrebató un libro mientras leía. En el retrato del artista adolescente se puede afirmar que es uno de los pocos autores que se ha peleado por un libro.«Ser débil era lo peor que podía ocurrirte allí, pues había muchachos que eran débiles, que no estaban preparados para esta especie de vida darwiniana, en la que vencía el más fuerte. Entonces eran muy maltratados, abusados. Toda la idea de las jerarquías, del orden militar, de la obediencia, del superior, se transformaba rápidamente en un juego perverso», le dice Vargas Llosa a Vilela. Noticia Relacionada opinion Si El peso de un padre ausente Renato Cisneros «A pesar de su inquina contra Mario, mi padre votó por él en las elecciones de 1990, donde el futuro dictador Alberto Fujimori se alzaría inesperadamente con el triunfo»El libro de Vilela concluye el día en que recibe el Nobel de Literatura en Estocolmo en el 2010: «El adolescente que había sido conminado a estudiar en el Leoncio Prado, el muchacho que se había convertido en cadete, el joven que había sido bautizado por la disciplina militar, con el único propósito de que se alejara de la literatura, una vocación que solo podía conducir directamente al fracaso, según su propio padre, había logrado lo que parecía imposible. Entonces, el ganador del premio Nobel caminó unos pasos hacia uno de los extremos del lobby del hotel, rumbo a su suite, como si estuviera yendo hacia su cuadra a buscar su litera [del Leoncio Prado] para recostarse. Y desapareció». Mario Vargas Llosa tuvo muchas mudanzas hasta los 10 años: nació en 1936 en Arequipa y al cumplir un año la familia se mudó a Cochabamba en Bolivia, luego la familia se mudó a Piura y a los 10 años, su papá, Ernesto Vargas Maldonado , que él creía estaba muerto, lo trajo junto a su mamá a Lima y lo metió al colegio militar Leoncio Prado para que se hiciera «un hombre». Lo que no previó el padre del Nobel de Literatura es que en el colegio militar Leoncio Prado es donde se forjó como escritor gracias al mercado de jóvenes enamorados que no sabía como responder las cartas de amor y le pagaban para hacerlo. También escribía cuentos eróticos que se vendían como pan caliente. Es así que le apodan ‘El poeta’ y así empieza a nacer una de sus novelas imprescindibles: ‘La ciudad y los perros’. Cuando salió publicada la novela en 1963 con Seix Barral, se armó un revuelo entre los militares peruanos: un grupo de estudiantes calificó la novela como una «enciclopedia de mentiras» y tildaron a Vargas Llosa como la «oveja negra» del colegio.Mario Vargas Llosa le contó la anécdota a Mario Benedetti en una entrevista en París en 1964, para el diario ‘La Mañana’, de Montevideo. Al respecto, Vargas Llosa dijo: «Yo no soy la persona más indicada para responder a los reproches que se hacen a mi novela. En todo caso la acusación de traidor a mi país que se me hace me parece disparatada e infantil. Pero seguramente se trata de una broma. En el Perú hasta los generales tienen un gran sentido del humor». Noticia Relacionada opinion Si Disidente de sí mismo Carlos Franz La valentía de Vargas Llosa fue ejemplar para otros escritores hispanoamericanos. Nos mostró que, tanto en política como en literatura, lo más honesto es dudar«Lo que más me sorprende es que aquellos que se sienten insultados por mi libro vean en él un panfleto o un reportaje contra un colegio. Yo he sido fiel al ambiente del colegio que conocí, pero lo único que no se me ocurrió jamás fue escribir un libro para atacar al Leoncio Prado. Vale la pena extraer una conclusión de esta polémica: el hecho de que algunos militares peruanos se interesen por la literatura es un hecho inusitado y altamente positivo», finalizó.El paso de los años y el prestigio de uno de los escritores más importantes del ‘Boom’ latinoamericano ha hecho que el colegio esté orgulloso de uno de sus alumnos más ilustres. Al día siguiente de su fallecimiento y en homenaje a Vargas Llosa los cadetes han organizado un desfile militar y una parada usando sus iniciales ‘MVLL’ para después pasar música marcial en su honor. La novela marcó su inicio como escritor. Sergio Vilela inició una pesquisa que lo hizo visitar y pasear más de una vez por el colegio militar, entrevistar repetidas veces a Vargas Llosa, a sus compañeros de cuadra y conocer las experiencias de bautizo en base a pruebas físicas para los recién llegados, es decir, los de primer año a quienes llamaban «perros». Todo con el objetivo de conocer esa etapa formativa del futuro premio Nobel de Literatura.En entrevista con ABC, Vilela explica que el Nobel de Literatura «se profesionaliza» como escritor allí. De niño hacía pequeños cuentos y le interesaba la escritura, pero «es en la escuela militar Leoncio Prado donde realmente va más allá a partir de escribir cartas de amor y novelas eróticas». Noticia Relacionada estandar No El puñetazo que destruyó su amistad con García Márquez Karina Sainz Borgo El 12 de febrero de 1976, el escritor peruano le asestó a su colega una trompada directa al rostro por causas que todavía se desconocenEl ingreso de Vargas Llosa al colegio militar le abrió las puertas a «un Perú en miniatura», a un país desigual y diverso en razas indígenas, afroperuanas, asiáticas, árabes y mestizas que era un contraste con el mundo de clase media en el que fue criado. Allí tuvo que aprender a defenderse físicamente durante el período de bautizo, que duró el primer año. Gracias a su talento como escritor se granjeó el respeto de sus compañeros.En ese período hasta entonces desconocido, Vilela revela a través de varias entrevistas realizadas a Vargas Llosa (y publicadas después en ‘El cadete Vargas Llosa’), el dolor que le causó su estancia allí. Para Vilela, el momento de Vargas Llosa al conocer a su padre, que él pensaba que estaba muerto, «es un momento fundacional en su vida como escritor. Era un niño consentido y creía que su padre había fallecido en un accidente. Le cae el mundo encima porque veía como su padre al abuelo Pedro Llosa. Culpa a su padre de robarle el afecto de su mamá Dorita».«Es probable que, sin el desprecio de mi progenitor por la literatura, nunca hubiera perseverado yo de una manera tan obstinada en lo que entonces era un juego, pero se iría convirtiendo en algo obsesivo y perentorio: una vocación», le dijo Vargas Llosa a Vilela.La tesis de Vilela la confirman las biografías del Nobel de Literatura escritas por Juan Jesús Armas Marcelo (‘El vicio de escribir’) y Pedro Cateriano (‘Vargas Llosa, su otra gran pasión’). No importa la capital en que se encontraba, Londres, Barcelona, Lima o Madrid: se encerraba a escribir cada mañana y no pasaba de la segunda copa de vino, ni del vaso de un buen whisky.Noticia Relacionada opinion No La Tercera | La arcilla de nuestro sueños Santiago Muñoz Machado El director de la RAE glosa la figura del escritorEn ‘El cadete Vargas Llosa’, el autor de ‘Pantaleón y las visitadoras’ rememora cómo los libros y su cuadra en la escuela militar se convirtieron en su mejor refugio ante la violencia y hostilidad con la que lo trataba su padre. Gracias a la pesquisa, Vilela descubre que su compañero y mejor amigo de entonces, Victor Flores Fiol, se convirtió en su agente literario que hacía las cobranzas a los alumnos porque a Vargas Llosa no le gustaba el manejo administrativo.La mala relación con su padre, dice Vilela, explica «la búsqueda de Vargas Llosa de personajes que se rebelan ante la autoridad, ante lo irracional. Eso va a marcar su vida definitivamente y su futuro como escritor».Al investigar la realidad detrás de la ficción de ‘La ciudad y los perros’, Vilela ve el antes y después del escritor: «Él es el modelo de escritor profesional. Siempre con mucha humildad decía que el talento venía luego de dedicarse a él a tiempo completo. La escritura es un trabajo de reescritura».Como estudiante del colegio militar Leoncio Prado, el autor hispanoperuano destacó por no destacar: sus compañeros lo describían como alguien apacible, muy buena gente y tímido. Además destacaba por su vestimenta pulcra y sus zapatos bien lustrados. En ‘El cadete Vargas Llosa’, su mejor amigo de entonces, Víctor Flores Fiol lo recuerda con ideas rebeldes, agnóstico en un país de mayoría católica, de izquierdas y opositor de las dictaduras de Anastasio Somoza en Nicaragua, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela y el dictador militar que se instaló en Perú en 1948, Manuel A. Odría.La ley del más fuerteEntre las anécdotas del libro, se cuenta que Vargas Llosa se pelea a golpes con un compañero, el loco Coz, porque le arrebató un libro mientras leía. En el retrato del artista adolescente se puede afirmar que es uno de los pocos autores que se ha peleado por un libro.«Ser débil era lo peor que podía ocurrirte allí, pues había muchachos que eran débiles, que no estaban preparados para esta especie de vida darwiniana, en la que vencía el más fuerte. Entonces eran muy maltratados, abusados. Toda la idea de las jerarquías, del orden militar, de la obediencia, del superior, se transformaba rápidamente en un juego perverso», le dice Vargas Llosa a Vilela. Noticia Relacionada opinion Si El peso de un padre ausente Renato Cisneros «A pesar de su inquina contra Mario, mi padre votó por él en las elecciones de 1990, donde el futuro dictador Alberto Fujimori se alzaría inesperadamente con el triunfo»El libro de Vilela concluye el día en que recibe el Nobel de Literatura en Estocolmo en el 2010: «El adolescente que había sido conminado a estudiar en el Leoncio Prado, el muchacho que se había convertido en cadete, el joven que había sido bautizado por la disciplina militar, con el único propósito de que se alejara de la literatura, una vocación que solo podía conducir directamente al fracaso, según su propio padre, había logrado lo que parecía imposible. Entonces, el ganador del premio Nobel caminó unos pasos hacia uno de los extremos del lobby del hotel, rumbo a su suite, como si estuviera yendo hacia su cuadra a buscar su litera [del Leoncio Prado] para recostarse. Y desapareció».
Mario Vargas Llosa tuvo muchas mudanzas hasta los 10 años: nació en 1936 en Arequipa y al cumplir un año la familia se mudó a Cochabamba en Bolivia, luego la familia se mudó a Piura y a los 10 años, su papá, Ernesto Vargas Maldonado … , que él creía estaba muerto, lo trajo junto a su mamá a Lima y lo metió al colegio militar Leoncio Prado para que se hiciera «un hombre».
Lo que no previó el padre del Nobel de Literatura es que en el colegio militar Leoncio Prado es donde se forjó como escritor gracias al mercado de jóvenes enamorados que no sabía como responder las cartas de amor y le pagaban para hacerlo. También escribía cuentos eróticos que se vendían como pan caliente. Es así que le apodan ‘El poeta’ y así empieza a nacer una de sus novelas imprescindibles: ‘La ciudad y los perros’.
Cuando salió publicada la novela en 1963 con Seix Barral, se armó un revuelo entre los militares peruanos: un grupo de estudiantes calificó la novela como una «enciclopedia de mentiras» y tildaron a Vargas Llosa como la «oveja negra» del colegio.
Mario Vargas Llosa le contó la anécdota a Mario Benedetti en una entrevista en París en 1964, para el diario ‘La Mañana’, de Montevideo. Al respecto, Vargas Llosa dijo: «Yo no soy la persona más indicada para responder a los reproches que se hacen a mi novela. En todo caso la acusación de traidor a mi país que se me hace me parece disparatada e infantil. Pero seguramente se trata de una broma. En el Perú hasta los generales tienen un gran sentido del humor».
«Lo que más me sorprende es que aquellos que se sienten insultados por mi libro vean en él un panfleto o un reportaje contra un colegio. Yo he sido fiel al ambiente del colegio que conocí, pero lo único que no se me ocurrió jamás fue escribir un libro para atacar al Leoncio Prado. Vale la pena extraer una conclusión de esta polémica: el hecho de que algunos militares peruanos se interesen por la literatura es un hecho inusitado y altamente positivo», finalizó.
El paso de los años y el prestigio de uno de los escritores más importantes del ‘Boom’ latinoamericano ha hecho que el colegio esté orgulloso de uno de sus alumnos más ilustres. Al día siguiente de su fallecimiento y en homenaje a Vargas Llosa los cadetes han organizado un desfile militar y una parada usando sus iniciales ‘MVLL’ para después pasar música marcial en su honor.
La novela marcó su inicio como escritor. Sergio Vilela inició una pesquisa que lo hizo visitar y pasear más de una vez por el colegio militar, entrevistar repetidas veces a Vargas Llosa, a sus compañeros de cuadra y conocer las experiencias de bautizo en base a pruebas físicas para los recién llegados, es decir, los de primer año a quienes llamaban «perros». Todo con el objetivo de conocer esa etapa formativa del futuro premio Nobel de Literatura.
En entrevista con ABC, Vilela explica que el Nobel de Literatura «se profesionaliza» como escritor allí. De niño hacía pequeños cuentos y le interesaba la escritura, pero «es en la escuela militar Leoncio Prado donde realmente va más allá a partir de escribir cartas de amor y novelas eróticas».
El ingreso de Vargas Llosa al colegio militar le abrió las puertas a «un Perú en miniatura», a un país desigual y diverso en razas indígenas, afroperuanas, asiáticas, árabes y mestizas que era un contraste con el mundo de clase media en el que fue criado. Allí tuvo que aprender a defenderse físicamente durante el período de bautizo, que duró el primer año. Gracias a su talento como escritor se granjeó el respeto de sus compañeros.
En ese período hasta entonces desconocido, Vilela revela a través de varias entrevistas realizadas a Vargas Llosa (y publicadas después en ‘El cadete Vargas Llosa’), el dolor que le causó su estancia allí.
Para Vilela, el momento de Vargas Llosa al conocer a su padre, que él pensaba que estaba muerto, «es un momento fundacional en su vida como escritor. Era un niño consentido y creía que su padre había fallecido en un accidente. Le cae el mundo encima porque veía como su padre al abuelo Pedro Llosa. Culpa a su padre de robarle el afecto de su mamá Dorita».
«Es probable que, sin el desprecio de mi progenitor por la literatura, nunca hubiera perseverado yo de una manera tan obstinada en lo que entonces era un juego, pero se iría convirtiendo en algo obsesivo y perentorio: una vocación», le dijo Vargas Llosa a Vilela.
La tesis de Vilela la confirman las biografías del Nobel de Literatura escritas por Juan Jesús Armas Marcelo (‘El vicio de escribir’) y Pedro Cateriano (‘Vargas Llosa, su otra gran pasión’). No importa la capital en que se encontraba, Londres, Barcelona, Lima o Madrid: se encerraba a escribir cada mañana y no pasaba de la segunda copa de vino, ni del vaso de un buen whisky.
En ‘El cadete Vargas Llosa’, el autor de ‘Pantaleón y las visitadoras’ rememora cómo los libros y su cuadra en la escuela militar se convirtieron en su mejor refugio ante la violencia y hostilidad con la que lo trataba su padre. Gracias a la pesquisa, Vilela descubre que su compañero y mejor amigo de entonces, Victor Flores Fiol, se convirtió en su agente literario que hacía las cobranzas a los alumnos porque a Vargas Llosa no le gustaba el manejo administrativo.
La mala relación con su padre, dice Vilela, explica «la búsqueda de Vargas Llosa de personajes que se rebelan ante la autoridad, ante lo irracional. Eso va a marcar su vida definitivamente y su futuro como escritor».
Al investigar la realidad detrás de la ficción de ‘La ciudad y los perros’, Vilela ve el antes y después del escritor: «Él es el modelo de escritor profesional. Siempre con mucha humildad decía que el talento venía luego de dedicarse a él a tiempo completo. La escritura es un trabajo de reescritura».
Como estudiante del colegio militar Leoncio Prado, el autor hispanoperuano destacó por no destacar: sus compañeros lo describían como alguien apacible, muy buena gente y tímido. Además destacaba por su vestimenta pulcra y sus zapatos bien lustrados.
En ‘El cadete Vargas Llosa’, su mejor amigo de entonces, Víctor Flores Fiol lo recuerda con ideas rebeldes, agnóstico en un país de mayoría católica, de izquierdas y opositor de las dictaduras de Anastasio Somoza en Nicaragua, Marcos Pérez Jiménez en Venezuela y el dictador militar que se instaló en Perú en 1948, Manuel A. Odría.
La ley del más fuerte
Entre las anécdotas del libro, se cuenta que Vargas Llosa se pelea a golpes con un compañero, el loco Coz, porque le arrebató un libro mientras leía. En el retrato del artista adolescente se puede afirmar que es uno de los pocos autores que se ha peleado por un libro.
«Ser débil era lo peor que podía ocurrirte allí, pues había muchachos que eran débiles, que no estaban preparados para esta especie de vida darwiniana, en la que vencía el más fuerte. Entonces eran muy maltratados, abusados. Toda la idea de las jerarquías, del orden militar, de la obediencia, del superior, se transformaba rápidamente en un juego perverso», le dice Vargas Llosa a Vilela.
El libro de Vilela concluye el día en que recibe el Nobel de Literatura en Estocolmo en el 2010: «El adolescente que había sido conminado a estudiar en el Leoncio Prado, el muchacho que se había convertido en cadete, el joven que había sido bautizado por la disciplina militar, con el único propósito de que se alejara de la literatura, una vocación que solo podía conducir directamente al fracaso, según su propio padre, había logrado lo que parecía imposible. Entonces, el ganador del premio Nobel caminó unos pasos hacia uno de los extremos del lobby del hotel, rumbo a su suite, como si estuviera yendo hacia su cuadra a buscar su litera [del Leoncio Prado] para recostarse. Y desapareció».
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