Las modificaciones ortográficas que alteran lo adquirido en la infancia siempre crean reacción. Ya lo advertía Nebrija en su Gramática : «En aquello que es como ley consentida por todos es cosa dura hacer novedad». Varias generaciones aprendieron a acentuar vió, dió, fué, fuí , lo que se oponía (como denunció Cuervo) a uno de los principios la primera Ortografía académica de 1741: «En los monosílabos o voces de una sílaba no se debe poner nota de acento». Pero cuando la RAE , dispuesta a evitar contradicciones en sus normas, propuso quitarles la tilde, surgieron protestas y no pocos siguieron acentuándolos hasta el fin de sus días («Santa Rita Rita, lo que se da no se quita»).Algo semejante ha ocurrido con las formas verbales acentuadas a las que se unen pronombres átonos pospuestos (o enclíticos). La citada Ortografía de 1741 prescribía mantener la tilde ( enseñóme, daréte, hablóse, quitaránle s…) «porque como estas adiciones no inmutan su pronunciación, tampoco deben hacer novedad en las notas de sus acentos». Esta justificación carece de fundamento, pues la pronunciación sí cambia. Se modifica la posición de la sílaba tónica : tales voces pasan de agudas a llanas. Además, se contradice con el mandato inverso de acentuar formas verbales carentes de tilde ( come, decir, mirando ) cuando, al unirse a pronombres, crean palabras acentuables ( cómelo, decírselo, mirándonos ).La razón es clara: las reglas de acentuación toman como referencia la palabra escritaLa norma de escribir con tilde estas voces se mantuvo desde 1741 hasta la Ortografía de 1999: «Las formas verbales con pronombres enclíticos llevan tilde o no de acuerdo con las normas generales de acentuación. Ejemplos: cayose, pidiole, estate ( casos todos de palabras llanas terminadas en vocal ); mírame, dámelo, antójasele, habiéndosenos (casos de palabras esdrújulas y sobresdrújulas» (OLE99, p.52). La razón es clara: las reglas de acentuación toman como referencia la palabra escrita. De ahí las diferencias acentuales en:— Se lo come / cómeselo —La está pintando / Está pintándola—Se despertó / DespertoseLa decisión de suprimir esta tilde en palabras como fundose, aparte de introducir coherencia, apenas tiene repercusiones. Solo afecta a formas desusadas. Sin embargo, algunos sienten nostalgia, casi desnudez, ante los indefinidos ahora sin tilde de La venganza de don Mendo:NUÑO.— Y don Pero hablome y afable y rendido tu mano pidiome, y yo que era suya al fin contestelle; y él agradecido besome, abrazome, y al ver el agrado con que yo mirelle en la mano diestra cuatro besos diome…(Muñoz Seca, La venganza de don Mendo ). Las modificaciones ortográficas que alteran lo adquirido en la infancia siempre crean reacción. Ya lo advertía Nebrija en su Gramática : «En aquello que es como ley consentida por todos es cosa dura hacer novedad». Varias generaciones aprendieron a acentuar vió, dió, fué, fuí , lo que se oponía (como denunció Cuervo) a uno de los principios la primera Ortografía académica de 1741: «En los monosílabos o voces de una sílaba no se debe poner nota de acento». Pero cuando la RAE , dispuesta a evitar contradicciones en sus normas, propuso quitarles la tilde, surgieron protestas y no pocos siguieron acentuándolos hasta el fin de sus días («Santa Rita Rita, lo que se da no se quita»).Algo semejante ha ocurrido con las formas verbales acentuadas a las que se unen pronombres átonos pospuestos (o enclíticos). La citada Ortografía de 1741 prescribía mantener la tilde ( enseñóme, daréte, hablóse, quitaránle s…) «porque como estas adiciones no inmutan su pronunciación, tampoco deben hacer novedad en las notas de sus acentos». Esta justificación carece de fundamento, pues la pronunciación sí cambia. Se modifica la posición de la sílaba tónica : tales voces pasan de agudas a llanas. Además, se contradice con el mandato inverso de acentuar formas verbales carentes de tilde ( come, decir, mirando ) cuando, al unirse a pronombres, crean palabras acentuables ( cómelo, decírselo, mirándonos ).La razón es clara: las reglas de acentuación toman como referencia la palabra escritaLa norma de escribir con tilde estas voces se mantuvo desde 1741 hasta la Ortografía de 1999: «Las formas verbales con pronombres enclíticos llevan tilde o no de acuerdo con las normas generales de acentuación. Ejemplos: cayose, pidiole, estate ( casos todos de palabras llanas terminadas en vocal ); mírame, dámelo, antójasele, habiéndosenos (casos de palabras esdrújulas y sobresdrújulas» (OLE99, p.52). La razón es clara: las reglas de acentuación toman como referencia la palabra escrita. De ahí las diferencias acentuales en:— Se lo come / cómeselo —La está pintando / Está pintándola—Se despertó / DespertoseLa decisión de suprimir esta tilde en palabras como fundose, aparte de introducir coherencia, apenas tiene repercusiones. Solo afecta a formas desusadas. Sin embargo, algunos sienten nostalgia, casi desnudez, ante los indefinidos ahora sin tilde de La venganza de don Mendo:NUÑO.— Y don Pero hablome y afable y rendido tu mano pidiome, y yo que era suya al fin contestelle; y él agradecido besome, abrazome, y al ver el agrado con que yo mirelle en la mano diestra cuatro besos diome…(Muñoz Seca, La venganza de don Mendo ).
UNA MIRADA ACADÉMICA
La decisión de suprimir esta tilde en palabras como ‘fundose’, aparte de introducir coherencia, apenas tiene repercusiones. Solo afecta a formas desusadas
Las modificaciones ortográficas que alteran lo adquirido en la infancia siempre crean reacción. Ya lo advertía Nebrija en su Gramática: «En aquello que es como ley consentida por todos es cosa dura hacer novedad». Varias generaciones aprendieron a acentuarvió, dió, fué, fuí … , lo que se oponía (como denunció Cuervo) a uno de los principios la primera Ortografía académica de 1741: «En los monosílabos o voces de una sílaba no se debe poner nota de acento».
Pero cuando la RAE, dispuesta a evitar contradicciones en sus normas, propuso quitarles la tilde, surgieron protestas y no pocos siguieron acentuándolos hasta el fin de sus días («Santa Rita Rita, lo que se da no se quita»).
Algo semejante ha ocurrido con las formas verbales acentuadas a las que se unen pronombres átonos pospuestos (o enclíticos). La citada Ortografía de 1741 prescribía mantener la tilde (enseñóme, daréte, hablóse, quitaránles…) «porque como estas adiciones no inmutan su pronunciación, tampoco deben hacer novedad en las notas de sus acentos». Esta justificación carece de fundamento, pues la pronunciación sí cambia. Se modifica la posición de la sílaba tónica: tales voces pasan de agudas a llanas. Además, se contradice con el mandato inverso de acentuar formas verbales carentes de tilde (come, decir, mirando) cuando, al unirse a pronombres, crean palabras acentuables (cómelo, decírselo, mirándonos).
La razón es clara: las reglas de acentuación toman como referencia la palabra escrita
La norma de escribir con tilde estas voces se mantuvo desde 1741 hasta la Ortografía de 1999: «Las formas verbales con pronombres enclíticos llevan tilde o no de acuerdo con las normas generales de acentuación. Ejemplos: cayose, pidiole, estate (casos todos de palabras llanas terminadas en vocal); mírame, dámelo, antójasele, habiéndosenos (casos de palabras esdrújulas y sobresdrújulas» (OLE99, p.52). La razón es clara: las reglas de acentuación toman como referencia la palabra escrita. De ahí las diferencias acentuales en:
—Se lo come / cómeselo
—La está pintando / Está pintándola
—Se despertó / Despertose
La decisión de suprimir esta tilde en palabras como fundose, aparte de introducir coherencia, apenas tiene repercusiones. Solo afecta a formas desusadas. Sin embargo, algunos sienten nostalgia, casi desnudez, ante los indefinidos ahora sin tilde de La venganza de don Mendo:
NUÑO.— Y don Pero hablome
y afable y rendido tu mano pidiome,
y yo que era suya al fin contestelle;
y él agradecido besome, abrazome,
y al ver el agrado con que yo mirelle
en la mano diestra cuatro besos diome…
(Muñoz Seca, La venganza de don Mendo).
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