Un gran cartel negro tapa la vitrina de la momia guanche en el Museo Arqueológico Nacional. Parece uno de esos antiguos recordatorios funerarios, desproporcionado, eso sí, y al que le faltan los datos del finado. La cartela que informaba sobre esos restos momificados de un varón hallado en el siglo XVIII en el Barranco de Herques (Tenerife) ha quedado detrás de ese sólido cartonaje. Un lacónico mensaje lo ha sustituido: « Vitrina en remodelación». Su desaparecido inquilino fue desalojado este lunes del que ha sido su hogar desde 2015, a pesar de que fue construido específicamente para él, para que reposara en las mejores condiciones de conservación. El guanche era un miembro destacado de su sociedad y por eso fue momificado. También era un residente insigne del museo y como tal se mostraba al público con especial cuidado en que no se alterara su temperatura o humedad relativa. La vitrina de la momia guanche ahora tapada Guillermo NavarroSiguiendo las directrices museísticas referentes a las momias y las indicaciones de los conservadores, tenía una ventana abierta a los visitantes en un lugar discreto de la sala 16 dedicada a la Arqueología canaria, bajo luz tenue y entre paneles y vídeos informativos. Allí, cualquier interesado podía conocer el contexto en el que fue encontrado y su historia posterior: que fue descubierto hacia el año 1764 y, debido a su excepcional estado, enviado al rey Carlos III, con destino al Gabinete de Curiosidades de la Biblioteca Nacional. Noticia Relacionada estandar Si Urtasun inicia la retirada de restos humanos de los museos con la momia guanche Mónica Arrizabalaga El Ministerio de Cultura adopta una carta de compromiso que recomienda un tratamiento de «respeto y dignidad»En el periplo de su exhumada vida –que lo llevó al Museo Nacional de Antropología antes de su aterrizaje en el MAN hace una década–, debió de perder las pieles de cabra u oveja que lo cubrieron. Pero aún desnudo, «nadie se quejó nunca de que estuviera expuesto sin dignidad», señalan fuentes del museo que prefieren permanecer en el anonimato. Enterramiento argárico en cista Guillermo NavarroAhora, una ‘Carta de compromiso para el tratamiento ético de restos humanos’ adoptada por los museos estatales ha condenado al exilio de los almacenes a este varón momificado. Es la única víctima, hasta ahora, de la purga de restos humanos de las vitrinas iniciada desde el Ministerio de Cultura que comanda Ernest Urtasun. Huesos auténticosLa nueva política de «respeto y dignidad» afecta a personas momificadas, pero también a huesos, tejidos blandos u objetos con elementos procedentes de restos humanos. Y otros expuestos en el MAN no emprendieron el lunes el camino a los almacenes. Aunque en la planta baja hay réplicas de huesos prehistóricos en las vitrinas, también se muestran dos enterramientos argáricos, en una cista y en una tinaja, bajo la recreación de una vivienda en la sala 9. Y en este caso, no se trata de ninguna reproducción. «Son auténticos los restos óseos», confirman en el museo. Momia de Nespamedu en el MAN GUILLERMO NAVARROComo lo son también los de Nespamedu , el sacerdote de Imhotep el Grande y médico del faraón, cuya momia se muestra en la última sala de Egipto, la dedicada al mundo funerario. En fotografías y en la cartela se relata cómo la tomografía computerizada que se le practicó en la clínica Quirónsalud en 2017 permitió descubrir los adornos y amuletos de su interior y reconstruir cómo pudo ser su rostro. La pregunta obligada asusta a nuestro guía, que asegura que, de momento, no hay orden de retirar estos restos momificados. Tampoco se contempla recoger los de su compañera de sala, que también fue investigada con técnicas no invasivas junto con una tercera momia egipcia y la propia guanche. En la penumbra que recrea las profundidades de las tumbas, entre sarcófagos y vasos canopos, resulta difícil imaginar cómo quedaría este espacio del museo sin tan ilustres moradores. ¿Tomaría una decisión semejante el Museo Nacional de la Civilización Egipcia con su galería de las momias reales ? Momia egipcia en el MAN GUILLERMO NAVARROSumidos en estos debates, abandonamos el MAN para dirigirnos al Museo de América. Subimos hasta el último piso. Al fondo, en la sala del tesoro de los Quimbaya encontramos el mismo cartelón negro de la vitrina de la momia guanche. Con idéntico mensaje: «Vitrina en remodelación». Desde ella la momia peruana de Paracas contemplaba hasta este lunes las excepcionales estatuillas de caciques de oro precolombinas. Solo era visible su cabeza, entre telas, pelos animales y fibras vegetales, pero fue retirada al igual que el otro fardo funerario peruano que ocupaba la vitrina de enfrente. La sala de este área dedicada a los rituales funerarios ya no hay más presencia humana hoy que la de algún que otro visitante aislado. Quien recorre el museo por primera vez ni repara en las ausencias. Una pasa inadvertida, pues el fardo funerario compartía el expositor con otros objetos que han sido redistribuidos en su ausencia. Y tal vez crea que esa vitrina en remodelación necesitaba de algún arreglo. Nada más lejos. Sus antiguas ocupantes «han sido llevadas a los almacenes, junto con el resto de las momias», informa una vigilante, que sospecha que no volverán a exhibirse. Serán solo accesibles a técnicos, investigadores y miembros acreditados de la comunidad o grupo étnico o religioso de origen. El resto nos tendremos que conformar con esos antiguos dibujos de momias peruanas de la Expedición Malaspina que sobreviven en la vitrina de al lado. O con verlas en la web, si no las retiran también. Un gran cartel negro tapa la vitrina de la momia guanche en el Museo Arqueológico Nacional. Parece uno de esos antiguos recordatorios funerarios, desproporcionado, eso sí, y al que le faltan los datos del finado. La cartela que informaba sobre esos restos momificados de un varón hallado en el siglo XVIII en el Barranco de Herques (Tenerife) ha quedado detrás de ese sólido cartonaje. Un lacónico mensaje lo ha sustituido: « Vitrina en remodelación». Su desaparecido inquilino fue desalojado este lunes del que ha sido su hogar desde 2015, a pesar de que fue construido específicamente para él, para que reposara en las mejores condiciones de conservación. El guanche era un miembro destacado de su sociedad y por eso fue momificado. También era un residente insigne del museo y como tal se mostraba al público con especial cuidado en que no se alterara su temperatura o humedad relativa. La vitrina de la momia guanche ahora tapada Guillermo NavarroSiguiendo las directrices museísticas referentes a las momias y las indicaciones de los conservadores, tenía una ventana abierta a los visitantes en un lugar discreto de la sala 16 dedicada a la Arqueología canaria, bajo luz tenue y entre paneles y vídeos informativos. Allí, cualquier interesado podía conocer el contexto en el que fue encontrado y su historia posterior: que fue descubierto hacia el año 1764 y, debido a su excepcional estado, enviado al rey Carlos III, con destino al Gabinete de Curiosidades de la Biblioteca Nacional. Noticia Relacionada estandar Si Urtasun inicia la retirada de restos humanos de los museos con la momia guanche Mónica Arrizabalaga El Ministerio de Cultura adopta una carta de compromiso que recomienda un tratamiento de «respeto y dignidad»En el periplo de su exhumada vida –que lo llevó al Museo Nacional de Antropología antes de su aterrizaje en el MAN hace una década–, debió de perder las pieles de cabra u oveja que lo cubrieron. Pero aún desnudo, «nadie se quejó nunca de que estuviera expuesto sin dignidad», señalan fuentes del museo que prefieren permanecer en el anonimato. Enterramiento argárico en cista Guillermo NavarroAhora, una ‘Carta de compromiso para el tratamiento ético de restos humanos’ adoptada por los museos estatales ha condenado al exilio de los almacenes a este varón momificado. Es la única víctima, hasta ahora, de la purga de restos humanos de las vitrinas iniciada desde el Ministerio de Cultura que comanda Ernest Urtasun. Huesos auténticosLa nueva política de «respeto y dignidad» afecta a personas momificadas, pero también a huesos, tejidos blandos u objetos con elementos procedentes de restos humanos. Y otros expuestos en el MAN no emprendieron el lunes el camino a los almacenes. Aunque en la planta baja hay réplicas de huesos prehistóricos en las vitrinas, también se muestran dos enterramientos argáricos, en una cista y en una tinaja, bajo la recreación de una vivienda en la sala 9. Y en este caso, no se trata de ninguna reproducción. «Son auténticos los restos óseos», confirman en el museo. Momia de Nespamedu en el MAN GUILLERMO NAVARROComo lo son también los de Nespamedu , el sacerdote de Imhotep el Grande y médico del faraón, cuya momia se muestra en la última sala de Egipto, la dedicada al mundo funerario. En fotografías y en la cartela se relata cómo la tomografía computerizada que se le practicó en la clínica Quirónsalud en 2017 permitió descubrir los adornos y amuletos de su interior y reconstruir cómo pudo ser su rostro. La pregunta obligada asusta a nuestro guía, que asegura que, de momento, no hay orden de retirar estos restos momificados. Tampoco se contempla recoger los de su compañera de sala, que también fue investigada con técnicas no invasivas junto con una tercera momia egipcia y la propia guanche. En la penumbra que recrea las profundidades de las tumbas, entre sarcófagos y vasos canopos, resulta difícil imaginar cómo quedaría este espacio del museo sin tan ilustres moradores. ¿Tomaría una decisión semejante el Museo Nacional de la Civilización Egipcia con su galería de las momias reales ? Momia egipcia en el MAN GUILLERMO NAVARROSumidos en estos debates, abandonamos el MAN para dirigirnos al Museo de América. Subimos hasta el último piso. Al fondo, en la sala del tesoro de los Quimbaya encontramos el mismo cartelón negro de la vitrina de la momia guanche. Con idéntico mensaje: «Vitrina en remodelación». Desde ella la momia peruana de Paracas contemplaba hasta este lunes las excepcionales estatuillas de caciques de oro precolombinas. Solo era visible su cabeza, entre telas, pelos animales y fibras vegetales, pero fue retirada al igual que el otro fardo funerario peruano que ocupaba la vitrina de enfrente. La sala de este área dedicada a los rituales funerarios ya no hay más presencia humana hoy que la de algún que otro visitante aislado. Quien recorre el museo por primera vez ni repara en las ausencias. Una pasa inadvertida, pues el fardo funerario compartía el expositor con otros objetos que han sido redistribuidos en su ausencia. Y tal vez crea que esa vitrina en remodelación necesitaba de algún arreglo. Nada más lejos. Sus antiguas ocupantes «han sido llevadas a los almacenes, junto con el resto de las momias», informa una vigilante, que sospecha que no volverán a exhibirse. Serán solo accesibles a técnicos, investigadores y miembros acreditados de la comunidad o grupo étnico o religioso de origen. El resto nos tendremos que conformar con esos antiguos dibujos de momias peruanas de la Expedición Malaspina que sobreviven en la vitrina de al lado. O con verlas en la web, si no las retiran también.
Un gran cartel negro tapa la vitrina de la momia guanche en el Museo Arqueológico Nacional. Parece uno de esos antiguos recordatorios funerarios, desproporcionado, eso sí, y al que le faltan los datos del finado. La cartela que informaba sobre esos restos momificados de un … varón hallado en el siglo XVIII en el Barranco de Herques (Tenerife) ha quedado detrás de ese sólido cartonaje. Un lacónico mensaje lo ha sustituido: «Vitrina en remodelación».
Su desaparecido inquilino fue desalojado este lunes del que ha sido su hogar desde 2015, a pesar de que fue construido específicamente para él, para que reposara en las mejores condiciones de conservación. El guanche era un miembro destacado de su sociedad y por eso fue momificado. También era un residente insigne del museo y como tal se mostraba al público con especial cuidado en que no se alterara su temperatura o humedad relativa.
Guillermo Navarro
Siguiendo las directrices museísticas referentes a las momias y las indicaciones de los conservadores, tenía una ventana abierta a los visitantes en un lugar discreto de la sala 16 dedicada a la Arqueología canaria, bajo luz tenue y entre paneles y vídeos informativos. Allí, cualquier interesado podía conocer el contexto en el que fue encontrado y su historia posterior: que fue descubierto hacia el año 1764 y, debido a su excepcional estado, enviado al rey Carlos III, con destino al Gabinete de Curiosidades de la Biblioteca Nacional.
En el periplo de su exhumada vida –que lo llevó al Museo Nacional de Antropología antes de su aterrizaje en el MAN hace una década–, debió de perder las pieles de cabra u oveja que lo cubrieron. Pero aún desnudo, «nadie se quejó nunca de que estuviera expuesto sin dignidad», señalan fuentes del museo que prefieren permanecer en el anonimato.
Guillermo Navarro
Ahora, una ‘Carta de compromiso para el tratamiento ético de restos humanos’ adoptada por los museos estatales ha condenado al exilio de los almacenes a este varón momificado. Es la única víctima, hasta ahora, de la purga de restos humanos de las vitrinas iniciada desde el Ministerio de Cultura que comanda Ernest Urtasun.
Huesos auténticos
La nueva política de «respeto y dignidad» afecta a personas momificadas, pero también a huesos, tejidos blandos u objetos con elementos procedentes de restos humanos. Y otros expuestos en el MAN no emprendieron el lunes el camino a los almacenes. Aunque en la planta baja hay réplicas de huesos prehistóricos en las vitrinas, también se muestran dos enterramientos argáricos, en una cista y en una tinaja, bajo la recreación de una vivienda en la sala 9. Y en este caso, no se trata de ninguna reproducción. «Son auténticos los restos óseos», confirman en el museo.
GUILLERMO NAVARRO
Como lo son también los de Nespamedu, el sacerdote de Imhotep el Grande y médico del faraón, cuya momia se muestra en la última sala de Egipto, la dedicada al mundo funerario. En fotografías y en la cartela se relata cómo la tomografía computerizada que se le practicó en la clínica Quirónsalud en 2017 permitió descubrir los adornos y amuletos de su interior y reconstruir cómo pudo ser su rostro.
La pregunta obligada asusta a nuestro guía, que asegura que, de momento, no hay orden de retirar estos restos momificados. Tampoco se contempla recoger los de su compañera de sala, que también fue investigada con técnicas no invasivas junto con una tercera momia egipcia y la propia guanche. En la penumbra que recrea las profundidades de las tumbas, entre sarcófagos y vasos canopos, resulta difícil imaginar cómo quedaría este espacio del museo sin tan ilustres moradores. ¿Tomaría una decisión semejante el Museo Nacional de la Civilización Egipcia con su galería de las momias reales?
GUILLERMO NAVARRO
Sumidos en estos debates, abandonamos el MAN para dirigirnos al Museo de América. Subimos hasta el último piso. Al fondo, en la sala del tesoro de los Quimbaya encontramos el mismo cartelón negro de la vitrina de la momia guanche. Con idéntico mensaje: «Vitrina en remodelación».
Desde ella la momia peruana de Paracas contemplaba hasta este lunes las excepcionales estatuillas de caciques de oro precolombinas. Solo era visible su cabeza, entre telas, pelos animales y fibras vegetales, pero fue retirada al igual que el otro fardo funerario peruano que ocupaba la vitrina de enfrente. La sala de este área dedicada a los rituales funerarios ya no hay más presencia humana hoy que la de algún que otro visitante aislado.
Quien recorre el museo por primera vez ni repara en las ausencias. Una pasa inadvertida, pues el fardo funerario compartía el expositor con otros objetos que han sido redistribuidos en su ausencia. Y tal vez crea que esa vitrina en remodelación necesitaba de algún arreglo. Nada más lejos.
Sus antiguas ocupantes «han sido llevadas a los almacenes, junto con el resto de las momias», informa una vigilante, que sospecha que no volverán a exhibirse. Serán solo accesibles a técnicos, investigadores y miembros acreditados de la comunidad o grupo étnico o religioso de origen. El resto nos tendremos que conformar con esos antiguos dibujos de momias peruanas de la Expedición Malaspina que sobreviven en la vitrina de al lado. O con verlas en la web, si no las retiran también.
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