El historiador galés Andrew Pettegree, de 67 años, ha dedicado casi tres décadas de su carrera a una tarea que sabe que no podrá terminar. En 1997, junto a un pequeño grupo de académicos, Pettegree comenzó un catálogo bibliográfico de los libros religiosos franceses de la etapa temprana de la imprenta de Gutenberg. Aquel primer proyecto lo llevó a lo que hoy es el Catálogo Universal de Títulos Breves (USTC, por sus siglas en inglés), con el que Pettegree y su equipo de la Facultad de Historia de la Universidad de St. Andrews (Escocia) aspiran a registrar toda la literatura publicada entre 1450 y 1700 en Europa.
“No somos los primeros en tener una gran base de datos, pero todas las demás suelen estar incompletas o dedicadas a un solo corpus nacional de obras. Con el USTC, si te interesan los libros de cocina, puedes obtener directamente una lista de todos los libros de cocina publicados antes de 1700 en cinco segundos”, explica el historiador por videollamada a EL PAÍS, en referencia al portal web abierto con el que cuenta el catálogo desde 2011.
El USTC pone a disposición de los usuarios la información bibliográfica, ubicación de copias y ediciones digitales (si las hay) de 1,6 millones de libros, para un total de seis millones de ediciones. Esto gracias a la colaboración de más de 10.000 bibliotecas, librerías, museos y archivos de alrededor del mundo en donde los académicos han podido rastrear las publicaciones de eso 250 años. Esto incluye 164.000 libros perdidos, es decir, obras de las que hay registro, pero no existe ninguna copia.
“Todos nuestros registros pueden buscarse por autor, fecha, palabra clave, título, lengua, tema, lugar o país de publicación”, señala Petegree. El sitio web del USTC recibe unas 3.000 visitas al mes, y se ha convertido, según su director, en una “herramienta fundamental para todos los estudiosos de la historia, la literatura, la política, la teología, la historia de la ciencia o la medicina interesados en los primeros libros impresos”.
Trabajo manual y un equipo pequeño
Pettegree actualmente codirige el USTC junto a Arthur der Weduwen, historiador holandés de 32 años y experto en la historia del libro. Juntos han publicado obras como The Library: A Fragile History (La biblioteca: Una historia frágil) y The Bookshop of the World (La librería del mundo).
Según cuenta Der Weduwen durante la misma llamada, el método con el que trabajan consiste en catalogar cada título de acuerdo a sus autores, la información de su imprenta, el tamaño, la paginación y el número de edición, entre otros datos básicos. Terminada esta fase, Der Weduwen sube los datos al archivo y añade la descripción, la cantidad de copias conocidas, las referencias bibliográficas y la disponibilidad de copias digitales, “Así, pieza a pieza, vamos mejorando nuestro catálogo”, apunta.
Der Weduwen incide en que se trata principalmente de trabajo “manual”. “Tenemos grupos de datos que nos proporcionan las bibliotecas o que hemos extraído de catálogos, que asignamos a silos regionales o nacionales. Así, todos los libros británicos van juntos, todos los libros franceses van juntos y todos los libros españoles van juntos”, indica.
Actualmente, en el USTC cuentan con un equipo de 10 personas que trabajan tiempo completo o parcial, pero durante cada semestre en St. Andrews reciben investigadores o estudiantes que “aportan a la mejora o crecimiento de los datos”. “Lo hermoso del proyecto es que necesitamos diferentes habilidades y gente que sepa italiano, francés, alemán u holandés, de modo que es un grupo diverso que comparte un interés por la historia y los libros”, dice Pettegree. Tanto el británico como Der Weduwen consideran que el USTC, a pesar de ser un proyecto de humanidades, funciona “como un laboratorio científico”.
“Demasiado ambicioso”
Pettegree cuenta que, desde un inicio, el proyecto del catálogo les pareció “demasiado ambicioso” a algunos de sus colegas. En los primeros días, el objetivo era recolectar literatura religiosa en Francia para entender cómo el protestantismo había perdido fuerza ante el catolicismo, pero se convirtió en una “bola de nieve” que poco a poco fue abarcando más países y abandonó el enfoque religioso.
El historiador británico comenta que un aspecto particularmente controvertido del USTC ha sido la inclusión de los libros perdidos, pero que el equipo hace estos registros “sobre una base de evidencia empírica”. “Existe esta noción de que si no puedes ver algo, entonces no puedes juzgarlo científicamente. Nosotros no estamos de acuerdo y pensamos que se puede inferir razonablemente la existencia de un libro si la evidencia lo sugiere”, manifiesta Pettegree. El académico opina que, si se ignoraran los libros perdidos, se caería en “una visión parcial de la sociedad literaria del pasado”, ya que los ejemplares que suelen sobrevivir son solo los más leídos o consultados.
Para el fundador y codirector, el USTC eventualmente ha obtenido aceptación porque estaban haciendo algo “que no se había intentado antes en la historia del libro”. Pettegree dice sentirse “orgulloso” de que “cualquiera que tenga un ordenador en cualquier parte del mundo” pueda acceder a una base de datos tan extensa y de no haber necesitado “los recursos de Harvard, Yale, Oxford o Cambridge” para lograrlo.
Der Weduwen añade que el equipo constantemente recibe correos tanto de académicos como de coleccionistas de libros, bibliotecarios y vendedores que buscan información de alguna obra o edición. “Lo que hacemos no está destinado únicamente a un público académico”, aclara. “Si quieres entender el pasado, una de las mejores formas de hacerlo es acudiendo a lo que la gente escribía sobre sí misma y sobre su sociedad. Eso forma parte de la cultura del USTC. Y creo también que por eso tiene tanto éxito”, asegura.
Tanto Der Weduwen como Pettegree, sin embargo, son conscientes de que siempre habrá más trabajo por hacer. El objetivo a corto plazo es registrar dos millones de copias adicionales que han obtenido de bibliotecas alrededor del mundo. Los académicos estiman que completarán esta etapa del proyecto en la primavera del próximo año.
Pettegree apunta que, incluso con la delimitación temporal actual, lo único a lo que pueden aspirar es que el USTC llegue “lo más cerca posible de su finalización”. La decisión de expandir el proyecto más allá de los actuales 250 años recaerá en su colega, codirector y más que probable heredero: “Creo que abarcar el siglo XVIII sería demasiado ambicioso, pero la decisión la tomará Arthur cuando yo me haya jubilado, si es que le apetece ser el historiador más grandioso del mundo”.
Tendencias es un proyecto de EL PAÍS, con el que el diario aspira a abrir una conversación permanente sobre los grandes retos de futuro que afronta nuestra sociedad. La iniciativa está patrocinada por Abertis, Enagás, EY, GroupM, Iberdrola, Iberia, Mapfre, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), Redeia, y Santander y el partner estratégico Oliver Wyman.
Puedes apuntarte aquí para recibir la newsletter semanal de EL PAÍS Tendencias, todos los martes, de la mano del periodista Javier Sampedro.
El ‘Catálogo Universal de Títulos Breves’, creado en la universidad escocesa St. Andrews, recopila la información bibliográfica de 1,6 millones de libros publicados entre 1450 y 1700
El historiador galés Andrew Pettegree, de 67 años, ha dedicado casi tres décadas de su carrera a una tarea que sabe que no podrá terminar. En 1997, junto a un pequeño grupo de académicos, Pettegree comenzó un catálogo bibliográfico de los libros religiosos franceses de la etapa temprana de la imprenta de Gutenberg. Aquel primer proyecto lo llevó a lo que hoy es el Catálogo Universal de Títulos Breves (USTC, por sus siglas en inglés), con el que Pettegree y su equipo de la Facultad de Historia de la Universidad de St. Andrews (Escocia) aspiran a registrar toda la literatura publicada entre 1450 y 1700 en Europa.
“No somos los primeros en tener una gran base de datos, pero todas las demás suelen estar incompletas o dedicadas a un solo corpus nacional de obras. Con el USTC, si te interesan los libros de cocina, puedes obtener directamente una lista de todos los libros de cocina publicados antes de 1700 en cinco segundos”, explica el historiador por videollamada a EL PAÍS, en referencia al portal web abierto con el que cuenta el catálogo desde 2011.
El USTC pone a disposición de los usuarios la información bibliográfica, ubicación de copias y ediciones digitales (si las hay) de 1,6 millones de libros, para un total de seis millones de ediciones. Esto gracias a la colaboración de más de 10.000 bibliotecas, librerías, museos y archivos de alrededor del mundo en donde los académicos han podido rastrear las publicaciones de eso 250 años. Esto incluye 164.000 libros perdidos, es decir, obras de las que hay registro, pero no existe ninguna copia.
“Todos nuestros registros pueden buscarse por autor, fecha, palabra clave, título, lengua, tema, lugar o país de publicación”, señala Petegree. El sitio web del USTC recibe unas 3.000 visitas al mes, y se ha convertido, según su director, en una “herramienta fundamental para todos los estudiosos de la historia, la literatura, la política, la teología, la historia de la ciencia o la medicina interesados en los primeros libros impresos”.
Trabajo manual y un equipo pequeño
Pettegree actualmente codirige el USTC junto a Arthur der Weduwen, historiador holandés de 32 años y experto en la historia del libro. Juntos han publicado obras como The Library: A Fragile History (La biblioteca: Una historia frágil) y The Bookshop of the World (La librería del mundo).
Según cuenta Der Weduwen durante la misma llamada, el método con el que trabajan consiste en catalogar cada título de acuerdo a sus autores, la información de su imprenta, el tamaño, la paginación y el número de edición, entre otros datos básicos. Terminada esta fase, Der Weduwen sube los datos al archivo y añade la descripción, la cantidad de copias conocidas, las referencias bibliográficas y la disponibilidad de copias digitales, “Así, pieza a pieza, vamos mejorando nuestro catálogo”, apunta.
Der Weduwen incide en que se trata principalmente de trabajo “manual”. “Tenemos grupos de datos que nos proporcionan las bibliotecas o que hemos extraído de catálogos, que asignamos a silos regionales o nacionales. Así, todos los libros británicos van juntos, todos los libros franceses van juntos y todos los libros españoles van juntos”, indica.
Actualmente, en el USTC cuentan con un equipo de 10 personas que trabajan tiempo completo o parcial, pero durante cada semestre en St. Andrews reciben investigadores o estudiantes que “aportan a la mejora o crecimiento de los datos”. “Lo hermoso del proyecto es que necesitamos diferentes habilidades y gente que sepa italiano, francés, alemán u holandés, de modo que es un grupo diverso que comparte un interés por la historia y los libros”, dice Pettegree. Tanto el británico como Der Weduwen consideran que el USTC, a pesar de ser un proyecto de humanidades, funciona “como un laboratorio científico”.
“Demasiado ambicioso”
Pettegree cuenta que, desde un inicio, el proyecto del catálogo les pareció “demasiado ambicioso” a algunos de sus colegas. En los primeros días, el objetivo era recolectar literatura religiosa en Francia para entender cómo el protestantismo había perdido fuerza ante el catolicismo, pero se convirtió en una “bola de nieve” que poco a poco fue abarcando más países y abandonó el enfoque religioso.
El historiador británico comenta que un aspecto particularmente controvertido del USTC ha sido la inclusión de los libros perdidos, pero que el equipo hace estos registros “sobre una base de evidencia empírica”. “Existe esta noción de que si no puedes ver algo, entonces no puedes juzgarlo científicamente. Nosotros no estamos de acuerdo y pensamos que se puede inferir razonablemente la existencia de un libro si la evidencia lo sugiere”, manifiesta Pettegree. El académico opina que, si se ignoraran los libros perdidos, se caería en “una visión parcial de la sociedad literaria del pasado”, ya que los ejemplares que suelen sobrevivir son solo los más leídos o consultados.
Para el fundador y codirector, el USTC eventualmente ha obtenido aceptación porque estaban haciendo algo “que no se había intentado antes en la historia del libro”. Pettegree dice sentirse “orgulloso” de que “cualquiera que tenga un ordenador en cualquier parte del mundo” pueda acceder a una base de datos tan extensa y de no haber necesitado “los recursos de Harvard, Yale, Oxford o Cambridge” para lograrlo.
Der Weduwen añade que el equipo constantemente recibe correos tanto de académicos como de coleccionistas de libros, bibliotecarios y vendedores que buscan información de alguna obra o edición. “Lo que hacemos no está destinado únicamente a un público académico”, aclara. “Si quieres entender el pasado, una de las mejores formas de hacerlo es acudiendo a lo que la gente escribía sobre sí misma y sobre su sociedad. Eso forma parte de la cultura del USTC. Y creo también que por eso tiene tanto éxito”, asegura.
Tanto Der Weduwen como Pettegree, sin embargo, son conscientes de que siempre habrá más trabajo por hacer. El objetivo a corto plazo es registrar dos millones de copias adicionales que han obtenido de bibliotecas alrededor del mundo. Los académicos estiman que completarán esta etapa del proyecto en la primavera del próximo año.
Pettegree apunta que, incluso con la delimitación temporal actual, lo único a lo que pueden aspirar es que el USTC llegue “lo más cerca posible de su finalización”. La decisión de expandir el proyecto más allá de los actuales 250 años recaerá en su colega, codirector y más que probable heredero: “Creo que abarcar el siglo XVIII sería demasiado ambicioso, pero la decisión la tomará Arthur cuando yo me haya jubilado, si es que le apetece ser el historiador más grandioso del mundo”.
Tendencias es un proyecto de EL PAÍS, con el que el diario aspira a abrir una conversación permanente sobre los grandes retos de futuro que afronta nuestra sociedad. La iniciativa está patrocinada por Abertis, Enagás, EY, GroupM, Iberdrola, Iberia, Mapfre, la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), Redeia, y Santander y el partner estratégico Oliver Wyman.
Puedes apuntarte aquí para recibir la newsletter semanal de EL PAÍS Tendencias, todos los martes, de la mano del periodista Javier Sampedro.
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